viernes, 15 de agosto de 2014

Sorcerer - 1977


Director: William Friedkin

  Ya he comentado varias películas de William Friedkin por acá, sin ser eso algo que me haya propuesto como lo hice con otros directores a los que les he dedicado sus buenas retrospectivas -como Hal Hartley o James Gray-. Killer Joe, Cruising y The French Connection son las tres películas que les he comentado del hombre ganador del oscar, a las que me gustaría que se sume "To live and die in L.A.", que ya la vi pero que se me pasó su escritura, para luego ponerme al día con "Bug" y "El exorcista", las otras interesantes de su filmografía que me faltan. Si tengo que hacer un balance, debo decir que el resultado es mitad-mitad: me gustaron "Killer Joe" y "The french connection", y tanto "Cruising" como la cinta de hoy no lo hicieron. Aunque "To live..." sí me gustó, lo que hace que todo se mantenga en positivo. Sorcerer era una buena idea en el papel que quedó tremendamente desaprovechada y fallida. El desasosiego que busca generar termina convirtiéndose en una decepción gigante.


  En Sorcerer veremos la historia de cuatro hombres que tienen que trabajar juntos en un peligrosísimo trabajo, que se debe llevar a cabo en un peligrosísimo escenario: en la jungla colombiana, los protagonistas tienen que transportar una carga que, al mínimo movimiento, puede explotar a lo grande. Y como saben, la jungla está llena de peligros y terreno inestable, por lo que el frágil material es el doble de peligroso. La pregunta es sencilla: ¿lo lograrán?


  Pero qué complicaciones tiene que pasar Friedkin en sus rodajes, nada más échenle un ojo a los rodajes de "El exorcista", "Cruising" o éste mismo: en la primera cinta el presupuesto se disparó tanto como las jornadas de filmación, que pasaron de un par de meses a nada más y nada menos que ocho ¿Se imaginan estar ocho meses rodando una historia así de macabra? Además se cuenta por ahí que hubo episodios paranormales entre toma y toma. El de "Cruising" no fue menos complicado, y es que la complejidad del tema que tocaba hizo que colectivos gays salieran a protestar en contra de la película, lo que a fin de cuentas significó que varias locaciones se perdieran porque sus dueños no querían tener mala fama. La multiplicidad de locaciones, distribuidas a lo largo del mundo -Francia, Israel, Estados Unidos, Colombia-, tampoco hizo las cosas más sencillas para "Sorcerer": presupuesto disparado y jornadas de rodaje aumentadas hasta el hartazgo. Además, rodar una sola secuencia tomó, si no me equivoco, dos meses.
  Sin embargo, no se puede decir que todo el esfuerzo empleado se transformó en una excelente película cuyo mérito artístico se eleva aún más por todo el trabajo previo, lo cual resulta lamentable. Friedkin tenía buenas ideas e intenciones, tenía todo claro, pero lamentablemente todo eso no se pudo manifestar a través de una película que termina siendo débil, mal estructurada, y que oscurece los planteamientos mismos de la cinta. Definitivamente no hubo la honestidad suficiente para desarrollar la película: entre tanto artilugio y jactancia de los medios productivos, todo el discurso se esfumó y quedó en un apenas esbozado dibujo, unas líneas locas que dejan entrever un poco el panorama completo, aclarando en cierta forma el discurso a grandes rasgos, pero no en lo importante, en lo que lo forma y construye por dentro. En lo que lo hace poderoso y memorable, a fin de cuentas.


  Puedo decir con facilidad que ésta es la peor película de Friedkin que he visto, porque a diferencia de "Cruising", que tenía una primera hora espectacular y un final decente que, de todos modos, no podía contrarrestar la mediocridad de toda la secuencia de resoluciones, "Sorcerer" no tiene una primera hora espectacular ni nada por el estilo. Sí tiene un par de secuencias que son memorables y un buen final que es de lo más elocuente y coherente con lo que Friedkin quería decir, pero no tiene la contundencia ni el equilibrio que tienen sus películas que sí me gustaron -características que incluso "Cruising" tenía, a pesar de no aprovecharlas bien-. El principal problema de Sorcerer es su mal guión: mal construido, estructurado y desarrollado. No logra fortalecer los planteamientos del director, por el contrario, los debilita y disminuye hasta la nimiedad, lo irrisorio: le quita toda importancia, le quita todo lo poderoso que tenía en el papel. Además, aunque en ocasiones haya una visualidad tremenda e imágenes poderosas, no está esa dirección y estética tan alucinante que caracteriza a las cintas Friedkin -"Cruising" y "To live and die in L.A." eran excepcionales en este aspecto-. No hay mucho mérito a grandes rasgos, lo cual es raro viniendo de Friedkin, siempre provocando inteligentemente.


  Suele pasar que a veces todo lo que el director dice en entrevistas sobre su película, sobre lo que quiere lograr y transmitir con ella, no se condice con la película misma, y eso pasa exactamente con Sorcerer. Me gustaría hacer un repaso a un par de cosas que Friedkin menciona y establece como puntos fundamentales de su obra -puntos que, como ya he dejado claro, no logra fortalecer-.
  Señala que lo más importante es que ésta es una historia sobre hombres diferentes, pero completamente diferentes entre sí, que tienen que trabajar juntos por un bien mayor, por algo más grande que ellos y las rencillas que puedan tener con el otro. Esto es lo primero: las diferencias entre uno y otro, y el posterior trabajo en equipo.
  También señala que el hecho de que cuatro hombres tengan que transportar cargas que al más mínimo movimiento brusco puedan explotar es una metáfora del mundo: si no trabajamos juntos, a pesar de nuestras ya mencionadas diferencias, entonces la cosa va a explotar. Guerras, conflictos, invasiones, etc... Vale la pena señalar que "Sorcerer" está basada en un libro llamado "El salario del miedo", que fue hecho película por el gran Henry-Goerges Clouzot un par de años después. Vale la pena señalar aquello porque, tal como dice Friedkin, tanto él como Clouzot lo vieron de la misma manera, vieron la misma metáfora, y aunque no sea un remake sino una nueva lectura, parten de la misma premisa y el mismo sentir. No por nada Friedkin le dedica "Sorcerer" al maestro francés.
  Pero del dicho al hecho hay mucho trecho.
  Para empezar, Friedkin no logra darle un toque existencial ni místico a este viaje por la locura, la violencia y el pasado. Es un relato sin emoción, sin alma, una historia superficial sobre hombres que transportan camiones con carga explosiva, nada más. Todos los problemas nacen del guión, que contradice, sin querer queriendo, todo lo que Friedkin señalaba en las entrevistas. Si el hombre dice que es una historia sobre hombres que se odian entre sí y que, sin embargo, tienen que trabajar y cooperar o de lo contrario están muertos, en la película no se nota ese odio y esa cooperación; sí, hay un par de incidentes que los llevan a discutir, pero no es entre los cuatro y tampoco es un odio mayúsculo a flor de piel; sí, viajan juntos, pero no se siente esa cooperación, simplemente están al lado del otro haciendo lo que tienen que hacer por obligación; comparten un par de conversaciones y más adelante una que otra simpatía, pero tampoco parece ser que hayan dejado sus grandes diferencias de lado por un bien mayor. Tanto odio como cooperación no están establecidos como dos estados opuestos tan vitales que se debe elegir el segundo sin pensarlo dos veces: este viaje lo hacen por cumplir, así de simple. Debido a ello, el discurso de Friedkin pierde mucho terreno, precisamente porque le quita el carácter metafórico a una cooperación que no se percibe, y si no hay cooperación, no hay metáfora ni idea fundamental.


  Lo peor de la película, sin embargo, es que se demora en llegar a lo esencial, a lo importante, a lo fundamental de la historia. La primera media hora es prácticamente un pérdida de tiempo: es un prólogo en donde vemos cómo era la vida de cada hombre antes de llegar a Colombia a trabajar y vivir en las pésimas condiciones en que se encuentran. Este prólogo es un paseo por el mundo, por sus conflictos globales y los individuales de los personajes que posteriormente se van a juntar. Vemos violencia y vemos que tienen que huir de esa violencia antes de que se vean alcanzados por la misma: llegan a ese campamento huyendo de la violencia física, pero no de los males que los acechan en el alma: la culpa que carcome al hombre, la culpa que se convierte en el enemigo más mortífero. Lo cierto es que ninguna de estas cuatro historias nos llevan a conectar realmente con sus protagonistas, por lo que cuando los vemos de nuevo, ya en el campamento, no dejo de sentir absolutamente nada por ellos: ni pena ni rabia ni alegría. Luego viene una media hora que también es una pérdida de tiempo, que consiste básicamente en mostrarnos la vida de ese apestoso y repugnante lugar, además de establecer el problema cuya solución requiere el transporte en camiones; pero más allá de esa función narrativa, esa media hora tampoco nos acerca ni conecta con los personajes. Luego viene el viaje, que definitivamente es lo mejor, y que es el que contiene las mejores, las únicas secuencias memorables de la película. Incluso con lo bueno que es el viaje, también se le debe reprochar que ocurren situaciones que sobran, que parecen estar ahí sólo para cumplir con cierto nudo narrativo a modo de solución, lo que me hace pensar que se pudo pensar en una solución mejor. Pero en fin, qué se le puede hacer. Recién a la hora de metraje vemos realmente lo importante: el comienzo del viaje y su adentramiento en los infiernos personales de estos hombres. Todo lo anterior es puro relleno, vanos intentos de explicar el argumento y hacernos empatizar con los personajes; y por extensión, durante el viaje, que quedó bien, tampoco se puede apreciar realmente lo que el director quiere decir, como tampoco se puede empatizar con los cuatro hombres.
  Este es un relato que termina cayendo por su propio peso debido a la pesadez e inutilidad de la primera hora, culpable absoluta del hundimiento del resto de la película, lo más correcto y aceptable.


  Lo bueno es la secuencia del puente, que quedó de infarto, pura emoción e incertidumbre: la destrucción puede suceder en un pestañeo y no me lo quiero perder. Atención al máximo y sufrimiento pleno. Además el escenario lluvioso le otorga esa energía devastadora que parece indicar que lo más terrible se acerca inexorablemente. Todo esto no se logra a la perfección durante todo el metraje del viaje, pero sí durante esa secuencia que es realmente impresionante. Más adelante hay una secuencia llena de alucinaciones que también quedó fantástica. Yo diría que esas son las dos únicas secuencias que valen la pena ver.
  Lo otro destacable es ese simbolismo que tiene la película, o al menos un simbolismo que yo me permito vislumbrar y compartir: relacionado a lo que dije un par de líneas atrás, estos hombres cargan con una culpa que los carcome poquito a poco, tal como estos camiones cargan con algo tan frágil que ante cualquier movimiento brusco explotarán. No sería descabellado señalar que hay un paralelismo entre los protagonistas y los camiones: tienen una carga potencialmente mortal y explosiva, tan explosiva como la violencia humana, que se dice tiene que trabajar unida para evitar que esa carga explote y desemboque en terribles conflictos llenos de víctimas, la mayoría inocentes. Y la jungla vendría siendo el mundo salvaje, lleno de obstáculos, abismos y trampas. No se puede decir que Friedkin se haya tomado a la ligera las metáforas narrativas y visuales, claro que no. Lamentablemente, muy a su pesar, "Sorcerer" es un relato mal cohesionado que no logra retratar cabalmente lo que él quiere decir. Las actuaciones de los protagonistas tampoco ayudan mucho a generarnos ese miedo inherente a un escenario adverso y con todas las de matarnos y destruirnos: más parecen desquiciados mentales que personas cayendo presa de sus miedos pero intentando salir de la manera más racional -aunque lo segundo te lleve a un estado casi de locura, hay una diferencia entre estar realmente loco y caer presa de una situación mega desfavorable-.
  He quedado decepcionado con "Sorcerer", que es mucho ruido y pocas nueces -poca honestidad al reflejar el discurso de manera narrativa-, pero al menos tiene un buen final que refleja el pesimismo general de la película: hay violencia en todos lados, no hay ningún rincón libre de la maldad humana y sus ramificaciones: por cada buena acción hay tres atroces, mínimo. No importa la bondad o el altruismo: el pasado de cada uno es una carga que te acompaña y te persigue hasta el fin de tus días, amenazando con explotar y destruir todo lo que te importa. Tal como se tradujo al español, una carga maldita.

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