jueves, 25 de febrero de 2016

Cheyenne Autumn - 1964


Director: John Ford

  Ya ubicados en la parte final de su filmografía, acá vamos con el último western hecho por Ford luego de "The man who shot Liberty Valance" (ya dijimos que no consideramos a "How the West was won" una película del maestro), una ambiciosa propuesta que, no es que sea tan importante a menos que nos topemos con idiotas, me imagino que termina de demostrar que Ford no tenía un pelo de racista o patriotero, aunque como digo, si uno no tiene tanta basura en la cabeza entonces la aclaración no es necesaria. De "Cheyenne Autumn" podemos decir, extrañamente, que a pesar de ser una obra notoriamente personal de Ford, no es tan magnífica como sus intenciones y minutos iniciales sugerían, aunque por lo menos sigue teniendo la innegable calidad fordiana. Pero, por desgracia, ello no parece ser suficiente...


  Los Cheyenne, expulsados de su tierra e instalados en un árido paraje desértico, cansados de tanta humillación, indiferencia y faltas de respeto por parte del ejército y/o el gobierno de los Estados Unidos, deciden emprender el regreso a casa, sin importar lo difícil que sea el camino a recorrer.


  Las intenciones de Ford son nobles y honestas y ello se nota inmediatamente en sus cuidadas, significativas e imponentes imágenes, en donde lo que más sobresale no es la inmensidad del paisaje como la entereza y la fortaleza Cheyenne, las que le otorgan al fotograma su particular poder narrativo. Ford, como ya lo fue demostrando a partir de "The Searchers" (leí que alrededor de un año después el hombre comenzó a elaborar tratamientos e ideas sobre el éxodo Cheyenne, que es un acontecimiento real), vuelve a subvertir algunos preceptos narrativos y argumentales, reflexionando y cuestionando la moral de los mismos, esta vez filmando desde el punto de vista Cheyenne (sin importar si la cámara se encuentra entre medio de los indios o de los estadounidenses) el desprecio que el gobierno gringo, tanto simbólica como explícitamente, les ha dedicado durante tanto tiempo. Y no sólo se limita a los soldados y funcionarios gubernamentales, sino que también a la sociedad, en su gran mayoría consumida por prejuicios y mal periodismo. Así, sólo resta decir que el retrato que Ford hace de la lucha y el viaje Cheyenne es, al menos en su concepción, auténticamente conmovedora, energía e intenciones que sacan lo mejor del filme en los mejores momentos, así como aquellos más discretos.
  Dicho esto, considero que hay varios elementos, sobre todo relativos al guión, que le da por dispersar su núcleo sustancial, que merman el resultado final. Primero que todo, aquel impropio episodio intermedio protagonizado por un hilarante James Stewart como un jocoso Wyatt Earp (acompañado de un John Carradine también muy simpaticón, al menos ya no como el típico villano ultra conservador) en donde unos machos texanos gritan a los cuatro vientos que los Cheyenne están pasando cerca de Dodge City, clamando que vayan todos a exterminarlos. Earp se une para poner paños fríos, y luego de unos cuantos disparos y persecuciones, finaliza el episodio, sin entender muy bien qué aporta al conjunto o cómo termina el entuerto. Quizás la manifestación en carne propia del odio hacia los indios era lo que debíamos sacar en limpio, pero es que eso ya se sabe sin necesidad de dedicarle veinte minutos. El episodio en sí no está mal, pero también rompe la lógica decididamente solemne y sublime del éxodo Cheyenne, así que su razón de ser me sigue siendo un misterio, a menos que su inclusión se deba a un afán estrictamente docu-histórico, es decir, ponerlo ahí porque así fue. De ser esa la razón, no me parece coherente (y no me consta que un relato con varias licencias históricas se obligue a ser "fiel").
Lo segundo tiene que ver con la misma identidad y propósito de la película, que más que ser una historia propiamente tal, busca ser, como decía Ford, una elegía al éxodo Cheyenne. Así, no era necesario elaborar un argumento tan extenso para demostrar la fortaleza y el dolor de los indios, y los acontecimientos no destacan por su fuerza y contundencia (disputas internas del ejército, de los indios...), además de volverse un poco iterativos en determinado punto. Las imágenes siempre buscan el lirismo, pero el argumento se queda en mitad de camino en cuanto a intensidad narrativa y dramática. Esto contribuye a que la narración se vuelva algo cansina, pues las imágenes no son suficientes en una película, eso ya lo sabemos.
Podríamos discutir si también era necesario mostrar los tejemanejes del ejército con respecto a los indios, lo que en teoría es acertado toda vez que es la manera en que Ford hace que 'lo estadounidense' dialogue consigo mismo para así poder dialogar con 'el otro'. Pero como es la tónica de la cuestión, le falta intensidad y pertinencia dramática, aunque no niego que es todo un gustazo ver a Edward G. Robinson haciendo de sensato y conciliador político. Con esto también queda claro que Ford no las emprende con la sociedad estadounidense, pero sí con ese lado oscuro de su idiosincrasia y su historia, y el sinsentido de la violencia y la incomprensión que se engendra hacia los indios.
  Como decimos, muy noble y honesto todo, grandes intenciones las de mostrar el dolor y el sueño de un pueblo, pero como conjunto, si bien efectivo, le urge bastante síntesis y mayor decisión o precisión dramática. Con éso podríamos haber tenido un filme memorable, de seguro una obra maestra, porque material no le faltaba. Pero al menos Ford sigue demostrando su impecable mano y su aguda mirada, y es que a pesar de todo las secuencias están bien resueltas y ejecutadas, lástima que el fondo quedara cojo en su relato. Una película problemática, sin duda, pero de ineludible visionado. O como quieran...

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