Bueno, tercera y última película que hasta el momento ha hecho esta directora argentina, y ya hace bastante tiempo. Tengo que admitir que le tenía bastante fe a esta película, pero termina perdiéndose y cayendo en los mismos errores cometidos en La Niña Santa, provocando que la -nuevamente- interesante premisa argumental quede en, literalmente, nada. Ya ni siquiera hay momentos altos a los cuales aferrarse luego de que el suceso que desencadena todo lo demás pasa. El principio es lo mejor, y luego de ello, un trabajo fallido.
Una mujer, volviendo de algo que estaba haciendo con unas amigas, atropella algo en el camino, una larga y abandonada carretera donde prácticamente no hay alma alguna, salvo ella misma y lo que acaba de atropellar. Si es un humano o un perro no queda muy claro -aunque yo estoy segurísimo de que es un perro-, pero a la protagonista le perturba tanto que hasta lo más normal, cotidiano y rutinario, le resulta un infierno. Es la propia mente de la protagonista jugando con sus pensamientos y emociones, arruinándole la vida por completo.
Esta es, sin duda alguna, la película menos lograda de Lucrecia Martel dentro de las tres que ha hecho. Seguimos viendo los grandes rasgos que hacen de su cine algo prácticamente único, pero cada uno de sus tres trabajos tiene ligeras diferencias con el otro, diferencias que definen si la película termina valiendo la pena o no. El primer gran elemento en común es que las historias que Martel relata no son propiamente narrativas; para hacerlo simple, son películas no-narrativas. No son de aquellas que se resuelvan así como así luego del clímax y desenlace, que llegaron hasta ese punto exacto luego de la presentación pertinente y el desarrollo posterior. No sigue dichas etapas narrativas al pie de la letra, aunque hay algo de eso; sin embargo, no es una estructura a la que se acomode. Y, al igual que como lo dije en el post anterior de La Niña Santa -su segundo largo-, que es el mismo y gran error que esta película comparte, esta historia no-narrativa se intenta contar de una manera convencionalmente narrativa. Lo que, al final de todo, termina defraudando, ya que durante los primeros minutos se nos prometen cosas que luego no se cumplen.
Así que comenzamos con el atropello, para luego ver como la protagonista se siente culpable por no haber hecho nada el respecto, cosa que la atormenta sin descanso alguno, haciéndola sentir fuera de lugar y perdida. Luego del atropello vamos bien, ya que notamos todo por lo que la protagonista está pasando, pero inmediatamente la historia -y por lo tanto, la película- se diluye y diluye en situaciones comunes y corrientes, que para esta mujer son recordatorios del atropello que hizo, golpes que la aturden en todo momento, pero no para nosotros, que sentimos el peso de ver situaciones intrascendentes. Es lo mismo que en La Niña Santa: tenemos la situación detonante cuyas consecuencias vemos al instante, pero que no se desarrollan ni profundizan. Veremos, desde luego, un par de situaciones concretas ligadas de manera más directa al atropello, como aquellos momentos en los que la mujer parece tener mayor determinación, pero la cosa no avanza nada de nada. La mujer ya está dañada, quizás de antes, y no va a cambiar. Va a seguir atormentada pase lo que pase.
Ni los personajes ni la historia se desarrollan. Simplemente se dejan ahí -la mujer está en un estado de confusión constante y permanente; y la película es un atropello y nada más-.
Sin duda, lo que sostiene principalmente a la película es la confusión y ambigüedad que genera -sólo- en la mujer el atropello, porque nosotros sabemos que lo que atropelló fue un perro -repito, estoy segurísimo de ello-. El que ella no haya querido mirar qué atropelló es cosa de ella, pero el hecho de que nosotros como espectadores sepamos aquello que ella no sabe, y que es lo que le genera todos sus problemas mentales y psicológicos, es totalmente contraproducente. Ni espectador ni película están en la misma sintonía. Si, durante la secuencia del atropello, no se nos hubiera mostrado lo atropellado, estoy casi seguro de que lo que sigue habría sido mucho más misterioso e intimidante. Habríamos estado en la misma posición que la mujer. Pero todo queda claro desde el inicio. No hay nada interesante por ver. No los llantos, no los mareos, no las miradas, nada. Y para agregar más confusión a la mezcla, cerca del final la protagonista va haciendo unos descubrimientos que sugieren cosas totalmente distintas a las que el espectador se aferraba antes: que la mujer atropelló a un perro pero piensa que fue a una persona, y se vuelve medio loca por ello. Descubrimientos que son prácticamente una cachetada, un brusco cambio de dirección que se corta justo en medio, porque, recuerden, a Lucrecia Martel le gustan aquellos finales que no resuelven nada. Ni lo del principio ni lo que metió al final. Al final, uno se pregunta si lo que vio valió la pena, o si realmente importó.
Realmente pienso que los acontecimientos de la película están pobremente desarrollados y construidos como un todo. Hay un par de minutos bien logrados, que sugieren en ese corto lapso más de lo que lo hace el resto de la película, sobre todo a nivel mental de la protagonista, pero que no alcanzan a salvar a La mujer sin cabeza del tedio y hastío en que cae luego del atropello. Simplemente, la película se aletarga.
Y para que no todo sea malo, vale la pena mencionar que Lucrecia Martel parece haber depurado un poco más su lenguaje audiovisual, que sigue igual de envolvente, y misterioso en ocasiones. Ella es fanática del cine de terror, y se nota que maneja la atmósfera. Cuando la protagonista está en el hotel, cerca del final, hay un instante que quedó fantástico. En este ámbito no hay nada que criticar. Pero no todo es la pura estética y atmósfera. Si la historia no nos interesa en lo más mínimo, entonces lo demás tampoco, por más bien que haya quedado una que otra escena. Me gustó la actuación de la actriz protagonista... y no sé qué más decir. Ah, claro... están los bolivianos que socialmente tienen un papel menor, y la descripción de protagonistas mujeres acomodadas que sufren distintos tipos de decadencia. Pero la película no se trata de eso, ¿cierto?
Casi lo olvido... La mujer sin cabeza es una co-producción entre Argentina, Francia, España, y Alemania o Italia -no recuerdo cual-, cuyo productor principal es nada menos que Pedro Almodóvar.
En fin, otra película de Martel que comienza con una buena idea pero que se pierde con el correr de los minutos. No sólo de algunos buenos momentos vive una película, sino del todo que es. Haciendo un balance, sólo La Ciénaga me gustó, mucho mejor escrita y dirigida que las dos siguientes. Para terminar con La mujer sin cabeza, nada más digo que es una película fallida: quiere contar algo que realmente no quiere contar, o cuenta algo de una manera que no revela nada de nada. El problema no es el ritmo pausado -algo que me parece de las mejores características que una película pueda tener, especialmente en estos tiempos donde la quietud está infravalorada-, sino que no pasa nada a un nivel más profundo que el de las someras acciones.
Realmente pienso que los acontecimientos de la película están pobremente desarrollados y construidos como un todo. Hay un par de minutos bien logrados, que sugieren en ese corto lapso más de lo que lo hace el resto de la película, sobre todo a nivel mental de la protagonista, pero que no alcanzan a salvar a La mujer sin cabeza del tedio y hastío en que cae luego del atropello. Simplemente, la película se aletarga.
Y para que no todo sea malo, vale la pena mencionar que Lucrecia Martel parece haber depurado un poco más su lenguaje audiovisual, que sigue igual de envolvente, y misterioso en ocasiones. Ella es fanática del cine de terror, y se nota que maneja la atmósfera. Cuando la protagonista está en el hotel, cerca del final, hay un instante que quedó fantástico. En este ámbito no hay nada que criticar. Pero no todo es la pura estética y atmósfera. Si la historia no nos interesa en lo más mínimo, entonces lo demás tampoco, por más bien que haya quedado una que otra escena. Me gustó la actuación de la actriz protagonista... y no sé qué más decir. Ah, claro... están los bolivianos que socialmente tienen un papel menor, y la descripción de protagonistas mujeres acomodadas que sufren distintos tipos de decadencia. Pero la película no se trata de eso, ¿cierto?
Casi lo olvido... La mujer sin cabeza es una co-producción entre Argentina, Francia, España, y Alemania o Italia -no recuerdo cual-, cuyo productor principal es nada menos que Pedro Almodóvar.
En fin, otra película de Martel que comienza con una buena idea pero que se pierde con el correr de los minutos. No sólo de algunos buenos momentos vive una película, sino del todo que es. Haciendo un balance, sólo La Ciénaga me gustó, mucho mejor escrita y dirigida que las dos siguientes. Para terminar con La mujer sin cabeza, nada más digo que es una película fallida: quiere contar algo que realmente no quiere contar, o cuenta algo de una manera que no revela nada de nada. El problema no es el ritmo pausado -algo que me parece de las mejores características que una película pueda tener, especialmente en estos tiempos donde la quietud está infravalorada-, sino que no pasa nada a un nivel más profundo que el de las someras acciones.
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