martes, 30 de diciembre de 2014

Antoine et Colette - 1962


Director: François Truffaut

   Segunda parada en la serie de filmes que retratan la vida de Antoine Doinel, personaje creado por Truffaut en su opera prima "Les quatre cents coups", en esta ocasión de la mano de un cortometraje que forma parte de una de esas películas ómnibus: "L'amour à vingt ans ", que además cuenta con la participación de Marcel Ophüls, Andrzej Wajda, Renzo Rossellini y Shintaro Ishihara. Un esfuerzo en el cual el centro de las historias es mostrar cómo era el amor en el siglo veinte, al menos en aquellos años. En este post sólo comentaré el cortometraje de Truffaut, no por falta de ganas de ver los otros cuatro sino porque es el único que cuenta con subtítulos. Así por decirlo rápido, "Antoine et Colette" es un buen cortometraje, pero nada equiparable a la genialidad que le precede en la saga Doinel.



  Antoine Doinel, ahora de 17 años, se gana la vida tal como soñó unos cuantos años antes en "Les quatre cents coups": viviendo solo y sin depender de nadie más que su trabajo en una fábrica de vinilos. Así va su vida hasta que en su tiempo libre ve a una bellísima muchacha de la cual queda completamente enamorado, con toda la intención de conquistarla. Ve por ella, muchacho. El amor, el amor...


  No conviene comparar "Antoine et Colette" con su precedesora "Les quatre cents coups", pues claramente sale perdiendo por donde se le mire y compare. Uno sabe que cada película debería ser única y tener vida propia, pero es inevitable -y perfectamente comprensible- tender a pensar que, a lo menos, obras relacionadas por un lazo en común -en este caso Truffaut como director y Doinel como protagonista- no tienen nada que envidiarse entre sí en cuanto a calidad, pues todas son tan buenas como la otra. Lo cierto es que tal cosa no es así cuando hablamos de "Antoine et Colette", un buen cortometraje que sirve para pasar el relato y saciar un poco la curiosidad que deja el final de "Les quatre cents coups", pero que es inferior en todos los sentidos si se le compara con la opera prima de Truffaut -y probablemente con las otras películas con Doinel como protagonista-, siendo la merma más importante el que este cortometraje carezca de esa potencia dramática y emocional que tanto generaba el desamparo del primer Doinel a través de esa trágica búsqueda de su libertad e identidad, búsqueda contra viento y marea. "Antoine et Colette" es, en pocas palabras, una especie de crónica del enamoramiento y conquista de Doinel hacia Colette, con el tratamiento de un Truffaut más simpaticón y ligero que trágico y desolador, aunque no deje por completo de lado la soledad de su joven protagonista, lo cual es un punto a favor, que no sea una comedia simplona y superficial. No obstante, no esperen nada muy profundo tampoco.
  El inicio no es muy alentador, si he de serles franco. Primero que todo, llama la atención la poca prolijidad técnica desplegada por Truffaut en el primer segmento del cortometraje, cuando Doinel todavía está solo y de vez en cuando charlando con su amigo René; segundo, todavía ubicados en ese primer segmento, lo acontecido parece más un sketch que cine propiamente tal, con el amigo René rememorando cuando su padre casi pilla a Antoine fumando en su casa para revelar que en realidad el padre sí lo vio y no dijo nada: es decir, un jueguito al más puro estilo trivia: ¿sabías que...? Afortunadamente, la cosa comienza a mejorar cuando entra en escena la bella Colette y con ella la completa sumisión de un Antoine que lo intentará todo. En este punto el corto se vuelve simpaticón y ligero en el buen sentido, y ya para el final sus intentos y consecuencias van adquiriendo un cariz mucho más serio y propio del Truffaut que filmó "Les quatre...". Ahí se le nota que de verdad la interesa desarrollar a Doinel como personaje en vez hacerlo pasar por simples chascarrillos; ahí salva la función, cuando nos muestra al Doinel que sigue enfrentando límites impuestos.
  "Antoine et Colette" es una obra menor que va de menos a más a pasos agigantados, sin renunciar al espíritu de Doinel: el toque trágico de un eterno buscador, de un solitario que desea cálida compañía luego de tanta indiferencia del mundo hacia  él. Al final igual es un trago amargo, y uno queda satisfecho sin importar el débil inicio. La historia tiene su grado conmovedor, Doinel sigue generando empatía y exaltando las pasiones, y Truffaut no pierde la mano romántica y desencantada.
  Lo dicho, este cortometraje no es una gran obra pero vale la pena verla, principalmente porque no deja de ser una buena continuación de la historia de un Doinel algo más manso y apaciguado, pero con la misma tenacidad que le conocemos. Me imagino que el Doinel de niño puede que se sienta algo defraudado del Doinel de 17 y viceversa, otra lucha eterna más: la tragedia del inconformismo. ¿Será feliz este chico?

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