martes, 13 de enero de 2015

Namida o shishi no tategami ni - 1962


Director: Masahiro Shinoda

   Con el impulso que me da esa excelente y maravillosa película que es "Watakushi-tachi no kekkon" ("Our marriage", también), me pongo a ver las otras películas de Shinoda que tengo en mi poder. La de hoy, traducida al inglés como "A flame at the pier" aunque según google el título original signifique Para rasgar su melena de león, no es tan satisfactoria como la genialidad de ayer; de hecho, tiene bastantes elementos que me desagradan sobremanera en una película. El lado positivo, supongo, tiene que ver con que Shinoda es un estupendo director y logra salvar a su película de una debacle absoluta, aunque no hay que dejarse engañar: el resultado final no es ni feliz ni reivindicable. Un director con menos personalidad nos habría entregado una basura... Para que vean que el problema proviene exclusivamente desde el guión y su concepción, y que la línea entre el fracaso y el no-fracaso -cuanto menos- es más que fina.


  En el contexto de una empresa portuaria cuyos trabajadores planean formar un sindicato mediante protestas, Sabu, especie de asistente personal del señor Kitani, el jefe déspota, se enamora de una chica que trabaja como mesera en un restaurante. La idea es que el romance entre ambos jóvenes se verá severamente afectado por los líos que surjan de este intento de sindicalización, sobre todo por la creciente violencia que ensuciará las negociaciones.


   Sabu se enamora de Yuki porque de repente iba caminando y vio que un perro molestaba a la bella chica, ante lo cual decidió, sin más, ir a rescatar a su princesa tomando al perro y arrojarlo al vacío -tal cual-. Yuki lo quedó mirando, no porque pensara que su manera de rescatarla del perro fuera en extremo violenta y cruel -vamos, ni siquiera era una raza grande y "peligrosa"- sino porque se enamoró, o eso cree, y ya a la escena siguiente le dice cosas como "cuando nos casemos...". Pero no, no fue amor a primera vista, y lo que sustenta el sentimiento entre ambos no es puro y honesto: está todo orquestado. Más adelante la trama se vuelve bastante rocambolesca y une todos los puntos posibles cruzando el límite de la inverosimilitud -¿es posible que el mundo sea así de chico?-, además de utilizar este romance como mera excusa para exagerar hasta el extremo lo grave de "lo otro". No hay respeto. "Namida o shishi..." es todo lo contrario a "Watakushi-tachi...", no fluye, no tiene vida propia; sus acontecimientos obedecen a un discurso manido que, como tal, nos señala el final prácticamente desde el principio: los malos siempre son malos y siempre mienten, los buenos siempre son buenos y van con la verdad por delante, y los malos corrompen a los buenos hasta en lo más puro posible: el amor adolescente -mmm... *cof cof- y la bondad de un chico que es obligado a mantener a raya las protestas de manera poco ortodoxa.
  Los elementos no tienen nada de orgánicos, sus existencias -si se les puede llamar de esa forma- son forzadas y carentes de humanidad, con el único fin de servir al discurso cuasi propagandístico -"lo otro"-. Tomemos como ejemplo a Sabu y a uno de los trabajadores que buscan la sindicalización -de la misma edad de Sabu, presumiblemente-: cada uno representa el prototipo de lo correcto e incorrecto, con el empleado del mismísimo diablo (Sabu) siendo lo que no se debe ser de joven, y el esforzado trabajador siendo el idealismo en carne y hueso. ¿A quién seguirán los espectadores? Estos personajes no son personas, son simples modelos salidos de un afiche. En otras palabras, no hay matices en lo absoluto, porque además ningún otro personaje va más allá de su prototipo: el empresario es el vil dictador y el obrero el humano solidario y desinteresado. Y no es que esté diciendo que en la vida la cosa no sea así, porque en la gran mayoría de los casos efectivamente es así; lo que me molesta es que no se ofrezcan retratos más complejos de unos personajes someramente dibujados, los cuales son blancos o son negros -además, eso de poner a los obreros de buenos me huele a correción política más que auténtica denuncia y fiera protesta de condiciones cuya gravedad no niego ni negaré, por favor-. Eso sí, agradezco que los trabajadores no sean extremadamente correctos ni de moral intachable -ya que igual caen en conductas más que reprobables, y con más consciencia que la que tenía Sabu al momento de sus actos- y... bueno, eso es todo lo que agradezco... una puta pequeñez.
  Y a partir de esa fallida y contraproducente base discursiva, verán un par de sorpresas que en vez de impactar por la magnitud de lo que ello implica, les sacarán un par de risitas... y es que, de verdad, esos giros y piezas que encajan a la perfección son demasiado como para tomárselo en serio. La intención se pierde en el desarrollo del relato: se nota de inmediato el descaro con el que se nos intenta aleccionar moralmente. Lo peor que le puede pasar a un cuento moral y humano es pecar de artificial e impuesto, especialmente porque la gracia de la moral, su esencia, reside en el discernimiento de cada uno. O sea, si los personajes no pueden elegir y por ende el espectador tampoco puede tomar y sentir una posición en base a eso, si se niega la reflexión en todo su sentido, entonces tu cuento no tiene nada de moral... y probablemente tampoco de cuento.
  Pero, ¿es una lucha entre empresarios y obreros lo que se nos quiere contar, o más bien una inocente historia de amor salpicada por la violencia de lo primero? Me vienen ideas de que la película va sobre el crecimiento o algo así, sobre un despertar más amplio que el sexual y el material: un despertar humano. Pero la cosa queda a medias, todo supeditado al taxativo conflicto sobre quién gana y quién pierde en esa disputa laboral. El romance es baladí, el conflicto moral de Sabu es baladí, la calidad humana es baladí... y no debería ser así.


  Lo que salva la función es la notable manera de dirigir de Shinoda, que a pesar de haber sido uno de los tres guionistas, igual demuestra tener una mirada más abierta y más humana a la hora de filmar y posicionar la cámara respecto del paisaje en el que se sumerge -humano y físico-. Claro, no logra hacernos ignorar y olvidar la moralina barata y lo correctito del guión, pero sus imágenes hacen esfuerzos por capturar las miradas, los sentimientos y la humanidad de la situación. A veces se logra, a veces no... y por desgracia la balanza se inclina hacia lo segundo, aunque vale la pena aclarar que no hay cursilería ni sensiblería en sus modos audiovisuales. Por eso digo que un director de la peor calaña nos habría entregado una basura: porque habría recurrido a los típicos trucos que buscan la lágrima fácil del espectador más susceptible. Shinoda tiene integridad, sabe dirigir -la manera en que resuelve ciertos momentos tensos es impecable-, e hizo lo que pudo sobre un guión mediocre y cliché, cuya pobre calidad le resta emoción, honestidad y sensibilidad a una historia que tenía mucho potencial y que se queda a medias, no por culpa de Shinoda sino que gracias a él -aunque suene raro... y vamos a obviar que él tomó parte en la elaboración del guión para que la frase esa quede más coherente-. Eso sí, el drama que se arma, especialmente el centrado en Sabu, no es palpable ni genera verdadera empatía... y no es nada bueno que la historia me causara más gracia que desolación, más cuestionamientos que completo involucramiento con los hechos. Una lástima que Shinoda haya dirigido un guión así, su calidad y talento merecen más respeto.

  En fin, un claro ejemplo de lo que sucede cuando el fondo intenta sobreponerse por la fuerza ante la forma dejando a ésta indefensa y casi sin voz ni presencia. En mi opinión, cuando pasa eso, la película en cuestión no puede hacerse llamar cine -al menos no por completo-. Se debe ser más coherente con la naturaleza de este hermoso arte. No estoy satisfecho pero tampoco estoy enojado ni indignado... o quizás sí estoy algo irritado, pero no diría tan a la ligera que "Namida o shishi no tategami ni" es una mala película. Es insuficiente, más bien -además de fallida, pretenciosa y contraproducente-. Y antes de irme, vuelvo a exculpar a Shinoda; sin él, estaría realmente furioso.
  Les dejo la decisión a ustedes...

Lluvia de capturas

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