domingo, 15 de marzo de 2015

Turist - 2014


Director: Ruben Östlund

  "Turist", más conocida como "Force Majeure", es la última película de Ruben Östlund, la no-nominada que hace tiempo quería ver pero, en un confuso movimiento, decidí posponer para ver las tres cintas que el sueco hizo antes de ésta. Si con "Gitarrmongot" empezaba mal mi camino, pero de manera muy horrorosa, "De ofrivilliga" y, más aún, "Play" mejoraron la experiencia de forma impresionante, amén de un director que ha sabido sacarle el jugo a su lenguaje, que ha sabido pulir un estilo tan peculiar como potente que, a excepción de lo visto en su opera prima, no sólo se queda en las meras intenciones sino que logra llegar a una ejecución de notable calidad que mejora película a película. En esa línea ascendente, "Turist" es realmente sensacional. Inolvidable, diría yo. Recorrer la filmografía de Östlund, en orden cronológico, es algo que recomiendo a ojos cerrados, pues el crecimiento de este director es fenomenal. "Turist" lo demuestra: el tipo es grande y su cine, ya consolidado, sigue prometiendo ir todavía más allá.


  Una familia viaja a Francia a pasar unos cuantos días en la nieve, obviamente, para descansar y olvidarse de los problemas y el estrés. Todo va bien hasta que sus vacaciones se ven trastocadas cuando, en un almuerzo, una avalancha se cierne sobre ellos. Luego de eso, algo en el ambiente, en la familia parece fracturarse. Y bueno, las vacaciones tienen que seguir, pero con esa nueva energía en el aire...


  Östlund es un gran creador de atmósferas, paradojicamente, mediante la no-atmósfera. El tipo no recurre a una iluminación especial, una banda sonora grandilocuente o imágenes concebidas para tal fin; Östlund simplemente pone la cámara ahí, frente a la situación -aunque pensando muy bien el encuadre, probablemente lo más destacado de su cine-, y deja que los elementos en pantalla vayan construyendo y generando esa atmósfera, desde luego, gracias a lo que sucede a simple vista como a lo que sucede de manera subyacente. Es espectacular, impresionante, enorme que ambas vertientes fluyan como si fueran una sola.
Pequeña nota aparte: no confundir la no-atmósfera de Östlund con el no-estilo de gentuza de dudosa categoría como Kevin Smith, quien se escuda en esa etiqueta -en sus propias palabras, no lo invento yo- para intentar ocultar el obvio hecho de que no tiene idea de cine y/o herramientas cinematográficas. Por lo demás, la no-atmósfera es, en realidad, un estilo que sí crea atmósferas... Por ejemplo, la avalancha.
Qué avalancha, dios...
Creo haber leído por ahí una declaración de Östlund señalando que con "Turist" quería filmar la avalancha más grande que el cine ha visto. Pero cuando llega el momento, lo "único" que pasa es eso, la avalancha. Aunque no lo sea, parece poco. Y es que la avalancha no se ve de una manera convencionalmente memorable, pasa casi como si la caída de la nieve no fuera lo más importante que vamos a ver; es decir, sucede sin estridencias -como música histérica, o primeros planos de rostros asustados, o detalles de cosas rompiéndose... ya saben, consecuencias de la nieve como mero objeto sin gracia, no como figura de algo más-, sólo con el buen Östlund al que estamos acostumbrados -y de muy buena gana-: plano fijo, nada de música de fondo, únicamente la reacción de la gente y, más importante, la otra avalancha, posiblemente la "avalancha más grande del cine" a la que se refería Östlund en esa entrevista -que, ahora que lo pienso, no estoy muy seguro si de verdad existe o la soñé-: el desmoronamiento familiar, la caída libre de la confianza o el amor o ese indescriptible sentir que mantiene unida a la gente durante cincuenta años o lo que sea; más aún, el derrumbe personal de cierto personaje, eje central de todo lo que luego acontece, digamos que el ruido que provoca la verdadera avalancha, la que amenaza con dejar en blanco algo construido durante quién sabe cuánto tiempo.
No señor, la cosa no acaba una vez disipado el humo y caída la nieve; la avalancha sigue arrasando personas y relaciones a su metafórico e inclemente paso. Un puto sufrimiento que Östlund filma con mordaz mirada y sólido pulso, sin abandonar su varias veces mencionado estilo pero variándolo un poco y para mejor, en el presente caso. Por suerte, varía sin abandonar esa lejanía suya -lejanía no determinada por la distancia entre cámara y personaje/situación, y que tampoco es sinónimo de desinterés del director o del espectador- que, por renunciar a la alevosa manipulación, resulta ser aún más intenso y real... o se siente de esa forma, real. El poderoso lenguaje cinematográfico de Östlund, de un aterrador cariz "real", desencadena una asfixiante tensión que no cesa ni siquiera cuando las cosas parecen estar más calmadas o solucionadas -ya ni les digo cuando las malas pulgas llegan a su supuesto punto cúlmine...-, pues el tempo con que transcurre y fluye todo da vida a esa peligrosa pulsión escondida en cada buen gesto y contención conductual. Östlund sabe meter el dedo en la llaga, y lo hace con magníficos resultados.
¿Y cómo varía Östlund su estilo? No me detendré casi nada en este apartado, pues no vale la pena la descripción si es que ustedes no se animan a descubrirlo -viendo sus filmes previos antes, preferentemente-, pero diré que es notorio que Östlund piensa detallada y concienzudamente la construcción, visual y narrativa (o dramática), de cada escena y, ulteriormente, de su película como conjunto. Nótese el uso del montaje, mayor en comparación con su filmografía anterior. En palabras fáciles -para mí-, Östlund no es un sujeto que cambie su forma de hacer cine por capricho o porque sí, sino que agrega nuevas capas a su estilo siempre y cuando sea necesario y favorecedor. ¿Y qué busca al final? Que la imagen misma y la situación misma nos envuelvan, a nosotros los espectadores, con esa intensa energía que se desprende a cada momento. Así de simple, así de potente. Oh, y por si fuera poco, como si la avalancha familiar no fuera suficiente para hacernos sufrir, los acontecimientos que se desatan uno tras otro tienen un carácter tan tragicómico que uno no sabe qué demonios pensar, lo que hace que el visionado sea algo que te descoloque aún más -pues se sabe que para Östlund es más importante el cómo piensa y siente el espectador que su opinión como realizador, autolimitado a capturar hechos y emociones de forma objetiva-. Y les digo, cuando un personaje se ponga a llorar desconsolada y escandalosamente por cosas incuestionablemente dolorosas y dañinas, el reír o el llorar de repente se vuelve una compleja encrucijada.
  En fin, el cine de Östlund se hace cada vez más complejo aunque el tipo lo haga parecer sencillo a más no poder, lo cual no puede hacer más que acrecentar sus méritos cinematográficos. Esa es su gran virtud: facilitar lo difícil, no dificultar lo fácil como lo hacen los tontos: hay que ir directo a lo importante. Y si se hace mediante gran cine, qué mejor. Se las recomiendo, claramente.

(¿Vieron el video de la reacción de Östlund a su no nominación de los pasados premios oscar -minuto 4:30 para lo bueno-? Es muy gracioso... y sí, el tipo está bromeando, pero de seguro con una frustración real. Así es este director, tan serio como alocado. ¿La esencia de su cine en una aparentemente inofensiva reacción?).

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