sábado, 11 de julio de 2015

Happy end - 1966


Director: Oldřich Lipský

  Luego de una semana ocupada, creo que por fin estoy en condiciones mentales para volver a ponerme al día con la larga y nutrida filmografía de John Ford, no obstante, me gustaría comentar un par de películas que hace largo tiempo tenía pendientes y que, dadas las circunstancias, consideré apropiado verlas ahora. De la antigua Checoslovaquia, la que tuvo una atractiva y numerosa cinematografía en los sesenta y setenta -mayormente en los sesenta, su época dorada, tan sólo busquen nombres y títulos-, sale esta película cuya mayor atracción es que está contada al revés, pero sin medias tintas: comienzas por "el final", y luego todo en reversa hasta "el inicio"; la cosa no está dividida en secuencias o segmentos como en "Memento", "Irreversible" o "Peppermint Candy", acá la gracia se lleva hasta el extremo absoluto... Y, pienso yo, el director y la película salen airosos.


  Pues bien, cómo decirlo... un hombre es ejecutado, y mientras la imagen avanza en reversa veremos cómo es que llegó a estar bajo la guillotina, aunque el hombre nos narra su historia desde una curiosa y hasta inocente perspectiva, la que podría decirse que es una historia completamente diferente.


  Sabemos que los ejemplos dados al inicio que han recurrido a esta técnica de comenzar por el final y terminar por el principio suelen descansar en una visión un tanto oscura de la realidad: que, después de todo, estamos condenados desde el principio -todo sometido a los matices propios de la producción de cada cinta, claro-. Irónicamente, en la cinta de Lipsky la visión no parece ser ésa, incluso cuando lo primero que vemos es la cabeza del protagonista "ser devuelta" a su cuerpo. Esta última oración nos mete de lleno en la esencia de la película: el absurdo, ese lugar desde el que se posiciona la mirada con que el protagonista nos narra su historia, no una de muerte sino una de vida, la que según él comienza con su nacimiento otorgado por el sistema de justicia y los verdugos.
"Happy end" es tremendamente hilarante en su sinsentido, ése que retuerce -que no sólo invierte- el sentido de las cosas, ya sea en los acontecimientos en sí como en la disposición de los diálogos -también inversos-, cuyos nuevos ordenamientos son altamente divertidos y estimulantes. Mucha gracia me ha hecho la escena en la que los policías van a despertar al protagonista para su ejecución, pues como estamos en una película inversa, es como si los policías lo sacaran de la guillotina para llevarlo a la cama a descansar y luego liberarlo a la sociedad. Y ese no es más que de los primeros ejemplos que se pueden dar pero que no daré, pues entraría a destripar el argumento -pero si ya les conté el final... (¿?)-. Lo más importante de todo es la elogiable capacidad del director de contar dos historias: la "oficial" -aquella que cronológicamente acaba con la ejecución del protagonista-, cuyo sentido no tiene nada de gracioso ni liviano -el tipo no llegó a la guillotina por mero capricho-, y la que nos cuenta nuestro inocente y bonachón protagonista, que hasta casi parece una historia de injusticia para con él puesto que la vida no paró de lanzarle infortunios... Sólo esta característica vale la pena por montones, y es que no es fácil hacer reír jugando con los límites formales de la narración y el lenguaje. No estamos ante la gracia por la gracia; "Happy end" es inteligente y desafiante, no se conforma sino que busca nuevas formas de transgreder el límite de lo establecido.
  Lo que no me ha gustado es el final, muy apresurado y carente de gracia, altamente contrastado con lo gracioso y bien pensado que estuvo el relato hasta entonces. Pero en fin, "Happy end" es un altamente recomendable y digno divertimento, aunque su gracia no lo convierte necesariamente en una obra cinematográfica magistral y sublime. Está bien lograda, funciona de maravillas según sus propios parámetros, pero vamos, no hay que exagerar. Eso sí, la volvería a ver con tal de dejarme llevar y encantar por su delicioso sentido del humor, que trasciende y potencia el experimento narrativo, "la gracia". Vamos, vayan por ella, si además dura tan sólo 70 minutitos...

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