sábado, 6 de agosto de 2016

Exotica - 1994


Director: Atom Egoyan

La otra película de Atom Egoyan a la cual le tenía infinitas ganas era "Exotica", otro de sus títulos más famosos y reconocidos. Les contaría lo que soñé, así como para rellenar esta parte del post, pero a decir verdad lo he olvidado, por lo tanto es mejor que nos vayamos al meollo del asunto inmediatamente, de lo contrario podríamos meternos en serios problemas, y como nadie quiere meterse en problemas...



Una película que comienza de esta forma tan hipnótica y magnética (esa magnífica banda sonora, ese travelling suave como una caricia) no puede defraudar en lo absoluto. Alguien dijo por ahí que "Exotica" es una película mágica y triste, y yo no puedo estar más de acuerdo con dicha sentencia. Triste y mágica. Extrañamente amoral y demencial, pero profundamente humana y afectuosa. Tierna y feroz. Desesperada, trágica, catártica. Ambigua, eso no se puede negar. Inclasificable, tal como decíamos ayer con respecto a "The Adjuster". Atom Egoyan filma la dolorosa e inapelable caída de sus personajes en una espiral de perdición y condena, pero también una más que necesitada redención, un sentido a sus vidas carentes de toda vitalidad y voluntad, la revelación definitiva. "Exotica" es otra historia de solitarios cercados por sus obsesiones y sus mentiras en donde el director explora la naturaleza de las relaciones interpersonales en una sociedad que, dominada por valores superfluos, asfixia y consume lenta y desgarradoramente aquello tan valioso (algo de difícil descripción, en todo caso) a lo que algunas personas se aferran con tanta urgencia... y con razón. El lugar al que todos van a parar es Exotica, un club nocturno en el que unas bellas señoritas bailan para sus clientes, entre los cuales se encuentra un hombre interpretado maravillosamente por un superlativo Bruce Greenwood (¿pueden creer que no recibió ninguna nominación? ¡Podría ser la actuación de su vida!), que de todas formas debe su presencia en el mentado club no a la lujuria sino a razones estrictamente emocionales que poco a poco iremos conociendo a medida que el desconcertante e intrigante relato fluya con esa turbia sofisticación tan propia de Egoyan. Al lado de Greenwood también estarán otros personajes igual de fascinantes y complejos, entre ellos un Don McKellar que me ha cautivado por completo, y eso que él como actor no me gusta nada (de hecho, su rol en "The Adjuster" me repugnaba bastante), lo cual, de paso, nos demuestra la gran dirección de actores de Egoyan. De esta forma, en un clima de extrañeza que no tiene nada que envidiarle a David Lynch ni (espero no pasarme) al Kubrick de "Ojos bien cerrados", seremos testigos de la brutal y visceral deconstrucción del luto, del dolor y la soledad, de la falta de amor y candor humano, del vacío existencial... tan "simple" como eso. Pero no me quiero despedir sin antes reiterar mis elogios a la capacidad que tiene el director para sacar a flote lo más transparente y turbio del ser humano mediante un exquisito lenguaje cinematográfico capaz de atraparte con sus imágenes, esas malditas y bellas imágenes... Y el final, ese maldito y bello final... Oh dios, ¿por qué me demoré tanto en ver algo de Atom Egoyan? No se pierdan estas joyas: son cine en su máximo (y más descolocante, tórrido) esplendor.

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