viernes, 23 de septiembre de 2016

Timbuktu - 2014


Director: Abderrahmane Sissako

"Timbuktu" también fue una de las cinco nominadas al oscar a mejor película extranjera de hace dos o tres años, y digo también porque hago alusión a "Mandariinid" y "Simindis k'undzuli" (comentadas ayer y anteayer). No ganó, sin embargo. La ganadora fue "Ida", comentada por acá. La única que me falta de esa edición es "Leviathan", la cual no veré hasta que haya visto las tres películas previas de su director, digo, algunas cosas hay que hacerlas en orden. Como sea, si miran a la derecha de estas líneas (y un poquito más arriba), verán que hice una nueva entrada en mi otro abandonado blog, una entrada que puede que les divierta y en la que me he esforzado lo suyo. Ahora, a dormir, que no me puedo las pestañas de tanto sueñzzzzzzz...


La de Abderrahmane Sissako es una mirada diáfana y humana, pero que no elude el meollo del asunto y que no teme en poner los puntos sobre las íes, gran lenguaje cinematográfico mediante. "Timbuktu" retrata la vida de un puñado de personajes que viven en la ciudad que da título al film, y que deben adaptarse a los cambios que impone un grupo de extremistas islámicos, cambios que todos sabemos no serán para nada positivos. Así, veremos obras de arte ser acribilladas por las balas, veremos personas ser apedreadas, veremos niños jugando fútbol con una pelota imaginaria (el deporte está prohibido), veremos calles silenciadas y vacías, veremos distintas expresiones culturales ser sistemática y cotidianamente reducidas a lo mínimo, veremos memoria y formas de vida extinguirse. Quizás eso sea lo más doloroso del fim: la transición de la belleza de la cultura, de la vida en sus distintas facetas y en toda su libertad, hacia la represión naturalizada (aunque no necesariamente aceptada). Sin embargo, el gran valor fílmico y la gran cualidad discursiva de Abderrahmane Sissako es que, a diferencia de muchos directores que entran en terrenos similares, su despliegue narratológico apuesta por un registro que me recuerda un poco al neorrealismo italiano, particularmente aquellas cintas bélicas como "Roma, cittá aperta", es decir, confiando en que la imagen y la construcción del espacio elaboren el discurso y sustenten el relato y la narración: sumergirse en el paisaje, ser parte de él, adentrarse en sus rincones oscuros y desconocidos: darnos la posibilidad a nosotros de conocer la verdad, de mirarla de frente, con todos sus matices y ambigüedades. Y no es fácil de hacer, pues ello requiere de un distanciamiento formal que no contravenga ni mucho menos manipule la capacidad emocional de la película, que es a lo que apela ese cine demagogo y simplón en donde alguna premisa discursiva superflua fuerza y asfixia al lenguaje (como "Carla's song", película que nunca me cansaré de odiar), en donde un simple enunciado es capaz de aniquilar la amplia gama de variedades que ofrece un lugar, un tiempo, una historia.
Por lo demás, y esto es algo que otorga más integridad, verosimilitud y credibilidad a la película, el realizador se desprende por completo de los típicos prejuicios a la hora de retratar a unos y a otros, aunque me refiero específicamente a los extremistas islámicos. Ojo, no digo que los tipos no sean prácticamente unas bestias deleznables (después de todo ahí tenemos las acciones del Estado Islámico y otros como prueba) o que el director los defienda ni nada similar, sólo señalo que Sissako construye su potente y lapidaria crítica a partir de la realidad y la cotidianidad, a partir de lo que son y no necesariamente lo que proyectan a Occidente (o lo que éste quiere percibir). Si nosotros imaginamos a tipos a los que les sale la baba cual perros rabiosos que van matando por ahí a tontas y a locas (imagen caricaturesca que realmente no ayuda mucho a comprender el problema), Sissako nos muestra a sujetos "tranquilos" y "normales" que imparten su "justicia" a través de sus "tribunales", casi como una ordenada sociedad común y corriente, sólo que prohibiendo música y obligando a mujeres a usar guantes y dando latigazos o piedrazos amparados en presupuestos ilógicos y retrógrados... Incluso nos muestra a los mismos extremistas no cumplir al pie de la letra sus propios postulados (tipos que hablan del fútbol con pasión, que fuman a sabiendas de los demás, que bailan y cantan...). Y, por supuesto, se aplica la misma lógica a los demás: no son blancas palomas, aunque sí deben cargar con un estigma injusto... La realidad es más compleja; Sissako pretende abarcar una pequeña muestra de ello, una pequeña muestra que nos permita ampliar la mirada y dar el siguiente paso hacia el entendimiento: abrir una ventana...
En efecto, puede que Abderrahmane Sissako haya hecho la película más crítica y más certera sobre el extremismo islámico del último tiempo, y eso que virtualmente no tomó partido, sólo mostró las cosas como son, en su día a día, cuando la belleza de una ciudad como Timbuktú se ve amenazada por la presencia de negras figuras...
Una modesta maravilla, sí señor.

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