lunes, 29 de septiembre de 2014

Interview with the Vampire - 1994


Director: Neil Jordan

  Jajajaja, pero que tonto que fui: en el post de "Byzantium", última película de Jordan a la fecha y su retorno al cine de vampiros, señalé, refiriéndome a la película que hoy les comento, que trataba sobre Tom Cruise entrevistando a Brad Pitt. Totalmente equivocado, pues quien entrevista al buen Pitt es Christian Slater, a quien hace poco vi en "Murder in the first". Por suerte tuve la prudencia de acotar un "si no me equivoco", pues como no había visto la película aún, quizás tenía cierto derecho a decir barbaridades, aunque tampoco es muy agradable que mi yerro esté ahí, eternamente. Con respecto a la entrevista con el vampiro, título que sigue con un "The vampire chronicles", lo cierto es que su visionado tiene mucho de dulce y agraz, dejándome al final con más agraz que cualquier otra cosa.


  Ya lo señalé previamente: Christian Slater se reúne con un misterioso sujeto para entrevistarlo, y el misterioso sujeto, Louis de Pointe du Lac -Pitt-, afirma ser un vampiro. Lo tiene que probar y lo prueba, y luego va directo al grano con su historia, que se la narra con lujo de detalles al comprometido entrevistador. Dicha historia comienza en 1791 y...


  Comencemos por la parte dulce de la película, que es más o menos su totalidad, con abundantes y grandes atributos pero con fallas que terminan afectando el conjunto entero que Jordan había logrado construir gracias a su buen hacer para dirigir, obra y gracia de su firme mano e interesante visión -mucho menos interesante que su dirección en "Byzantium", si me preguntan-. El reparto es un buen punto de partida, y el primer nombre a considerar es el de Slater, pues es el más discreto en su labor, y la verdad es que su personaje no hace mucho salvo preguntar un par de cosas y conjeturar otras cuantas. ¿Convence con lo poco que hace? No realmente, pero no es del todo grave, pues como ya ha quedado claro, su papel es pequeño, un mero accesorio con importancia circunstancial; si estaba o no estaba no es relevante, pues el buen Louis pudo haber relatado su historia a una grabadora sin la necesidad de un entrevistador que apriete botones y cambie cintas. Pero en fin, prosigamos. Tom Cruise es, sin duda, el mejor de todos, un vampiro de esos que dan gusto ver por esa existencia tan alocada que llevan, con un negrísimo sentido del humor y una filosofía salvaje y desenfrenada: el vampiro que desprecia todo lo relacionado a la humanidad. Sí señor, gran labor la suya y gran personaje, lo más memorable de la película. Una joven Kirsten Dunst interpreta a una vampira tan fiera y salvaje como Tom Cruise, y lo hace con la misma intensidad que requiere su personaje; la estupenda labor de Dunst deja momentos tan deliciosos como sus rabietas y momentos nostálgicos. No será este el blog en el cual me queje de Brad Pitt, pues este hombre siempre lo hace sensacional, y este caso no es la excepción: interpreta a la contraparte de Cruise, es decir, el vampiro que guarda porciones de humanidad en su ser y que lucha constantemente con su propia naturaleza. Definitivamente, este trío se luce sin mayor problemas, y es que sabemos que los vampiros mandan. Vampires Rulez.


  Iba a referirme a un par de cosas más en el terreno de lo dulce, pero es mejor mencionarlas de pasada ya en la tierra de lo agraz, aquel terreno en el que lo bueno se marchita y termina mostrando lo débil de su apariencia, desnudando la fragilidad de la en un inicio sólida construcción narrativa y estética. Anne Rice escribió el guión basado en su propia novela, y lo hace bastante bien: diálogos que en ocasiones rozan la brillantez -y el resto del tiempo se mantienen en una confiable calidad-, habilidad para reunir, mezclar y separar personajes, habilidad para saltar tiempos, acierto a la hora de entregar información e instalar preguntas y sus ambiguas respuestas, y la útil mirada al mito vampírico que logra fortalecer el relato que Rice, Jordan y el mismo Louis nos narran. Las únicas fallas del guión, cuya historia está construida con solidez narrativa y emocional, son (i) el final que nos ofrece, que aunque no deja de ser divertido y un poco interesante -abriendo puertas para probables secuelas, y cómo no, si Rice escribió una saga y no una sola novela-, explicita la vacuidad de lo que se nos contó, su extrema simplicidad y lo finalmente inútil de todo el aparataje visual con que se nos intenta encantar; y (ii), todo lo que antecede al final, o todo lo que sucede luego de la aparición de Antonio Banderas, o lo que es lo mismo, toda la acción que transcurre en europa. Ambas fallas atentan contra la solidez narrativa y emocional mencionada, que decae terriblemente debido a ellas.
  La vacuidad del relato se logra disimular de lo más bien hasta el segmento final de la película -cuando (ii) comienza a hacer acto de presencia-, siendo lo peor el clímax, que ya revela el carácter más puramente palomitero sobre el introspectivo e íntimo que en un inicio aparentaba. La sensación que me queda es que se nos intenta vender una película completamente diferente de la que finalmente resulta ser, casi como un engaño, una estafa. Y es con el final Rice muestra su verdadera vena: la adolescente, fervientemente deseando ver vampiros sensuales y atormentados, fino vestuario y refinados escenarios, palabras rimbombantes y epítetos que intentan aparentar un falso halo místico y etéreo, todo lo anterior bañado en sangre. El final termina desencantando e incluso defraudando, pues estaba convencido de que la historia de Louis y su maestro Leslat era una especie de retrato de los siglos, una especie de viaje por los pecados, caídas y vergüenzas que se repiten secularmente, dando cuenta de que la humanidad es nada más que un ciclo, y uno bastante pequeño. Finalmente eso queda en nada, pues aunque hay síntomas propios de cada época que afectan a estos vampiros, no son más que someros repasos a temas que se han tocado con la misma profundidad infinidad de veces, anteriormente y en los tiempos que están por llegar. Y esta conclusión a la que me lleva el final de la película también refleja otro problema: muchos sucesos y poca sustancia. Algo tan sintómatico y no lo pude ver: "cosas que pasan" en abundancia y pocas nueces, poca pasión real, poca pasión que prevalece en el espíritu.


  Lo otro que me irritaba bastante era el uso de la banda sonora en los momentos más intensos, que de ser concebidos como escenas impactantes e incluso insoportables que te quitan el aliento, quedan casi infantiles debido al "explosivo" y convencional fondo sonoro. Todo esto se nota más con la aparición del personaje de Antonio Banderas, momento desde el cual comienza el declive atmosférico y tonal de la película, pues es como si Jordan se hubiese cansado y dejado vencer por lo típico que se vuelve la historia: lo gótico se multiplica en detrimento del poderío visual previo. Y es obvio: ya saben la manera en que lo gótico altera las hormonas, otorga valor intelectual, impregna de misterio al fotograma: puro efectismo y decisiones genéricas. Eso sí, durante toda la parte que no involucra a Banderas la dirección de Jordan es realmente efectiva y sólida estéticamente, con momentos potentes, de un magnetismo arrollador -ya manifesté lo genial que es el personaje de Dunst, que aunque la dejo debajo de Cruise en favoritismo, tiene momentos más intrigantes y misteriosos-. Jordan lograba hacer parecer su película como una de vampiros serios y realmente profundos en cuanto a sustancia. Era una buena película y luego cae estrepitosamente. Es una lástima, y la culpa parece tenerla europa.


  De todas formas quiero aclarar que hasta que Antonio Banderas comienza a adquirir una importancia capital, la película me tenía enganchado y durante largos y numerosos momentos, totalmente cautivado; es que esta relación de Cruise, Pitt y Dunst es muy divertida a la vez que -aparentemente- profunda espiritualmente. Pero como ya lo dije, es sólo una fachada que se cae con el final, cuya única revelación es que toda la historia que se nos contó no tiene nada sólido en ella, nada que se pueda sacar o reflexionar en torno a ello, siendo que era eso lo que inicialmente sugería. ¿Qué nos querrá contar con su historia este misterioso vampiro? ¿Qué grandes secretos atestiguaremos? ¿Cuál es el motivo de sus inusitadas ganas de relatar su vida? Luego de tanto blablá de parte de él, uno se pregunta: "¿Y eso es todo?". Tanto ruido y artificio para nada. Por eso digo que todo el aparataje visual es inútil: no logra sustentar un guión que aunque está correctamente logrado en lo formal -buena narrativa hasta Banderas, e incluso en lo emocional parecía tener algo potente debajo-, no tiene sustancia ni fondo; Jordan logra dejar momentos que estimulan y todo, pero como conjunto la película se queda ahí en lo bajo...
  Y con simplicidad extrema quiero decir que la película es únicamente un compendio de desvaríos y lloriqueos de un hombre que ha vivido 200 años y que todavía se sigue quejando. Y lo peor es que sus quejidos no se justifican.

 Pues ahí lo tienen, el primer tropiezo -o caída más bien, pero me da un poco de pena ser tan severo- de esta retrospectiva vampírica. "Interview with the vampire", en ocasiones, logra mantenerte atento, pero sólo en el momento, porque finalmente deja ver lo que realmente es -relato vacío y sin potencia ulterior-, y por lo mismo no deja un buen recuerdo ni impresión. Como digo, sensación agridulce: entretiene, pero poco más puede ofrecer. Dulce y agraz: entretenida pero vacía.

Capturas sangrientas

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