Es común que las series vayan terminando una tras otra en un corto período. Por ejemplo, el miércoles o martes pasado terminó la primera temporada de la versión televisiva de Fargo -de la cual ya dejé mis opiniones justo la otra vez, hace poco-, este domingo va a terminar la primera temporada de Penny Dreadful -de la cual he visto cuatro episodios, tengo tiempo para ponerme al día-, y hace unos diez días, un día domingo, terminó la cuarta temporada de esta magnífica serie llamada Game of Thrones, o si lo prefieren así, Juego de tronos. Debo decir que las tres me han gustado mucho, aunque en el caso de Penny Dreadful, hay que esperar que termine para tener una mejor opinión -no me gustan esos artículos que recomiendan algo cuando la serie va en la mitad, por ejemplo-. De todas formas, este post es de la serie de HBO y ninguna otra más, así que sigamos con ella; y desde luego, sin spoilers.
Primero una aclaración: cuando digo que no van a haber spoilers es porque realmente no van a haber spoilers, pero de la cuarta temporada. Y para serles sinceros, tampoco les voy a destripar sin ton ni son las tres primeras, pero si sale algo, entonces no hay nada que alegar. Digo, han pasado ya cuatro años desde el comienzo de la serie, y si alguien que no la ha visto aún se enoja porque de repente digo algo que pasó en la primera temporada, realmente no hay fundamentos para defender dicho enojo. Al menos está la garantía de que no voy a tirar spoilers con mala intención, pero han pasado tantas cosas que una afirmación inocente puede contener un terrible acontecimiento. Termino este párrafo con una pequeña situación: ¿pueden creer que todavía hay personas que se enojan cuando alguien suelta, sin querer, un 'spoiler' -a estas alturas, realmente ya no lo son- de Breaking Bad? ¡Ha pasado casi un año desde su final! No es culpa de los que vemos las series a tiempo que los fanáticos de cartón se enojen por su propia estupidez. La desfachatez es increíble. Y eso que no doy nombres ni apellidos; todavía recuerdo a los mega fanáticos que no habían ni visto la primera temporada cuando el episodio final salió al aire. ¿Hay algo más patético que eso?
En fin, para la cuarta temporada ya han pasado infinidad de cosas, muchas de ellas impactantes y auténticos golpes al estómago del espectador. Las intrigas políticas siguen a la orden del día en King's Landing, el norte no para de sufrir -los Stark tampoco-, más allá del muro una guerra sigue escalando mientras extrañas y variopintas criaturas van apareciendo, Daenerys sigue en su cruzada conquistadora y libertadora con miras a recuperar el trono arrebatado a su familia mucho tiempo atrás, los Lannisters siguen siendo los más odiados -a excepción de uno... bueno, en realidad dos- y, al parecer, todavía se viene el invierno. Esperen mucha sangre, muchas muertes y una que otra sorpresa.
Era una regla no escrita, o tal vez sí estaba escrita desde el comienzo de la serie, pero el episodio nueve de cada ciclo siempre ha sido aquel donde uno se queda sin aliento y con la moral por el suelo del impacto que provoca ver los hechos que acontecen. En los episodios restantes sí que pasaban cosas duras o grandes a nivel argumental -como que mueran personajes importantes, o al menos que sufran alguna severa lesión física-, pero nada comparado con ver como un gran y honorable personaje es decapitado, una familia entera masacrada o una importantísima e intensa batalla ganada por quien menos queremos. El episodio nueve es el buque insignia de cada temporada, al cual llegan todas las tramas posibles durante los ocho episodios previos, y del cual comienzan a rearmarse las cosas en el décimo, que suele ser bastante tranquilo pero no por ello menos poderoso. De todas formas, los penúltimos capítulos siempre resultaban más emocionantes y memorables que los finales de temporada.
Pero, lo que me parece una estupenda jugada, la presente cuarta temporada resulta ser atípica y heterodoxa en su estructura, pues, ya al segundo episodio, sucede algo del tamaño de una catedral. Y durante los restantes siempre da la impresión de que la tensión no puede ser mayor, que ya alcanzó y superó con creces el punto álgido de la temporada completa. Pero no, la tensión crece y crece y crece, sin detenerse, ni siquiera para darnos un pequeño respiro. Y ahí tienen el episodio seis -soberbio el monólogo final-, el ocho -brutal, con todas sus letras-, el nueve -el peor de los episodios nueve, bastante vilipendiado pero igualmente bien dirigido, aunque algunos momentos no quedaron todo lo memorable que debían quedar- y el diez, el mejor final de temporada hasta la fecha. Me imagino que a raíz de lo anterior las temporadas siguientes van a dejar de lado ese esqueleto que solía armarlas antes -sin ser esto algo malo-, para construir cada nuevo ciclo de manera más arriesgada e inesperada. Y siempre da gusto que algo te sorprenda tanto, que sea como una cachetada que no viste venir en ningún momento. Hay varios momentos que me han dejado con la boca abierta.
A nivel general, esta cuarta temporada está relatada muy bien, dejando prácticamente para cada episodio algún evento importante dentro de todo ese particular universo, cosa que se agradece bastante, especialmente considerando que esta ha sido la temporada de los cambios, donde lo establecido comienza a tambalear, ya no tanto en la parte creativa -donde está el mencionado cambio de estructura-, sino por los acontecimientos que atestiguamos continuamente. Me ha gustado mucho que algo tan potente se haya dejado para el segundo episodio, puesto que esto sirve como principal motor y pilar para lo que es el resto de la temporada. Con todo, a nivel de guión también hay varias cosas que reprochar.
Vale la pena aclarar primero que cada episodio en particular está escrito brillantemente. Puede que algunos tengan escenas que parecen fuera de lugar -como cuando Gusano Gris mira a la traductora de Daenerys bañarse en el río, cosa que me imagino tendrá mayor relevancia en un futuro, por algo apareció-, pero obviando eso la calidad de los guiones siempre es notable. Los diálogos son soberbios -con excepciones, como todo-, las cosas se ordenan hábilmente y siempre está el agradable sentido del humor. Eso a nivel particular, pero si se tiene una perspectiva más grande, tampoco se puede negar que los diez episodios estén construidos de manera sólida -como ya dije, la estructura de este cuarto ciclo gana mucho por lo atípica de la misma-, pero hay cosas que te impiden decir que estemos ante un guión de oro, cien por ciento perfección, el mejor de toda la televisión. La cosa es sencilla: tantas tramas y personajes llevan inevitablemente a mantener en el olvido a muchos de estos. Por ejemplo, a pesar de la importancia de Margaery Tyrell y todo lo que puede aportar a la escena política de King's Landing, en la segunda mitad de la temporada prácticamente no aparece -y digo prácticamente por si aparece alguna vez que no recuerde, porque de verdad no recuerdo que haya vuelto a aparecer-, lo mismo con su simpática e inteligente abuela. El caso de Theon Greyjoy es peor; no bastó con que estuviera toda la tercera temporada siendo torturado, ahora fue relegado a un segundo lugar dentro de toda la trama que es la escena política del norte. Daenerys, por más que no sea realmente necesario verla siempre, aparece incontables ocasiones, muchas de ellas para que la madre de dragones aprenda que las utopías no existen -y las lecciones morales se repiten una y otra vez-. Y los tres ejemplos anteriores revelan la inconsistencia que hay entre las tramas -o los lugares que sirven como eje a dichas tramas-.
King's Landing es el lugar, eje político y argumental que más minutos acapara. No me quejo, me encanta King's Landing y todas sus intrigas. No soy muy fanático de Daenerys -menos ahora que decidió no desnudarse más y dárselas de educadora moral-, así que el abundante tiempo que le dedican -a ella o a todos sus amiguitos- me resulta a veces pesado, pero no tengo problemas en admitir que en ocasiones es necesario. Igualmente, como ya dije recién, muchos minutos que recibe no parecen ser realmente importantes, especialmente si comparamos su tiempo con el de King's Landing, el cual vale cada minuto que tiene. El norte debería recibir muchos más minutos, pues es un territorio cuya fuerza puede ser demoledora, cosa que no queda muy claro con el poco tiempo que tiene -al menos hasta el episodio siete, que es cuando te lo explican con lujo de detalles-. De todas formas, el poco tiempo del norte parece irse en la decadencia de Theon y la depravación de Ramsay -con una que otra lucha llevada a cabo muy a la rápida, no vaya a ser que Daenerys se enoje por aparecer menos-. Con respecto al muro y todo lo que está más allá de él, no tengo nada de que quejarme; todo el tiempo que tiene está bien organizado entre Jon Snow, los salvajes y el alucinante viaje de Bran Stark.
Me perdí. Recapitulemos: King's Landing vale cada minuto que tiene; Daenerys tiene más de lo que merece; el norte tiene menos de lo que merece y lo poco que tiene lo malgasta mucho en Ramsay y Theon -sólo cuando aparece el infame Lord Bolton la cosa vale realmente la pena-; y, el muro y más allá de él debería tener más, pero se sabe organizar bien con lo que tiene -de todas formas, si tuviera más tiempo sería bueno no dejar abandonado tanto tiempo a Bran y su pandilla: de repente está muy muy lejos, y luego en un parpadeo casi llegando-.
Estos desequilibrios no quitan que la temporada haya estado de lujo y muy bien escrita. Espero que, especialmente debido a tantas muertes -aunque de seguro varios más aparecerán-, las cosas se organicen un tanto mejor, porque ahí sí que las cosas quedarían narradas magistralmente. Ahora que me fijo, puede sonar a contradicción: que a grandes rasgos la temporada esté bien construida, que cada episodio en particular esté escrito estupendamente, pero que las tramas están desbalanceadas con varios momentos que quedan demás. Supongo que a pesar de esto último la trama está muy bien llevada, y eso es harto decir. Al menos no han dejado de provocar adicción por la trama en el espectador, adicción provocada desde el inicio mismo de la serie. Y es que esto es lo mejor: no son tramas temporales; es una sola gran historia -mal que mal, es la historia de Westeros y el otro continente- desarrollada a lo largo de todas las temporadas juntas, historia que se extenderá hasta la séptima temporada -si no me equivoco, hace tiempo salió una noticia así-.
Para ir finalizando, a pesar de contar con imágenes poderosas y momentos cautivantes, pienso que la estética de la serie no es nada especial ni del otro mundo. Claro, los paisajes son sobrecogedores, los castillos igual y visualmente no hay nada que menoscabar, pero, insisto en esta palabra, a nivel estético no hay nada muy distintivo. El fuerte de la serie es su escritura, bien complementada con las estupendas direcciones de cada director de turno, pero no me digan que Game of Thrones tiene un uso del lenguaje televisivo -o cinematográfico, si quieren- único y sobresaliente. La cámara se usa bien, las composiciones igual se usan bien, la banda sonora se usa bien, y de vez en cuando hay deliciosos juegos visuales-informativos, pero más que el lenguaje, el sello distintivo de la serie es su visualidad, toques medievales y mediterráneos, y la manera en que se desarrolla el tejemaneje de cada lugar. De todas formas, no me tomen por alguien desdeñoso ni nada por el estilo, Game of Thrones me encanta y pienso que está muy bien lograda, siendo de las mejores series en la actualidad. No todas logran la calidad consolidada hasta la fecha en este intrigante y frío mundo creado por George R.R. Martin.
Gracias a algunas excelentes direcciones los momentos terribles son aún más terribles por lo bien filmados que quedaron. Las conversaciones, los duelos, las batallas, los monólogos, algunas muertes desbordan tensión y nerviosismo, y uno piensa que no va a aguantar más. El segundo episodio tiene unos diez minutos finales de infarto, al igual que el brutal ocho. Al contrario, el nueve empieza de infarto y sigue así hasta que va terminando, cuando algunos momentos quedaron un tanto desinflados. El final de temporada es todo un vaivén de emociones, pero uno muy bueno. Súmenle a ello la exquisita violencia y gore que abunda, los deliciosos desnudos que a veces nos deslumbran, y tenemos una serie que es un agrado de ver, a pesar de los reproches al guión que se puede hacer -abandonos de personajes y tramas- y todo el lío en que metí al mencionar lo de la estética única que a mi juicio Game of Thrones no tiene -incluso siendo visualmente sobresaliente, con estas capturas como buena prueba de ello-. Y cómo no, los personajes. Mencionarlos uno por uno no vale la pena. Lo único que diré de este variopinto grupo que conforma el reparto es que la gran mayoría lo hace muy bien, tienen grandes personalidades y sufren enormes cambios que demuestran un pensado y cuidado desarrollo interno y, ciertamente, externo. Traten de no encariñarse demasiado, o al menos sepan que, tarde o temprano, todos -ahora hablo de la vida real- se mueren en algún momento. A veces con dignidad a veces no, pero nos morimos al fin y al cabo.
Como sea, gran serie, gran final, gran temporada. Si no han visto ninguna temporada o no se han puesto al día con esta, les recomiendo que lo hagan de inmediato. Lo van a pasar de maravillas -Tyrion es un encanto-.
Pero, lo que me parece una estupenda jugada, la presente cuarta temporada resulta ser atípica y heterodoxa en su estructura, pues, ya al segundo episodio, sucede algo del tamaño de una catedral. Y durante los restantes siempre da la impresión de que la tensión no puede ser mayor, que ya alcanzó y superó con creces el punto álgido de la temporada completa. Pero no, la tensión crece y crece y crece, sin detenerse, ni siquiera para darnos un pequeño respiro. Y ahí tienen el episodio seis -soberbio el monólogo final-, el ocho -brutal, con todas sus letras-, el nueve -el peor de los episodios nueve, bastante vilipendiado pero igualmente bien dirigido, aunque algunos momentos no quedaron todo lo memorable que debían quedar- y el diez, el mejor final de temporada hasta la fecha. Me imagino que a raíz de lo anterior las temporadas siguientes van a dejar de lado ese esqueleto que solía armarlas antes -sin ser esto algo malo-, para construir cada nuevo ciclo de manera más arriesgada e inesperada. Y siempre da gusto que algo te sorprenda tanto, que sea como una cachetada que no viste venir en ningún momento. Hay varios momentos que me han dejado con la boca abierta.
A nivel general, esta cuarta temporada está relatada muy bien, dejando prácticamente para cada episodio algún evento importante dentro de todo ese particular universo, cosa que se agradece bastante, especialmente considerando que esta ha sido la temporada de los cambios, donde lo establecido comienza a tambalear, ya no tanto en la parte creativa -donde está el mencionado cambio de estructura-, sino por los acontecimientos que atestiguamos continuamente. Me ha gustado mucho que algo tan potente se haya dejado para el segundo episodio, puesto que esto sirve como principal motor y pilar para lo que es el resto de la temporada. Con todo, a nivel de guión también hay varias cosas que reprochar.
Vale la pena aclarar primero que cada episodio en particular está escrito brillantemente. Puede que algunos tengan escenas que parecen fuera de lugar -como cuando Gusano Gris mira a la traductora de Daenerys bañarse en el río, cosa que me imagino tendrá mayor relevancia en un futuro, por algo apareció-, pero obviando eso la calidad de los guiones siempre es notable. Los diálogos son soberbios -con excepciones, como todo-, las cosas se ordenan hábilmente y siempre está el agradable sentido del humor. Eso a nivel particular, pero si se tiene una perspectiva más grande, tampoco se puede negar que los diez episodios estén construidos de manera sólida -como ya dije, la estructura de este cuarto ciclo gana mucho por lo atípica de la misma-, pero hay cosas que te impiden decir que estemos ante un guión de oro, cien por ciento perfección, el mejor de toda la televisión. La cosa es sencilla: tantas tramas y personajes llevan inevitablemente a mantener en el olvido a muchos de estos. Por ejemplo, a pesar de la importancia de Margaery Tyrell y todo lo que puede aportar a la escena política de King's Landing, en la segunda mitad de la temporada prácticamente no aparece -y digo prácticamente por si aparece alguna vez que no recuerde, porque de verdad no recuerdo que haya vuelto a aparecer-, lo mismo con su simpática e inteligente abuela. El caso de Theon Greyjoy es peor; no bastó con que estuviera toda la tercera temporada siendo torturado, ahora fue relegado a un segundo lugar dentro de toda la trama que es la escena política del norte. Daenerys, por más que no sea realmente necesario verla siempre, aparece incontables ocasiones, muchas de ellas para que la madre de dragones aprenda que las utopías no existen -y las lecciones morales se repiten una y otra vez-. Y los tres ejemplos anteriores revelan la inconsistencia que hay entre las tramas -o los lugares que sirven como eje a dichas tramas-.
King's Landing es el lugar, eje político y argumental que más minutos acapara. No me quejo, me encanta King's Landing y todas sus intrigas. No soy muy fanático de Daenerys -menos ahora que decidió no desnudarse más y dárselas de educadora moral-, así que el abundante tiempo que le dedican -a ella o a todos sus amiguitos- me resulta a veces pesado, pero no tengo problemas en admitir que en ocasiones es necesario. Igualmente, como ya dije recién, muchos minutos que recibe no parecen ser realmente importantes, especialmente si comparamos su tiempo con el de King's Landing, el cual vale cada minuto que tiene. El norte debería recibir muchos más minutos, pues es un territorio cuya fuerza puede ser demoledora, cosa que no queda muy claro con el poco tiempo que tiene -al menos hasta el episodio siete, que es cuando te lo explican con lujo de detalles-. De todas formas, el poco tiempo del norte parece irse en la decadencia de Theon y la depravación de Ramsay -con una que otra lucha llevada a cabo muy a la rápida, no vaya a ser que Daenerys se enoje por aparecer menos-. Con respecto al muro y todo lo que está más allá de él, no tengo nada de que quejarme; todo el tiempo que tiene está bien organizado entre Jon Snow, los salvajes y el alucinante viaje de Bran Stark.
Me perdí. Recapitulemos: King's Landing vale cada minuto que tiene; Daenerys tiene más de lo que merece; el norte tiene menos de lo que merece y lo poco que tiene lo malgasta mucho en Ramsay y Theon -sólo cuando aparece el infame Lord Bolton la cosa vale realmente la pena-; y, el muro y más allá de él debería tener más, pero se sabe organizar bien con lo que tiene -de todas formas, si tuviera más tiempo sería bueno no dejar abandonado tanto tiempo a Bran y su pandilla: de repente está muy muy lejos, y luego en un parpadeo casi llegando-.
Estos desequilibrios no quitan que la temporada haya estado de lujo y muy bien escrita. Espero que, especialmente debido a tantas muertes -aunque de seguro varios más aparecerán-, las cosas se organicen un tanto mejor, porque ahí sí que las cosas quedarían narradas magistralmente. Ahora que me fijo, puede sonar a contradicción: que a grandes rasgos la temporada esté bien construida, que cada episodio en particular esté escrito estupendamente, pero que las tramas están desbalanceadas con varios momentos que quedan demás. Supongo que a pesar de esto último la trama está muy bien llevada, y eso es harto decir. Al menos no han dejado de provocar adicción por la trama en el espectador, adicción provocada desde el inicio mismo de la serie. Y es que esto es lo mejor: no son tramas temporales; es una sola gran historia -mal que mal, es la historia de Westeros y el otro continente- desarrollada a lo largo de todas las temporadas juntas, historia que se extenderá hasta la séptima temporada -si no me equivoco, hace tiempo salió una noticia así-.
Para ir finalizando, a pesar de contar con imágenes poderosas y momentos cautivantes, pienso que la estética de la serie no es nada especial ni del otro mundo. Claro, los paisajes son sobrecogedores, los castillos igual y visualmente no hay nada que menoscabar, pero, insisto en esta palabra, a nivel estético no hay nada muy distintivo. El fuerte de la serie es su escritura, bien complementada con las estupendas direcciones de cada director de turno, pero no me digan que Game of Thrones tiene un uso del lenguaje televisivo -o cinematográfico, si quieren- único y sobresaliente. La cámara se usa bien, las composiciones igual se usan bien, la banda sonora se usa bien, y de vez en cuando hay deliciosos juegos visuales-informativos, pero más que el lenguaje, el sello distintivo de la serie es su visualidad, toques medievales y mediterráneos, y la manera en que se desarrolla el tejemaneje de cada lugar. De todas formas, no me tomen por alguien desdeñoso ni nada por el estilo, Game of Thrones me encanta y pienso que está muy bien lograda, siendo de las mejores series en la actualidad. No todas logran la calidad consolidada hasta la fecha en este intrigante y frío mundo creado por George R.R. Martin.
Gracias a algunas excelentes direcciones los momentos terribles son aún más terribles por lo bien filmados que quedaron. Las conversaciones, los duelos, las batallas, los monólogos, algunas muertes desbordan tensión y nerviosismo, y uno piensa que no va a aguantar más. El segundo episodio tiene unos diez minutos finales de infarto, al igual que el brutal ocho. Al contrario, el nueve empieza de infarto y sigue así hasta que va terminando, cuando algunos momentos quedaron un tanto desinflados. El final de temporada es todo un vaivén de emociones, pero uno muy bueno. Súmenle a ello la exquisita violencia y gore que abunda, los deliciosos desnudos que a veces nos deslumbran, y tenemos una serie que es un agrado de ver, a pesar de los reproches al guión que se puede hacer -abandonos de personajes y tramas- y todo el lío en que metí al mencionar lo de la estética única que a mi juicio Game of Thrones no tiene -incluso siendo visualmente sobresaliente, con estas capturas como buena prueba de ello-. Y cómo no, los personajes. Mencionarlos uno por uno no vale la pena. Lo único que diré de este variopinto grupo que conforma el reparto es que la gran mayoría lo hace muy bien, tienen grandes personalidades y sufren enormes cambios que demuestran un pensado y cuidado desarrollo interno y, ciertamente, externo. Traten de no encariñarse demasiado, o al menos sepan que, tarde o temprano, todos -ahora hablo de la vida real- se mueren en algún momento. A veces con dignidad a veces no, pero nos morimos al fin y al cabo.
Como sea, gran serie, gran final, gran temporada. Si no han visto ninguna temporada o no se han puesto al día con esta, les recomiendo que lo hagan de inmediato. Lo van a pasar de maravillas -Tyrion es un encanto-.
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