miércoles, 11 de marzo de 2015

Un homme qui dort - 1974


Director: Bernard Queysanne

  Uf, pero qué lento voy yo y qué rápido va el mundo. De repente tengo que escribir mis entradas de manera más apurada; pero creo que, siempre y cuando lo haga bien, a la larga será mejor para mí: tengo que ser más preciso y, sobre todo, conciso. Igual es raro que no alcance ni a leer un par de artículos desplegados a lo largo y ancho de internet y ya hayan pasado treinta minutos... o el tiempo está vuelto loco o yo me demoro más en mis lecturas, lo cual dudo bastante -con modestia-. En fin, que me desvío y pierdo tiempo en ello. Volvamos a lo que nos ocupa: la procrastinación, cuando no me hace perder el tiempo, es un método para encontrar cosas interesantes, por ejemplo, "Un homme qui dort", opera prima de Queysanne, quien hizo dos películas más y luego de ello se dedicó a telefilmes o series de televisión, y que fue escrita por Georges Perec basándose en su libro homónimo. "Un homme qui dort" es una apuesta arriesgada pero valiente y, mejor aún, muy pero muy bien lograda: la conjunción de sus elementos es magistral y memorable. Gran hallazgo, toda vez que es una película más o menos desconocida.


  Un joven estudiante que vive solo en una pequeña habitación en un gris edificio de la ciudad de París, de la nada, decide ser indiferente hacia el mundo; en cierta forma, separarse de él. ¿Dejar de existir? El tiempo, nunca mejor dicho, lo dirá.



  Lo interesante de esta película es que no pasa mucho, prácticamente nada, y sin embargo de esa escasez de acontecimientos -y la manera en que se representa, claro- surge todo lo que la alimenta poderosamente, sobre todo en el plano conceptual: el no-argumento aprovechado al máximo, pues no importan las peripecias que adornen lo que suceda entre el punto A y el punto B, hablando en términos exclusivamente físicos y terrenales, así como encontrarse con un viejo enemigo, sino la experiencia interna, las reflexiones que surjan de ello: primordialmente, la percepción del mundo como motor narrativo exclusivo. No hay desplazamientos físicos, más bien conceptuales: el protagonista y la voz que nos narra todo su porvenir van de una idea a otra idea y a otra idea..., con el respectivo e incisivo tratamiento de las mismas, y de ese entramado y deconstrucción de ideas se va conformando el panorama general, la idea de fondo que sustenta todo pero que, gran decisión, se desnuda hacia el final y no al principio. En un inicio, lo que importa es cómo el protagonista procesa su aislamiento, su voluntaria soledad, su proceso de deshumanización "controlada": nada realmente importa, nada sobresale, todo es parte de la misma receta sin gracia, todo parte de la misma rutina. Ya cerca del final, el retrato del protagonista pasa a ser el retrato de la ciudad y, más aún, de la sociedad.
La vida del protagonista, por lo demás, no está articulada y filmada de manera convencional: todo está hilado bajo la narración de una voz femenina, quien nos dice lo que hace el protagonista, pero también lo que vive por dentro, con toda clase de punzantes, profundas y notables disquisiciones; además, todo montado bajo lo que la narración sugiere y no la acción misma: una serie de imágenes unidas por obra y gracia de las ideas y no de lo lineal/causal, aunque se siga un orden coherentemente cronológico. Ya se dijo, "Un homme qui dort" no es una película de acciones, de movimientos o problemas a resolver; es, precisamente, lo contrario a ello, la abstracción de los elementos narrativos convencionales -no hay ningún diálogo, apenas hay banda sonora o sonidos, se dijo que la trama es mínima...-, la experiencia de la nada misma, la ausencia de vida, el no-argumento, la quietud que descoloca, el silencio que te susurra al oído, la reflexión hablada como principal elemento de construcción cinematográfica.
Para que quede más claro, "Un homme qui dort" más parece, al menos a mí me hace mayor sentido llamarlo de esa forma, un diario/ensayo filmado que un drama existencial, pues está estructurado acorde a reflexiones puestas en imágenes según el devenir, exclusivamente introspectivo, de la vida de un sujeto que decide, así como si nada, dejar de ser parte del mundo y de esa jungla llena de, quizás, otros sujetos tan abstraídos como él... aunque no lo noten, lo cual resulta incluso más aterrador: ser indiferente del resto, despreocuparse de los embates y las responsabilidades de la vida, ¿te hace diferente del resto?, ¿realmente te separa de la vida misma? ¿O todo -la cotidianidad de un gerente o la de un estudiante "liberado"- es, al fin y al cabo, lo mismo: una prisión?
  Puede que no haya entendido del todo bien el tema tratado, no por culpa de la película, que está genial, sino por mi culpa, pues admito que tenía sueño al momento del visionado, lo cual hizo que mi mente, tan sólo en un par de ocasiones -lo que nos demuestra que la película entera es importante, que TODO nos está diciendo algo-, comenzara a divagar y perderse en esos inútiles recovecos de la memoria. De todas formas la película, este diario filmado, invita a más visionados, de seguro cada cual más fascinante que el anterior, al tener uno la posibilidad de seguir descubriendo capas que le otorguen más sentido al mensaje central de la película: ¿un ensayo sobre la indiferencia individual como algo inocuo versus la indiferencia social como agente destructor y desestabilizador humano? Ya diré más adelante, aunque no en esta entrada, ya escrita, terminada y subida a los indelebles archivos del blog.
  Para terminar, elogios hacia los elementos formales:
1.- El texto que recita la narradora es brillante y exquisito. Sigue una progresión espectacular desde la euforia inicial del no vivir preocupado hasta el terror absoluto del prácticamente no existir, no ser; o, peor aún, que esa libertad no signifique nada.
2.- El montaje, que aúna a la perfección el componente literario como el cinematográfico. Si la palabra dice una cosa, la imagen lo refleja sin mayores artificios ni aspavientos, y al final, el montaje les da el significado definitivo. Gran trabajo cinematográfico.
3.- Como resultado de (2), la atmósfera generada es magnética, claustrofóbica, desoladora, etc. No sólo es el protagonista quien inicia y vive en carne propia el no-viaje, también el espectador se ve imbuido por este proceso, algo acrecentado por la narración en segunda persona -en "tú"- de la narradora, quien parece increparnos también a nosotros: "vagas por todos lados para terminar en el mismo lugar donde empezaste", "no eres diferente a los demás, no eres especial".
  ¿Al final la cosa va sobre la humanidad y su frialdad inherente? Eso digo, que hay que verla, por primera vez, para luego seguir con las veces que se te hagan necesarias. Espero estar en plenitud de mis facultades para la próxima, pues no me quiero perder nada de nada. Ustedes tampoco.

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