martes, 3 de marzo de 2015

Play - 2011


Director: Ruben Östlund

  Sabemos, o suponemos, o se dice por ahí que las discusiones y debates sobre asuntos importantes no deben evadirse, que no se puede huir de ellos porque de lo contrario no llegamos a ningún lado, salvo el mismo sitio que nos mantiene en una mediocridad que muchos critican pero pocos enfrentan de verdad. Lo digo porque "Play", la tercera película del sueco Ruben Östlund, un sujeto que ha ido mejorando exponencialmente -a falta de ver su no-nominada "Turist"-, provocó tremenda controversia allá en su país, controversia aplicable a cualquier país del mundo, pero sobre todo a los países desarrollados. "Play" es buenísima, tanto como película en sí como por cómo logra hacer de su discurso una experiencia cinematográfica, y de esas que indignan y te hacen sentir un montón de cosas no muy agradables. A mí el tema de la película me violenta, y puede que en esta entrada me refiera más al tema que a la película como tal, pero está bien, eso busca Östlund, al menos en primera instancia, porque a diferencia de muchos correctitos, el director sueco va más allá y le da a su película gran cantidad de aristas, capas, matices, etc., sin quedarse en la mal acostumbrada y aceptada superficie de las cosas, también conocida como corrección político-social. "Play" es una película compleja, pero importante y obligatoria.


  Dos grupos de niños: uno consta de cinco sujetos, el otro de tres. El de cinco sujetos es el victimario, el de tres es la víctima. El grupo victimario es de color negro, el  grupo víctima es de color blanco -uno de ellos asiático de ojos rasgados-. El grupo de color negro arma todo un estúpido plan para robarle al grupo de color blanco sus cosas. Y ya se imaginan lo que puede surgir de todo esto.


  A mí me han dicho de todo, aunque me consuela que la gente poco inteligente es la que ha proferido tales epítetos: racista, machista, clasista, incluso fascista -todo porque no soy comunista, y... ¿ellos son los reyes de la democracia?-. No creo necesario aclararlo, pero lo haré por si acaso: no soy nada de eso, al contrario, me considero un buen sujeto que aprecia el buen trato entre las personas, sin importar el color, la sexualidad, condición social... Dichas etiquetas -las que me ponen en la frente de vez en cuando y aquellas que nos clasifican a los ojos del Poder- me son totalmente ajenas porque, sí o sí, valen mierda... no significan nada de nada. Para mí, o eres un imbécil o no eres un imbécil, así de simple. Una vez me estaba quejando con mis compañeros sobre los recogedores de basura, que en su tiempo les dio por pasar cerca de las ocho de la mañana, pero con todo el escándalo del mundo: el camión tocando la bocina, los recogedores golpeando los botes de basura y gritando linduras como "¡despierten!; ¡ea, ea, ea!", entre otras cosas de dudoso gusto. ¿Y para qué? Para que alguien saliera a darles una moneda. Una mísera moneda. A las ocho de la mañana. Y decía yo que hay que ser un pedazo de mierda sin decencia para causar tal infortunio a los demás a tales horas con tal de mendigar una pocas monedas, y que si yo tuviera la disposición para salir y darles algo, no sería una estúpida moneda sino un merecido puñetazo en los dientes, a ver si con el dinero mal habido se logran conseguir un dentista. ¿Y qué me decían los justicieros que se quedan en sus casas? "Ay, pero cómo tan inconsciente, de seguro tiene que alimentar a su familia, no es peor persona por recoger la basura, los desdeñas por hacer una tarea poco remunerada y no muy bien vista...". Como si yo dijera que los tipos son unas basuras por recoger la basura o cosas así; no señor: son unas basuras por causar , sin ningún tipo de pudor o vergüenza, tremendo escándalo en la mañana sin el menor respeto por el otro. Y a mí me molestan esos sujetos tanto como los ejecutivos que te llaman a esas mismas horas para ofrecerte paquetes telefónicos que saben de antemano serán rechazados. Si ya lo digo y no me canso de repetirlo: o eres una mierda o no eres una mierda. Preciso para lo que se viene adelante: o eres una persona decente o indecente. Eso es todo lo que me importa.


  Y digo todo esto porque, sin que me tiemble la mano, pienso que los ladrones, que resultan ser niños, negros e inmigrantes, son unos seres despreciables por donde se les mire: cobardes, porque roban en superioridad numérica y de edad; y todos los demás malos adjetivos porque intimidan, roban y más encima humillan a sus víctimas así como si nada, además de ir causando alboroto allá por donde vayan, de nuevo, sin el menor respeto por el otro. No sólo merecen una tunda sino que una golpiza de proporciones épicas, y de seguro ni con eso aprenderían la lección. Es que la estupidez e inmoralidad, aparte de no tener cura -por mucho que los ilusos así lo piensen-, son males que se propagan con una facilidad que llega a dar miedo... Por otro lado, defiendo por completo a las víctimas porque merecen todo el apoyo posible: verse sometido a tales tribulaciones no es menor, al contrario, es un asunto malditamente urgente: ¿Cómo es posible que ese vil acto vandálico haya escalado de tal forma?
El problema, el puto y tonto problema, es la importancia capital que se le da a esa nimiedad que es el color de piel y la condición legal/económica. Y es en torno a ello sobre lo que Östlund reflexiona inteligentemente. Y digo inteligentemente porque el director deja ver gran cantidad y variedad de detalles que van dando cuenta de que, en realidad, eso de las etiquetas no importa en lo absoluto... o quizás un poco. Pero eso es opinión de él, y su posición mesurada es de lo más entendible; por mi parte, no hay perdón ni matices: o eres honesto o deshonesto.

  ¿Qué explicaciones se pueden encontrar?
  Los niños ladrones, negros e inmigrantes, roban a los niños víctimas, blancos y con sus papeles al día -imagino-. Los ladrones roban porque asumen que los niños son ricos y que se pueden comprar otro teléfono celular -entre más objetos- sin el menor apuro, y por eso les roban: lo que ellos llamarían, con toda la lógica que se le puede pedir a un imbécil, justicia social. Ese es el primer punto: roban a los que no necesitan tanto. Pero... pero resulta que el robo lo extienden por sus tortuosas y humillantes 24 horas, y uno se pregunta si eso es parte de la justicia social, si los niños "ricos" están pagando, a manos de estos jóvenes justicieros/vigilantes, lo que sea que sus padres hayan hecho para tener mares y mares de dinero -¿habrán hecho algo malvado?, ¿estafas o, quién sabe, trabajar honestamente?-. Insisto, ¿por qué no un robo rápido y adiós, ve a llorar con tus papitos, en vez de ese cruel recorrido sin justificación? No sé, que los correctitos hallen una explicación lógica, yo no puedo pensar de manera tan simpona. ¿Es la reacción natural a que el otro tenga oportunidades y yo no? Viejo, al menos lo intenté...
Segundo punto: la injusticia social. Los niños roban porque no tienen otra oportunidad para subsistir. ¿Ser de determinado color o llevar ciertas ropas te convierte en un ser vulnerable per sé?, ¿ser vulnerable te da derecho a tomar el camino fácil? ¿Es justo ser tajante con aquellos que tienen pocas oportunidades y elecciones? ¿Es preciso perdonar o pasar por alto crímenes que fueron cometidos por personas "vulnerables"?, ¿es menos criminal por ello? ¿El robo cometido por los niños ladrones es en cierta forma justificable porque son inmigrantes, negros, a fin de cuentas, "pobres"? ¿Tener más oportunidades te hace menos víctima que alguien con más carencias? Lo vuelvo a decir: honestidad o deshonestidad. O vives siendo una persona decente que no le hace daño a los demás y que busca alguna forma lícita y ética para ayudar a los tuyos, o te conviertes en un simple ladrón sin moral. No hay término medio... o quizás... quizás sí lo haya... ¡quizás sí lo haya! Quizás los niños ladrones roben esos celulares y otros objetos de valor para venderlos y con el dinero recaudado comprar comida para la madre, los hermanos, los tíos, etc. Peeeero... si son tan pobres, si son tantas bocas que alimentar, ¿por qué luego del robo vas a un local de comida rápida a tomar gaseosas y comprar pizzas, sólo para ti y tus cómplices? ¿No es tan urgente la situación de tu familia? ¿Acaso las intenciones de un ladrón son nobles sólo por ser inmigrante, pobre o negro? ¿El resto de personas decentes tiene la culpa de que otras hayan decidido, por el motivo que sea, pasarse al lado indecente? ¿Uno no puede reprocharle una mala acción a alguien sólo por ser "vulnerable"? El contexto social no justifica nada, todo depende de la persona en cuestión.
  La única conclusión clara es la siguiente: los niños ladrones, negros e inmigrantes, cometen esos despreciables actos por puro gusto, para satisfacer sus caprichos infantiles: comer cosas sabrosas, tener objetos de lujo, etc. Lo de ellos no tiene nada que ver con lucha de clases, justicia social o esas estupideces anticuadas y obsoletas: lo de ellos es, lisa y llanamente, arrogancia y abuso: sentirse superior al más débil, sentirse fuerte e invencible. Östlund sabe de que trata todo y no se deja llevar por lo políticamente correcto: tiene claro que su historia es humanidad en decadencia en su más baja expresión: el abuso.


  Ahora bien, no me he cansado de decir que Östlund es un sujeto inteligente por nada: el tipo sabe matizar, y no lo digo por mostrar la "triste" realidad de los ladrones, sino por lo siguiente, tan conciso como contundente: casi al inicio de la película, vemos a un grupo de inmigrantes, morenos por si hace falta decirlo, tocar su música autóctona en la calle; cerca del final, los vemos en un local de comida rápida, comiendo y charlando. El mensaje no puede ser más claro: luego de un día de trabajo, estos hombres tienen todo el derecho a disfrutar una buena comida, un merecido descanso, sin que nadie reproche su presencia ni sus actos: son personas decentes que se ganan la vida de la manera que mejor saben. Dos escenas y Östlund ya nos dice que, efectivamente, hay una manera de subsistir sin ser un humano despreciable. Comparen la imagen de los músicos comiendo con la de los ladrones en la misma actividad: no hay por donde perderse en cuanto a dignidad.
  También hay otro matiz: el escenario post-robo, en el que los ladrones siguen igual de miserables mientras que las víctimas vuelven a sus vidas tranquilas. Puede que Östlund critique, efectivamente, la falta de posibilidades de un grupo con respecto al otro, pero yo prefiero verlo de otra manera, que ojalá sea la misma del director: que uno seguirá sin nada como castigo por ser una basura, mientras que el otro seguirá practicando y perseverando en aquello que le gusta como premio por no actuar de mala fe. A mí no me van a hacer caer con argumentos culposos: obtienes y llevas la vida que mereces, vil hijo de puta.


  Y para ir terminando, nada más que decir que Östlund sigue fiel a su estilo, su lenguaje: planos únicos y largos para cada escena, aunque en esta ocasión se da la libertad de hacer zooms y paneos para explorar las partes más importantes del encuadre. Además, una que otra vez utiliza una especie de steadycam que queda muy bien, y algunos fuera de campo son realmente espectaculares, sobre todo cuando se revelan y nos muestran eso que no veíamos. El asunto es que el director apela a la distancia cinematográfica como motor de la objetividad: "la situación está sucediendo sin alteraciones ni nada, dime qué opinas". La acción misma es la que habla, la que nos increpa directamente a nosotros, la que nos inunda con las emociones. Eso, amigos míos, es muy desasosegante, principalmente porque nos hace entrar directa y personalmente en el juego.
  El director depura su estilo de manera precisa, coherente y poderosa. La calidad de sus trabajos ha ido en franco e innegable aumento. Excelente por él, mejor por nosotros los espectadores. Por lo mismo, "Play" es una película excelente pero demasiado complicada, lo cual no es nada negativo, por el contrario. Yo quedé agotado, me alteré tanto durante el visionado que todavía me late con fuerza el cerebro. Indignante, inaceptable, etc. En fin, les recomiendo con mucha fuerza esta película, que de verdad es obligatoria y necesaria, especialmente porque discute temas como el racismo o la pobreza desde un punto de vista descreído y nada facilón/simplón -es decir, sin caer en moralinas baratas, eso déjenlo para hollywood-; dicho de otra forma, de una manera respetuosa con la inteligencia de quien decida sentarse a verla. A propósito, nunca se menciona el color de piel de los ladrones, ni como agravante ni como atenuante, lo que viene a dejar en claro que a Östlund eso le tiene sin cuidado, y que a nivel general tampoco debería ser realmente importante. Ya me dirán qué piensan de todo esto.

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