Director: Paul Thomas Anderson
Habiendo comentado ayer "The temptation of St. Tony", era obvio y natural que debía seguir con "Free range", la tercera película de Veiko Ounpuu, la cual efectivamente me puse a ver hasta que decidí no seguir porque los subtítulos no funcionaban y no pude encontrar otros que lo hicieran, y como yo no entiendo nada de estonio, pues mejor pospongo su visionado por tiempo indefinido. Tomada la decisión, una disyuntiva: ¿qué ver ahora? Me invade la indecisión y algo de pánico, pero pienso rápido mientras doy un paseo por mis archivos, y me doy cuenta de lo siguiente: que estoy aburrido, enojado y cansado de tanta mierda que se ha dicho sobre "Inherent Vice", la última obra maestra del genio Paul Thomas Anderson, para denostarla vil y gratuitamente -y de paso a su realizador, de los mejores de estos tiempos-; que no se entiende, que es enredada, que le falta esto y aquello... Decidí verla de nuevo, porque ya la había visto hace un mes y medio aunque no la comenté porque no supe cómo expresar mi admiración y satisfacción, para defenderla y señalar lo obvio: que "Inherent Vice", al igual que el genial Paul Thomas, es una obra incomprendida e injustamente evaluada, sobre la cual espero que el tiempo actúe positivamente y haga que la gente se quite la mierda de los ojos y la vea como lo que es, una rutilante obra maestra de un aún más brillante cineasta. Las cosas como son.
Doc Sportello es un detective privado bueno para la marihuana, lo cual de todas formas no le resta sagacidad y agudeza mental, que se ve envuelto en toda una trama de secuestros, asesinatos y corrupción institucional cuando su ex-novia, fuera del radar por largo tiempo, retorna y le pide ayuda porque ella misma está envuelta en una trama media conspirativa sobre chantajes y robos de fortuna. En el momento en que Doc dice que sí, tanto él como nosotros nos sumergimos en una delirante y fenomenal espiral detectivesca.
Como es domingo, tengo más tiempo para extenderme un poco más de lo que se ha convertido en lo usual, aunque tampoco voy a exagerar. ¿Por dónde comenzamos? Por el principio, o, mejor, incluso antes: en los días previos al estreno de la película en no recuerdo qué festival, allá por octubre del año pasado, estaba preocupado, y bastante... hasta un poco asustado o temeroso ¿Por qué? Pues porque la "prensa especializada" se llenaba la boca con que "Inherent Vice" era sólo una comedia, o mejor dicho una trama detectivesca contada como una comedia pura y dura, a secas. Y confieso que me daba algo de miedo, no por cuestionar la indudable capacidad de Paul Thomas -quien ha demostrado que sabe crear y mezclar coherentemente los dramas más profundos y dolorosos con la comedia más desenfrenada- sino porque yo mismo, primero, no me imaginaba la novela de Thomas Pynchon como una comedia a secas mientras la leía, y segundo, porque no se puede reducir el complejo universo de Paul Thomas a una simple comedia como las que se hacen ahora. Antes de continuar, sí, he leído la novela en la que se basa la película, pues al anunciarse que Paul Thomas iba a adaptarla y dirigirla, corrí inmediatamente a la librería mas cercana a comprar un ejemplar y devorarlo en un par de días. Y la cosa era clara: en manos de Paul Thomas, "Inherent Vice" se alzaba de inmediato como una de las grandes películas de sea cual sea el año en que se estrenase -aunque finalmente ha pasado con más pena que gloria, triste saberlo y asumirlo...- porque, lisa y llanamante, aunque los autores tengan estilos diferentes, el material de partida es ideal para acoplarse al mundo cinematográfico del director californiano. Ergo, una vez leída y vista "Inherent Vice", debo decir que mis preocupaciones, aunque ya lo sabía, eran infundadas: Paul Thomas sabe adaptar la compleja prosa de Pynchon al formato cinematográfico y, más importante, hace de esa historia su historia, con personajes y situaciones que bien podrían haber salido de su cabeza y nadie más. Un verdadero autor, de tomo y lomo.
Dicho esto, ahora conviene proceder a aspectos más convencionales de esto de comentar películas, como por ejemplo la adaptación, o lo que le parece importar a la gente: si se adaptó fielmente. Para empezar, nadie sabe una mierda sobre fidelidad, simplemente es una cuña que utilizan para criticar algo que no han entendido ni comprendido; algunos, sin ir más lejos, se atreven a criticar la novela, sin haberla leído, sólo por no haberles gustado la magistral película de Paul Thomas. Y acá está la discusión, entre si lo importante es la trama como tal, en sus detalles precisos y calcados, o el lenguaje y su significación, su representación en el respectivo arte que lo refugia. Desde luego, no se adapta una novela cambiando la historia entera, pero se han visto adaptaciones que no son al calco pero que funcionan a la perfección por captar la esencia, o dicho de manera menos sublime y ampulosa, la gracia de la novela. En el caso de "Inherent Vice" la novela, la esencia es la siguiente sucesión de palabras: paranoia, delirio, atmósfera, sugestión, deterioro moral, personas. Todo contado a través de una bien pensada, hilada y concluida trama, y escrita desde una cosmovisión particularmente irónica y llena de un despiadado y negrísimo humor, mediante una pluma fluida y positivamente vomitiva. Paul Thomas capta a la perfección la compleja y atractiva prosa de Pynchon, y la transforma en una monumental muestra de cine con clase y dignidad, ya sea por la confusa y desorientadora atmósfera -en el mejor de los sentidos, claro- que no deja de martillarte la cabeza en ningún momento o por la fenomenal trama criminal-detectivesca, que, aclaro de inmediato, está simplificada con respecto a la novela, la cual cuenta con su buen par de ramificaciones espaciales, temporales y corales no traspasadas a la gran pantalla -lo que señala que Paul Thomas pone el ojo en otro lado, uno que ve y va más allá-. Simplemente hay que poner atención, la atención que requiere cualquier buena película que se precie y que aprecie a su potencial público, lo que me recuerda que no hay mal en traer a colación otra aclaración: no es necesario haber leído la novela para entender y disfrutar "Inherent Vice" como película; pero, si quieren deslumbrarse con el inmenso talento del buen Paul Thomas, leer la novela y luego ver la película supondrá un luminoso y revelador ejercicio: así se escriben guiones, patanes hollywoodenses.
Y como ya me estoy cansando, me apresuro en lo que me queda, que no es mucho pero sí muy necesario: "Inherent Vice" es una obra maestra, dirigida magistralmente por Paul Thomas, que cuenta con un pozo sin fondo lleno de talento -nada más observen esos maravillosos travellings, los cuales ponen en imágenes de manera poderosa y sencilla las palabras de la novela; o los planos secuencia, los planos fijos, la banda sonora...-, esparcido en la presente ocasión sin contención alguna, pues podremos ver la comedia desenfrenada de "Boogie Nights", la extraña y curiosa atmósfera de "Punch-drunk love", la amplia gama de personajes oscuros y rotos de "Magnolia", la sublimidad inconmensurable de "There will be blood", un protagonista titánico y un colosal duelo personal como los de "The Master", además de las buenas intenciones, la incombustible energía y el inocente entusiasmo que se podía vislumbrar en "Hard eight". Como ven, "Inherent Vice" es todo Paul Thomas Anderson en su máxima expresión, quien nos deja memorables momentos llenos de lirismo y delirio, en definitiva, de cine puro y duro. Quizás no como el de los grandes maestros, pero sí uno propio y honesto, limpio y ajeno a cualquier contaminación industrial.
En menos palabras, "Inherent Vice" es una película brillante, hipnotizante, fascinante, lisérgica, divertida, melancólica, desafiante, deslumbrante, embargadora, poderosa, cautivante, deliciosa, contundente, desoladora... Además, bien actuada, contada y dirigida, qué más se puede pedir: una puta obra maestra de principio a fin. Si no les gusta o no la entienden, por favor, comprendan esto: el problema no es la película, son ustedes. Ahora, y no bromeo, a disfrutarla de nuevo...
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