lunes, 13 de abril de 2015

Jubilee - 1978


Director: Derek Jarman


  Hace un tiempito atrás comentaba la maravillosa "Sebastiane", opera prima de Derek Jarman y un tal Paul Humfress, de la cual, no obstante, se notaba claramente que el director, o mejor dicho el dueño total de aquella preciosa obra era Jarman, un cineasta con un mundo y una mente tan fascinante, compleja e inclasificable, tan radical, inconformista y en perpetua búsqueda de nuevos caminos cinematográficos y destinos personales, que se hace todo un maldito placer descubrir cada rincón de su cine, que es lo que me trajo hasta ésta su segunda película y es lo que me llevará a las posteriores. Jarman, un crítico de sí mismo y del tiempo en que vive; "Jubilee", que me ha gustado mucho aunque menos que "Sebastiane", es eso y más: la tempestuosa relación de un hombre y el paisaje que lo absorbe y excluye, puesta en imágenes; es ideología y realidad en conflicto permanente, el ícono y la cosa. Sin duda, un cineasta complejo y ambiguo, con un discurso y lenguaje cinematográfico tremendamente poderoso y directo. Y lo digo recién estando en su segunda película... qué cosas nos deparará la filmografía posterior de este hombre... uy, qué emocionante.


  La reina Isabel I, con ayuda de John Dee, invoca a un ángel, Ariel, que, ante el deseo de la reina de conocer la esencia de toda creación, transporta a ésta a las sombras de sus tiempos: la Inglaterra de los años 70, donde la decadencia y el caos social son pan de cada día. ¿Qué es lo que verá la reina en tan poco placentero pero revelador paseo temporal? Más importante, ¿qué hará ante tal revelación?
   

  Lo que Jarman realiza con "Jubilee" no puede ser más claro en su fondo pero a la vez complejo y denso en sus derroteros, sus formas: "Jubilee" es y parte como una metáfora sobre la sociedad inglesa de aquel entonces, a la larga, una metáfora sobre la sociedad occidental en general y cómo ésta ha "progresado", expresada a través de una crítica hacia la realeza o los poderes gobernantes y también a lo punk, la cara opuesta y contestataria como única alternativa a la norma y lo establecido, que se desarrolla como un juego de espejos con un elemento en común (la actriz que interpreta tanto a la reina como a la líder de los marginados, una Jenny Runacre que se adueña de ambos papeles con mucha personalidad) que termina por llevarnos al centro, conceptual y narrativo, de la obra -y todo esto sin desarrollarse en un orden lineal sino, digamos, intelectual: se es y no es al mismo tiempo... mayor coherencia imposible-. En base a ese pequeño inmenso punto, la dualidad de un personaje/actriz, Jarman despliega un discurso políticamente ambiguo pero claro en lo humano, en lo esencial de la obra: somos débiles por naturaleza, incapaces de aceptar la diversidad y proclives a caer en el conflicto vacío como consecuencia de ello; seres impuros y corrompidos por la propia existencia, letalmente ciegos ante la propia y peligrosa dualidad. "Jubilee", más que una película de argumento y desarrollo convencional, es una reflexión disfrazada de ficción: la reina Isabel I viaja en el tiempo al futuro, aunque el ángel señale que en realidad es un viaje a las sombras del tiempo original de la reina, acaso un viaje a otra dimensión, a ver cómo todos sus valores ya no existen y dan paso al reinado del caos, que, cosa interesante, tiene a su contraparte punk como líder. Más importante es el estupor de la reina, provocado no necesariamente por una preocupación hacia las personas atrapadas en ese mundo de sombras, sino por lo que presencia, acorde a las palabras del ángel como respuesta a su pedido, la esencia de toda creación... y de ella misma: la ignorancia de no reconocer, asimilar y mejorar los propios errores; ser presos de la propia ilusión de libertad y comodidad.
Además de lo anterior, su principal interés intelectual, está claro que Jarman tiene un foco político al criticar a la realeza y el aislamiento en el que vive, rodeada de tanta opulencia que nubla su visión de la realidad y la hace vivir en un mundo anacrónico lleno de palacios y joyas, de superficialidad, que en nada tienen que ver con la profunda miseria que predomina en el exterior; peor aún, a la realeza no le interesa mejorar eso que finalmente ya asume como cierto, simplemente vuelve a refugiarse en sus lujos. No obstante, Jarman de igual forma critica a los contestatarios -por no decir punk; contestatario sería un punk mal entendido- haciendo ver sus contradicciones y la falsedad de la libertad que ostentan, de cómo le dan significado a la nada y la posesión de ésta como gran logro y fuente de status... Esta segunda capa refuerza sobremanera la primera, pues sabemos que la relación social, a gran o pequeña escala, que desarrollan las personas a lo largo del tiempo es fiel reflejo de su calidad humana y conceptual, dicho de otra forma, una expresión de su esencia...
  Así, las desventuras del grupo observado por la reina, conformado por un variopinto número de desadaptados y marginales, contienen la despiadada crítica al abandono social y también a la prisión que supone el fascismo de la incorrección conductual sin argumentos, del caos por el caos, del vacío ideológico. O si no miren al personaje llamado Borgia Ginz, un magnate dueño de los símbolos institucionales británicos así como de la industria contracultural: nadie es libre, todos son títeres de alguien, o mejor dicho de algo. No obstante, lo de Jarman no cae en lo vulgar o lo tendencioso: él no distingue posturas o lados políticos, más bien detecta contradicciones y las desnuda, no por nada le da a la misma actriz el papel de Isabel I y la aparente líder de estos marginados: somos maleables, simples cargas, corazas vacías... no es que no seamos nada, simplemente es que no sabemos qué somos y vivimos sin rumbo ni propósito claro...
  Si bien Jarman, que sigue dotado de una capacidad para dirigir totalmente elegante, precisa e incisiva, en esta ocasión no se decanta por lo sensorial como motor narratológico -algo fundamental para entender y disfrutar "Sebastiane", no así "Jubilee", lo cual justifica su no utilización-; de todas formas, despliega un lenguaje cinematográfico que expresa con fuerza y firmeza, coherencia y honestidad, sus tan interesantes ideas -las interpretaciones posteriores, entre ellas la que acabo de dejar, poco importan e influyen en relación a la calidad y el significado de la obra, debo decirlo-. Por eso el pasar de lo sublime a lo bajo, del oro de la corona a la mierda en que viven estos marginales sin futuro -conscientes de ello y, aparentemente, orgullosos: el lema de vida-, de la suciedad estética a la magnificencia de la misma en un santiamén se siente tan natural y fluido: porque nace de un autor con personalidad e ideas claras. Con todo, claridad intelectual incluida, "Jubilee" es un cruel paseo por la verdad y por lo absurdo de la sociedad moderna; por lo mismo, no le pidan sentido al devenir argumental de la obra, pues no lo hay en lo absoluto: lo que verán es un cúmulo de locuras perpetradas por un grupo de outsiders que simplemente viven el día a día entre medio del absoluto nihilismo o el deseo por el lujo y la fama, haciendo lo que sea necesario y sufriendo las consecuencias -o no- de ello. Como señalé más arriba, una reflexión expresada en imágenes , engarzada hábilmente como un argumento mas o menos lineal y coherente, en vez de una trama delimitada como una guerra sin cuartel entre las fuerzas del orden y del desorden llevada a cabo a través del inicio, el desarrollo y el final tan exigido por algunos... No hay final, quizás hubo inicio, lo que importa es que hay un vago "desarrollo", o lo que es lo mismo: nada. Pero una nada muy divertida y significativa.
  ¿La esencia de la creación de las cosas es la nada misma? No creo. No estoy seguro de qué nos dice Jarman -aunque haya dejado una pequeña interpretación que creo no le hace del todo justicia al amplio bagaje cultural del director-, pero me parece que al menos deja una cosa clara: el vacío y la nada, la carencia de significado alguno, son consecuencias de una vida de perpetua evasión de dicha esencia, sea lo que sea -ignorancia o cualquier otra cosa-. En cualquier caso, "Jubilee", lanzada un año después del jubileo de plata de Isabel II, es una obra necesaria y digna de ver, de tremendo discurso así como sobria y despojada -sonará extraño con tanta extravagancia- puesta en escena, amén de un bien pensado estilo cinematográfico -que de todas formas no elude los breves excesos en ocasiones, pues así es la vida: un tira y afloja de contrastes- que se suma a un Todo que parece querer decirnos que nada tiene significado si no sabemos de dónde venimos o hacia dónde vamos. "Jubilee" es inclasificable pero, curiosamente, no del todo difícil o desafiante de ver; es decir, Jarman no peca de pedantería ni se hace el inteligente confundiendo su relato y su forma, más bien hace gala de una sencillez muy en línea con su honestidad. Que su mente divague y experimente con el montaje y las imágenes no es un vano ejercicio de artificios y apariencias, sino el método personal de un autor para expresar sus ideas.
  En fin, que ya me estoy alargando... el punto es que "Jubilee" merece el visionado, si no por la potente marca de su autor, al menos por lo interesante que resulta ver las dudosas actividades de un llamativo reparto de personajes y una aún más curiosa forma de llegar a ello. En cualquier caso, como siempre, ustedes deciden...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...