viernes, 12 de febrero de 2016

Collaborator - 2011


Director: Martin Donovan

  Viendo las películas de Adrienne Shelly recordé a Martin Donovan, otro de esos grandes descubrimientos que Hal Hartley hizo en su momento (después de "Henry Fool" se ha dedicado a recurrir a la numerosa camada de actores que sacó a luz, y sus pocos nuevos descubrimientos no tienen la misma calidad que los primeros, aunque podríamos debatir sobre si son realmente descubrimientos o actores pasajeros, sin que tal consideración sea peyorativa), y me puse a revisar su filmografía para ver qué ha hecho estos últimos años aparte de tener un pequeño pero importante rol en "Inherent Vice". Me sorprendo al ver que se atrevió a dar el salto a la dirección el 2011 de la mano de "Collaborator", una interesante propuesta de menos de ochenta minutos que bien vale la pena ver por su efectiva y atractiva ejecución, si es que el nombre de Martin Donovan no les es suficiente.


  Martin Donovan interpreta a un dramaturgo de capa caída cuyas obras no tienen el éxito que el hombre gozó en sus inicios, y que parecen sumirlo en el desaliento total. En un viaje a Los Angeles, California, es mantenido como rehén en la casa materna por un vecino que fue algo así como un amigo de la infancia, o al menos un conocido. A pesar de lo desagradable de la situación, puede que la experiencia no sea del todo mala, puede...


  Probablemente el tramo más débil de la película es el inicio, no la breve introducción que viene antes de que el título aparezca (la que nos muestra lo expuesto que se siente el dramaturgo frente a su público, como si su vida estuviese en constante escrutinio crítico, al igual que sus cada vez más menospreciadas obras), sino lo que ocurre entre lo descrito y el "secuestro" propiamente tal, que si bien es un tiempo bien utilizado en tanto establecimiento de personajes, conflictos, informaciones y otros detalles, como relato se antoja algo débil, poco hilado. La razón es que el fuerte y la gracia de la película se encuentra en la relación rehén-amigo-vecino-secuestrador-etc. que se desarrolla entre Martin Donovan y el personaje de David Morse, un cincuentón sin trabajo que se pasa bebiendo cerveza y cometiendo crímenes de poca monta pero igualmente de alta gravedad, que es lo que también viene a desarrollar las otras relaciones que tiene Donovan con el resto de personajes y consigo mismo, pues tal tensión dispara la urgencia de afectos: el "secuestro" (me cuesta llamarlo así, pero no se me ocurre otra palabra) es el motor narrativo total; sin ello, los conflictos y relaciones se muestran descafeinados y con pocas posibilidades de relato. Así, el tramo apuntado es un compendio de visitas y llamadas que como fuente de información y demás funcionan a la perfección con lo que sigue (me repito, lo lamento), como parte de un todo, pero si le quitas su importancia ulterior pierde todo cuerpo, y una escena, sea crucial o no, debería ser capaz de sostenerse por sí misma, por su propia naturaleza y no por su cualidad de instrumento o comodín argumental. Afortunadamente, una vez que David Morse "secuestra" a Donovan, lo verdaderamente bueno comienza.
  La mecánica es bastante simple: poca acción (entendida como disparos y enérgicas negociaciones, lo que también se extiende a la puesta en escena de Donovan, bastante serena aunque sombría a medida que profundicemos en los personajes) y harto diálogo, método para indagar en multitud de temas tales como la familia, la inspiración versus el disciplinado trabajo escritural, el arte y qué es, el teatro y qué es, la política, la propia persona versus la sociedad, etc. Las discusiones no son fascinantes solamente por los argumentos y tesis planteadas, también por su genuino interés en reflexionar en torno a ello y ampliar la mirada al respecto así como por la manera en que el contenido desplegado va desnudando a los personajes, arrebatándolos de sus moldes y dándoles entidad propia, una figura de carne y hueso (la evolución del personaje de Morse es notable, sobre todo porque al inicio su personificación de vulgar perdedor era exagerada y obvia, más aún cuando se contraponía al culto y refinado Donovan, que poco a poco parece ser el tipo más violento, al menos a nivel discursivo). Por lo demás los diálogos tienen un tempo y un ritmo constante, siempre desafiando al espectador y requiriendo su atención (no se dice nada complicado, pero las sutilezas enriquecen el resultado final), y por si no fuera suficiente, así como para que no digan que puro diálogo es muy "aburrido" y "lento" y esas cosas, Donovan realiza la retención con un negro sentido del humor que contribuye a hacerla más divertida y fluida (aunque no de manera facilista, tampoco esperen chistes a destajo), más natural si se quiere, o si no disfruten con la presencia de la mamá de Donovan, la llamada de una tía y el circo televisivo que se arma en torno a la situación (lo que también da pie a un momento de lo más tenso y dramático... Donovan levanta una puesta en escena tragicómica, ahora que lo pienso, donde cada elemento tiene una doble moral, dos caras).
  En un momento se me vino a la mente que "Collaborator" está mucho mejor escrita y dirigida que "Birdman", además de reflexionar mucho mejor sobre el teatro, el arte, la gente y esas cosas, y sin la vacua fanfarria de la estafa de G. Iñárritu (como no le gusta el González...). Pero para qué caer en comparaciones: "Collaborator" se defiende sola, no necesita ponerse al lado de malas películas para que sobresalgan sus atributos.
  Lo cierto es que "Collaborator" es un interesante, efectivo e impecable ejercicio fílmico que se pasa en un parpadeo y que ofrece importantes reflexiones. Recuerden que la dinámica y mecánica de la opera prima de Donovan es más dialéctica que de acción, pero no por ello es menos frenética e intensa ni mucho menos evita golpear al espectador en los momentos justos. Recomendada total.

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