miércoles, 22 de octubre de 2014

The Knick - Temporada 1


Creadores: Jack Amiel & Michael Begler
Director: Steven Soderbergh

   Cinemax ya nos ha entregado dos temporadas de "Banshee" que han resultado ser más que buenas, especialmente la primera, que a pesar de sus pequeñas falencias, me maravilló. Por lo mismo no esperaba menos de "The Knick", que además cuenta con la dirección de Steven Soderbergh, un sujeto que siempre me deja con buen sabor de boca, y la actuación estelar de Clive Owen, de esos actores que siempre convencen con su tremendo desplante. En pocas palabras, "The Knick" es una serie muy, muy bien hecha que si ya al inicio da luces de lo genial que puede ser, ya para el episodio final de temporada demuestra que lo suyo no fue puro ruido ni palabrería. Satisfacción es la sensación final, si me entienden.


  The Knickerbocker es el hospital en el que transcurre la acción de los diez episodios, ambientados en los inicios del siglo XX, en el cual veremos dos mundos relacionarse íntima y caóticamente: el de la medicina, que vive años cruciales en los que nuevos inventos y avances quirúrgicos permiten suponer que grandes tiempos se avecinan; y el que le pertenece a cada personaje en particular, destacando al excéntrico pero no menos genio, además de adicto al opio y la cocaína, doctor John Thackery, un genio con todas sus letras. Desde luego, la interacción, o mejor dicho el choque entre ambos mundos mencionados no puede causar otra cosa más que crisis.


  El título del primer episodio me parece toda una declaración de intenciones de lo que será el resto de la temporada. ¿El título? Method and Madness. Dos palabras que describen perfectamente lo mucho que propone, a grandes rasgos, "The Knick": una locura fríamente calculada. Pero vayamos por partes y comencemos primero con el aspecto metódico de la serie, aquel más formal y narrativo, ligado estrechamente a lo que es el desarrollo de las tramas y el contenido de fondo en el que descansa. "The Knick" podría ser considerada fácilmente una especie de documento histórico, pues no sólo incluye con sutileza y solidez argumental avances e inventos quirúrgicos, sino que también la vida en sociedad, con sus tensiones y disputas raciales, el contagio de enfermedades y los prejuicios tan sintomáticos como la reacción fisiológica que las mismas generan, los vicios de la alta sociedad, algún toque de corrupción y lo más importante en este caso, la cruda y desacralizada cotidianidad de un hospital de segunda o incluso de tercera categoría -el Knick está en la parte baja de la ciudad y además no cobra a sus pacientes como los de mayor prestigio-, y todos los problemas que tiene que afrontar. Tenemos personajes en cada lugar, físico y también socio-cultural, todos inteligentemente organizados e interrelacionados de manera tal que nos demos cuenta de que tras una noble actividad se esconde la violencia, el engaño y la doble moral que asola a la humanidad misma, o la sociedad neoyorkina, una mundillo en sí mismo. Ahora mismo recuerdo al protagonista de "El último rey de Escocia", quien, mientras tenía sexo con una bella africana, gritaba a los cuatro vientos "¡soy un doctor, no un santo!". Justo en el clavo, mi gozador amigo. Thackery es un buen ejemplo de ello: en su vida privada un adicto de mal carácter, aunque un genio en el campo de la medicina, tanto que sus detractores -que quizás no estén del todo equivocados con los reparos hacia su persona- tienen que admitir el gran aporte que es. Y para no quedarnos del todo cortos, el Knick podría erigirse como una especie de alegoría de lo anterior: ¿importa el status mientras se intente ayudar a los más desafortunados? Por el momento, la única conclusión es que nadie ni nada es perfecto.


  Creo que me he desviado un poco de lo metódico al empezar a hablar del doctor de "El último..." y Thackery, pero sin estar muy lejos tampoco de la línea que iba siguiendo: los personajes. Igualmente debo admitir que, aunque estén bien organizados y todo, claramente transparentando el ambiente en el que se mueven -y a veces denunciando-, sus tramas no son del todo prolijas. A Thackery y al Knick en general no los criticaré, pues realmente son el fuerte de la serie, pero hay dos hilos que se tocan poco y sus apariciones parecen un tanto antojadizas, especialmente el del inspector de salud, quien comienza a buscar el origen de un brote de fiebre tifoidea, misión que vemos en contadas ocasiones y cuyo desenlace es cortante y abrupto, aunque estoy seguro que tendrá posterior influencia... Espero que sea así, de lo contrario no me explico demasiado este desagradable personaje. La única lección sacada es que muchos son simplemente tontos y, citando a un personaje, "se tomaron más de [no recuerdo qué cantidad de años] para que la medicina sea tomada en serio". La otra trama es la de la monja, probablemente madre superiora, que junto a Cleary, chofer de la ambulancia del Knick, comienza un pequeño negocio. En este caso no tengo tantas objeciones, pues con el correr de los episodios su importancia no sólo se demuestra cabalmente sino que se consolida; lo que me molesta es que, dada su importancia, sus apariciones hayan sido tan "desordenadas", casi azarosas. En cuanto a los demás, entiéndase Barrow y sus problemas financieros, el doctor Edwards y su oscuro color de piel, o el simpático y tierno Bertie y su enamoramiento hacia una enfermera muy bella, no sólo tienen su equilibrada cuota de apariciones, sino que la importancia de éstas no se cuestiona en ningún momento, no necesitan un hecho posterior para reafirmarse. En pocas palabras, un buen y sólido guión, no tanto un débil y manoseado docudrama sino una interpretación libre pero veraz de la Historia de la medicina (en Estados Unidos).


  Y lo anterior necesita su toque picante y sabroso, y ahí está la locura. Primero lo primero: tiene un delicioso y asquerosito ingrediente gore que encanta. Y lo mejor: no es excesivo y es coherente con la propuesta de la serie: elegante salvajismo. Y junto con los brazos amputados y manos invadiendo toda parte del cuerpo humano, también veremos, uh, balones metidos en vaginas -nada explícito, no se espanten-, entre otras invenciones que sólo a Thackery se le ocurren. Pero vayamos con lo mejor de lo alocado, que sería la sordidez en la que viven los personajes, casi una depravación sin extremos... y yo no me quejo. Vuelvo a usar el mismo adjetivo: en cuanto a nivel de personajes y sus mundos personales -y las tormentas que se generan al colisionar-, todo es deliciosamente retorcido, tanto que a veces el nivel que se alcanza es explosivo, angustiante y sobrecogedor -el episodio siete es intensísimo-. No vale la pena profundizar demasiado en los vicios de los personajes y los gustos que adquieren, pero les adelanto que ya en el tramo final, entiéndase tres últimos episodios, la oscuridad que los invade es tremenda y genera un aire de desolación muy incómodo y extraño, como si estuviésemos en una pesadilla. Situaciones de no creer, pero que igualmente suceden. ¿Cómo reaccionar ante ello? Consternación, nada más. O a veces ni tanta pues lo que prima en pantalla es otra cosa, o si no vean el final del episodio nueve... una dulzura. Pero a nivel general, el mundo descrito es eminentemente sombrío e inquietante. Uno lo huele: algo está podrido entre todos. El nerviosismo no cesa nunca.


  En aspectos técnicos, nada más decir que la banda sonora de Cliff Martinez está genial -no se puede esperar menos de él- y la fotografía, salvo esas tomas movedizas -cámara en mano o trípode desestabilizado, me parece que ambos-, también roza lo fantástico. Es interesante que Soderbergh opte por los planos largos, logrando que la tensión se construya y se mantenga en tiempo real. Además hay algunas composiciones que ciertamente generan extrañeza, y el tono general de las imágenes es bastante frío. Como digo, un tipo eficiente que no deja de lado su particular interés estético, ni maravilloso ni transgresor pero sí notorio e interesante. En cuanto al reparto, debo decir que ninguno me molestó y que todos están estupendos, especialmente Clive Owen como Thackery. El que hace de Gallinger también demuestra lo suyo, sobre todo cerca del final, cuando su confusión mental se puede notar a varias cuadras de distancia. Pero a grandes rasgos los personajes representan justamente que nadie es santo ni nada es divino: todo lo relacionado a la medicina es alejado de los mitos y su mundillo no deja de tener los mismos conflictos que la humanidad en general. En este sentido, no sólo vemos los avances estrictamente quirúrgicos, también los culturales.

  Y para terminar, el episodio final, toda una marea de situaciones y sensaciones. El final-final es muy irónico, y a propósito de él, recordé ésto (a partir del 0:40). Lo dicho, estupenda serie que ya tiene segunda temporada y que se erige como un drama médico oscurísimo que no sólo profundiza en las dificultades de la medicina en sí, sino también en el carácter humano de los involucrados, dejando claro que todo tiene su lado sucio; es más, se juega con la interesante propuesta de que lo ambiguo puede ser lo esencial. En cualquier caso, no se pierdan esta "The Knick", que a mí me ha encantado y casi que no me la puedo quitar de la cabeza.

Lluvia de capturas

2 comentarios:

  1. Andaba yo buscando nueva serie, y ¡de cabeza que voy! Me has convencido :D

    Saludos.

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    Respuestas
    1. Espero que te guste. Ciertamente es un poco rara pero no deja de atraer en ningún momento, y como digo, tiene un toque depravado que es para chuparse los dedos. Ya contarás qué te parece.
      Muchos saludos.

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