domingo, 14 de septiembre de 2014

Matar a un Hombre - 2014


Director: Alejandro Fernández Almendras


  Tenía dudas. Bastantes dudas, para serles honestos. No tenía muchas ganas de escribir sobre esta película porque su director es mi actual profesor, y no quiero que se malinterpreten mis opiniones en base a ese hecho, como que si hago un comentario positivo piensen que lo hago por ser un lame botas, o por el contrario, que si comento negativamente, se diga que es así porque le tengo mala o quién sabe qué cosa. Sería, típica cuña que le gusta usar a los políticos mediocres, un conflicto de intereses. En mi caso no aplica, pues ¿qué intereses puedo tener yo? Tristemente, la gente suele pensar así, intentando buscar la quinta pata al gato en cada cosa que uno dice. Lo cierto es que no tengo nada en contra ni soy un besa traseros de AFA -así le dicen todos por acá, y me evita tener que escribir su nombre completo cada vez-; es un gran profesor y también un gran director, pues su "Matar a un hombre" me pareció una excelente película, no por nada es la carta chilena para los Oscar y los Goya -además de haber ganado premios en importantes festivales-.


  Jorge es un hombre que trabaja en investigación forestal, tiene una esposa, una hija y un hijo: una familia normal de clase media, que vive en una villa común y corriente cerca de la cual construyen viviendas para personas en peligro social. Gente buena llega, sin duda, pero lamentablemente también se llena de delincuentes de poca monta que pueden arruinar la vida de cualquiera si es que se ensañan con alguien -¿Y por qué? Es difícil entender la lógica de estos sujetos-. En este caso, ese alguien es Jorge y su familia, quienes son acosados por un sujeto particularmente desagradable apodado "El kalule".


  Si hay algo que hace que "Matar a un hombre" sea una experiencia superlativamente agobiante e insoportable es que los acontecimientos se sienten incuestionablemente cercanos. Uno fácilmente se puede poner en los zapatos del padre, o del hijo o de cualquier miembro de la familia. Imaginar que esto te puede suceder en carne propia no es del todo descabellado, y yo mismo puedo ser un ejemplo, aunque a una menor escala, claro: hace unos cinco años, cerca de mi casa, dos tipos se me acercaron y robaron el celular. Nada traumático, pues los tipos estaban desarmados -o quizás no pero se las guardaron- y no fueron violentos en el sentido de que me pegaron o gritaron u ofendieron: unos "caballeros" del robo. Me imagino que todos, o hemos sido víctimas de delincuentes de poca monta, o hemos sido testigos del actuar de éstos para con otras personas: no es una realidad ajena ni indiferente, menos si una familia completa es la afectada. Una vez robado mi celular, yo estaba entre infinitamente enojado y un poco triste por la situación, aunque tenia algo claro: quería venganza. Tristemente, no la pude consumar, y las autoridades que deben ayudar a los ciudadanos víctimas de otros ciudadanos no podían ayudarme, pues las pruebas eran insuficientes. Si me hubieran enterrado un cuchillo o algo así dudo que la ayuda hubiera crecido; pero si hubiera consumado mi venganza, sin duda que en ese caso harían algo. Ya parece chiste -y se ha visto-: el criminal que se convierte en víctima. El mundo al revés, el mundo al revés...
  Pero, dejando de lado la historia en que me robaron el celular -el cual tenía hermosas fotos y videos de mis mascotas siendo felices-, la historia de la película de AFA es mucho, mucho más terrible y dolorosa de ver: la ira, la impotencia, la injusticia se palpa y se respira: late tan fuerte como la vena que tienes en la frente. Te involucras completamente, tanto que la experiencia te desgasta y te hace sentir mal. No lo digo como ofensa, sino como halado: el ánimo decae y decae y uno no puede sino perder fe en la humanidad, o en su defecto, en la justicia -como si tal cosa existiera-. La película es tremendamente efectiva, pues te llega y te golpea. No hay concesión al respecto: lo vas a pasar mal mirando las tribulaciones de una familia que no le ha hecho daño a nadie.
  En pocas palabras, "Matar a un hombre" logra conectar con el espectador perfectamente y convierte esa conexión en una manera perpetua de castigarlo y destruirle el ánimo. No es que me haya puesto a llorar, pero ya por la mitad del metraje la cosa se me estaba haciendo francamente insoportable: no podía ser testigo de algo tan injusto pero, tristemente, tan común.


  De todas formas, como conflicto central, y relacionado estrechamente a lo anterior, tenemos el problema social clásico de Chile y, me imagino, todas las sociedades: confíar en la Justicia, en la Ley, o mejor confíar en tu propia justicia, aquella que es ejecutada con la precisión de tus propias manos, que entregan la certeza de que no fallarás -en teoría-. El título de la película no es gratuito... y es la manera en que funciona la película: Jorge, el líder de la familia, tiene que decidir si dejar que los jueces y los carabineros solucionen el problema -medidas como "prohibición de acercamiento", por ejemplo- o, por el contrario, él encargarse de todo. Una disyuntiva que puede parecer sencilla pero que no es nada fácil, pues cualquier error puede ser sinónimo de la muerte o la cárcel, y ambos conceptos van de la mano. Y claro, él no sería el único afectado. Y en base a este conflicto social clásico, casi elemento fundamental de la idiosincrasia nacional, está todo lo que tiene que ver con cosas más universales, como cuán lejos se está dispuesta a llegar con tal de proteger a los tuyos. Y lo otro ya está claro: la ironía de la justicia y las autoridades -el mundo al revés bajo el que se rigen-, la incompetencia a la hora de solucionar problemas sociales como la vulnerabilidad de los marginales, y algo tan simple como la pura maldad humana. ¿Quién termina pagando los platos rotos? Pues nosotros, claro. Esa furia se siente y, la pregunta del millón, ¿cómo descargamos esa furia? Jojojo, acá viene lo bueno. Debo decir que yo quedé feliz al respecto, casi poniéndome de pie para aplaudir -y digo casi, pues no soy realmente de los eufóricos-. A propósito, hay una canción de Vaginator que se llama "La mataflaite", y aunque a muchos les desagrada la letra -no es mi caso-, la recordaba constantemente mientras veía la película. Claramente son distintas en lo que quieren decir -uno habla de la Justicia y otro habla de los flaites-, pero no se puede negar que hay, cuanto menos, una delgada y difusa línea que los separa y los une a la vez. Todo depende del punto de vista, después de todo.


  "Matar a un hombre", ahora refiriéndome a aspectos más formales, es una excelente película que aprovecha todo lo anterior para nunca dejar de ser tensa. Indefectiblemente tensa, se entiende. La película va siguiendo una progresión narrativa cuya lógica es tan simple pero efectiva como lo siguiente: el conflicto entre el flaite "Kalule" -no sé si soy yo o esto fue a propósito, pero hay un ex-jugador de colo-colo, emblema en su tiempo, que tiene el mismo apodo y de quien se dice recibió una patada de un caballo en la cara cuando era niño. ¿Mensaje subliminal ahí?- y Jorge y su familia crece hasta niveles insoportables. Gritos, vidrios rotos, otras cosas más atroces... la situación se va haciendo insostenible y hay que tomar cartas en el asunto. Es imperativo.
  Quizás en el segmento final la tensión no sea tan asfixiante como antes, pero de todas formas se siente, aunque está claro que actúa de una manera diferente; al menos se hace entretenida y el interés no se desvanece en ningún momento. Y, nuevamente, tengo diferencias morales con el final de la película, pero no hay nada que yo pueda hacer: una cosa es hablar y transmitir en un blog lo que haría en tal o cual situación, y otra es vivir la situación. Bajo esta mirada, "Matar a un hombre" se siente como una película real que, como ya dije, por ello mismo logra potenciar y fortalecer el apartado dramático y emocional, dejando secuencias para el triste recuerdo, para aquella parte de la memoria en que se guardan las cosas que no fueron agradables de ver en el momento, aquellas que te hicieron sufrir.
  Ahora bien, parte importante de la tensión no se logra sólo por el aspecto narrativo de la historia, sino que también por su interesante propuesta estética, con una fotografía llamativa por estar "levantada". Si no lo entienden ahora, ya lo entenderán cuando la vean, y quizás un par de capturas ya estén aclarando lo que quiero decir. Yo tenía una constante sensación de que algo malo iba a suceder, y en parte era por la tensión audiovisual lograda por AFA y su equipo.


  Por último, el actor protagonista lo hace genial. De manera sencilla pero genial, dando gran profundidad a su personaje, un padre de familia que trabaja bastante y gana poco, con una enfermedad que lo tiene inyectándose -insulina me parece- periódicamente para no sucumbir, y que más encima tiene que soportar los delirios gangsteriles de un pobre imbécil de mierda, de esos que sobran en todos lados. Jorge, el padre de familia, logra transmitir la vergüenza que siente por no defenderse, y muchas otras cosas más que van surgiendo en el camino. El resto del reparto también lo hace bien, pero el protagonista es el mejor de todos pues es quien lleva el peso de la película sobre sus hombros, sin caer ni tropezar ni nada: enfrenta su labor interpretativa fantásticamente, saliendo airoso y victorioso. Muchos elogios para él.

  "Matar a un hombre" es una película potente y directa: todo gira en torno al conflicto mencionado y por lo mismo logra funcionar estupendamente. No mi película favorita ni una de excelencia, pero sin duda que es muy buena y la trama causa efectos en el espectador. En cualquier caso, indiferente no se puede uno quedar.
  Al final aparecía un mensajito diciendo que la película está basada en una historia real, y debo decir que no me sorprendí nada de nada. ¿Personas tomando la justicia por mano propia? Ya se ha visto bastante y casos no faltan: un ladrón es atrapado, luego de hacer lo suyo con una pobre anciana, para ser golpeado por una turba enfurecida que clama justicia a los cuatro vientos. Bien hecho, pero.... siempre hay un pero. Lo siguiente es patético: el vil ladrón se pone a llorar, dice que perdió dientes y quién sabe qué otra barbaridad -y se hacen los educados, como si el vocabulario que manejasen fuera convincente para el personaje que se crean. Pero así es la vida, los jueces le creen a estos réprobos desalmados-, demanda a quienes lo golpearon y su delito queda impune. No señor, no más. Esta es una historia, una clara historia que dice lo que todos quieren decir: Basta.

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