Director: Bill Douglas
Parece chiste repetido, pero así es la vida y, en mi defensa, dudo que en los días y meses venideros recurra a lo siguiente para justificar algunos visionados como el de hoy. "My childhood", opera prima de Bill Douglas y primera parte de una trilogía autobiográfica del director, reúne muchas características que a priori asoman sumamente interesantes, como por ejemplo el toque personal; no obstante, me he decidido a verla por una simple pero poderosa razón: la corta duración de cuarenta y cinco minutos, ideal para estos días apurados. Pero, como digo, la breve duración de "My childhood" no se sobrepone a las demás cualidades que más me atraían, y así queda demostrado una vez que la imagen final se va a negro y da paso a los créditos. Cruda y sin rastros de manipulación emocional, "My childhood" es un honesto y notable ejercicio cinematográfico que vale la pena rescatar. No una joya ni una obra maestra, pero sí una pieza muy reivindicable y respetable.
Jamie es un chico que vive en la pobreza extrema junto a su hermano y su cada vez más desvalida abuela. En medio de la soledad y el abandono, de la desesperanza total, Jamie se dedica a vagar y pasar el tiempo por aquí y por allá, sin un horizonte claro. Sin futuro.
Cuando la etiqueta "autobiográfica" va asociada a una obra de ficción, ya sea libro o película, siempre surgen sus justificables pensamientos que tratan de encontrar qué tan biográfico es lo que estamos viendo, o para ser más precisos, qué tan real o qué tanto debemos creer de estos hechos cuya veracidad es difícil de probar de buenas a primeras. Pero, pienso yo, a lo que apela Bill Douglas con esta historia no es a una alevosa y "fiel" -o literal- puesta en escena de un pasado doloroso desde la perspectiva de la autocompasión y autocomplacencia para que los espectadores sepan cuánto tuvo que vivir y sufrir el hombre. Douglas no cae en lo egocéntrico, no busca erigirse a sí mismo como un ídolo o héroe, simplemente pretende transmitir la amplia gama de emociones que nacen del vestir ropas sucias y rotas, y vivir en casas corroídas por el tiempo, el olvido y la desesperanza, mediante la historia de un niño que, desde luego, tendrá mucho de él mismo.
Douglas dirige con una crudeza desoladora, sin ningún tipo de artificio manipulador que busque la lágrima fácil o la compasión barata y deshonesta; la puesta en escena de Douglas es despojada y desnuda, sin banda sonora, con un pesimista blanco y negro en ocasiones casi expresionista, actores contenidos pero de intensas miradas, y en total una estética que lo único que nos dice es que no hay inocencia, no hay bondad, no hay esperanza, sólo muerte y desolación y decepción. La manera en que Douglas utiliza la imagen visual y sónica es verdaderamente notable, acentuando dicha sensación de abandono tan latente, sensación que pasa a ser un irrevocable y quebradizo estado de las cosas que encuentra su sede en una ciudad minera cuasi fantasmal que pasa a ser otro personaje más, igual de solitario y melancólico que sus habitantes.
Eso sí, a la película se le puede achacar una pequeña cosa: que, partiendo del no-argumento -nada malo por sí mismo- y centrándose más en la atmósfera y la experiencia sensorial de la pobreza material y la soledad espiritual, "My childhood" en ocasiones puede ser algo dispersa y poco prolija en su progresión narrativa, lo que resta poderío y contundencia al toque humano, gran pilar de la película, quizás demasiado para su propio bien. No obstante, la cinta de Douglas no se hace cansina ni pesada en ningún momento, y aunque tampoco tenga escenas verdaderamente sublimes y memorables, logra mantener un sólido piso de calidad que sustenta lo que verdaderamente quiere hacer el director, que es situarnos en la intimidad de la pobreza, mucho más difícil que no tener qué comer o vestir -que es muy pero muy difícil- dado que vivir así es, una verdad terrible pero cierta, una condena a muerte.
Si bien no he quedado particularmente encantado, sí me ha gustado bastante "My childhood", especialmente la puesta en escena de Bill Douglas, muy potente y evocadora, que da cuenta de un director honesto que sabe aprovechar el lenguaje cinematográfico e ir más allá en la utilización de las funciones expresivas y narrativas. Atento y expectante quedo con las dos películas siguientes, "My ain folk" y "My way home". Por lo demás, muy recomendable "My childhood".
Jamie es un chico que vive en la pobreza extrema junto a su hermano y su cada vez más desvalida abuela. En medio de la soledad y el abandono, de la desesperanza total, Jamie se dedica a vagar y pasar el tiempo por aquí y por allá, sin un horizonte claro. Sin futuro.
Cuando la etiqueta "autobiográfica" va asociada a una obra de ficción, ya sea libro o película, siempre surgen sus justificables pensamientos que tratan de encontrar qué tan biográfico es lo que estamos viendo, o para ser más precisos, qué tan real o qué tanto debemos creer de estos hechos cuya veracidad es difícil de probar de buenas a primeras. Pero, pienso yo, a lo que apela Bill Douglas con esta historia no es a una alevosa y "fiel" -o literal- puesta en escena de un pasado doloroso desde la perspectiva de la autocompasión y autocomplacencia para que los espectadores sepan cuánto tuvo que vivir y sufrir el hombre. Douglas no cae en lo egocéntrico, no busca erigirse a sí mismo como un ídolo o héroe, simplemente pretende transmitir la amplia gama de emociones que nacen del vestir ropas sucias y rotas, y vivir en casas corroídas por el tiempo, el olvido y la desesperanza, mediante la historia de un niño que, desde luego, tendrá mucho de él mismo.
Douglas dirige con una crudeza desoladora, sin ningún tipo de artificio manipulador que busque la lágrima fácil o la compasión barata y deshonesta; la puesta en escena de Douglas es despojada y desnuda, sin banda sonora, con un pesimista blanco y negro en ocasiones casi expresionista, actores contenidos pero de intensas miradas, y en total una estética que lo único que nos dice es que no hay inocencia, no hay bondad, no hay esperanza, sólo muerte y desolación y decepción. La manera en que Douglas utiliza la imagen visual y sónica es verdaderamente notable, acentuando dicha sensación de abandono tan latente, sensación que pasa a ser un irrevocable y quebradizo estado de las cosas que encuentra su sede en una ciudad minera cuasi fantasmal que pasa a ser otro personaje más, igual de solitario y melancólico que sus habitantes.
Eso sí, a la película se le puede achacar una pequeña cosa: que, partiendo del no-argumento -nada malo por sí mismo- y centrándose más en la atmósfera y la experiencia sensorial de la pobreza material y la soledad espiritual, "My childhood" en ocasiones puede ser algo dispersa y poco prolija en su progresión narrativa, lo que resta poderío y contundencia al toque humano, gran pilar de la película, quizás demasiado para su propio bien. No obstante, la cinta de Douglas no se hace cansina ni pesada en ningún momento, y aunque tampoco tenga escenas verdaderamente sublimes y memorables, logra mantener un sólido piso de calidad que sustenta lo que verdaderamente quiere hacer el director, que es situarnos en la intimidad de la pobreza, mucho más difícil que no tener qué comer o vestir -que es muy pero muy difícil- dado que vivir así es, una verdad terrible pero cierta, una condena a muerte.
Si bien no he quedado particularmente encantado, sí me ha gustado bastante "My childhood", especialmente la puesta en escena de Bill Douglas, muy potente y evocadora, que da cuenta de un director honesto que sabe aprovechar el lenguaje cinematográfico e ir más allá en la utilización de las funciones expresivas y narrativas. Atento y expectante quedo con las dos películas siguientes, "My ain folk" y "My way home". Por lo demás, muy recomendable "My childhood".
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