Director: John Ford
Vamos a seguir en los años treinta de la filmografía de Ford por un rato, creo, bastante largo. No hay ánimos de detenerse, en todo caso, ¿por qué habría de? Puede que sea un poco temprano para conclusiones, especialmente con tan sólo dos películas vistas, aunque ciertamente hay directores que en mayor cantidad de filmes no logran desplegar la misma calidad y talento que otros (como Ford), muy bien dotados de talento y oficio, lo hacen, sin dejarle espacio a la duda, en una sola película (y más...); pero mejor vuelvo a lo que iba, la temprana conclusión: Ford me parece un gran y excelente narrador. Así de simple. Así lo demostró con "The last patrol" y así lo demuestra con "Four men and a prayer", una encantadora aventura que sorprende por lo estupendamente contada y filmada que está, si bien no esperaba algo diferente. Calidad pura.
Un coronel del ejército es dado de baja, y sin honores, cuando una mala orden suya le cuesta la vida a treinta soldados. No obstante, algo huele mal, pues el coronel en cuestión nunca había fallado antes y todo parece indicar que la desgracia fue obra de terceros. Por desgracia el hombre no puede detener dicha maquinación, aunque por fortuna tiene cuatro hijos que harán todo lo posible, mover cielo y marea de ser necesario, por limpiar su nombre y hacer que se le dedique el honor que merece.
Pues bien, primero que todo hay que señalar lo más notorio, y es que nuevamente Ford descansa en una fuerza dramática subyacente que potencia cada aspecto de la película, especialmente los narrativos y argumentales, logrando que ésta vaya más allá de las posibilidades que la premisa y el "género" en el que se enmarca sugieren en un inicio. Sin esta fuerza dramática, probablemente, estaríamos ante una cinta aceptable, sí, pero no al nivel de lo que Ford nos da como resultado. ¿Cuál es esa fuerza dramática a la que tanto me refiero? Sencillo: el honor, principalmente, secundado por el amor de cuatro hermanos hacia su padre -podría ser al revés, pero qué sé yo-. Teniendo de fondo esa fuerza dramática, aunque también podríamos llamarla una intención, la película gana mucho: para empezar, unos personajes creíbles que no son títeres del argumento sino que destacan naturalmente por sobre él, dándole un honesto toque humano al entuerto; segundo, y amparado por lo anterior, que una aventura que toma lugar a lo largo de prácticamente todo el mundo nunca parezca exagerada y aguante incólume su sentido original -la fuerza dramática, leitmotiv de este post al parecer-; tercero y último, una narración que no necesita de manipulaciones ni efectismos para contar magníficamente una historia y, sobre todo, entregar un mensaje que va en perfecta coherencia con el quid del todo: el honor, y las consecuencias de la falta de él.
Sobre el resto: Ford, además de dirigir con un estilo sobrio pero deslumbrante a la vez -y en ocasiones duro y contundente, como debe ser: sin perder el pulso ni los valores narrativos, sin dejarse llevar por efectos de golpe baratos y simplones-, demuestra un encomiable dominio y manejo del espacio cinematográfico -el encuadre, el fuera de campo, lo que sabemos y lo que no sabemos...-, y del tempo interno y externo de la imagen audiovisual -también llamado ritmo, pero pienso que el tempo es mucho más que discutir si una historia se pasó volando o se eternizó-, logrando una sabrosa fluidez que causa verdadera fascinación. Y considerando que la película transcurre en varios escenarios a la vez, cada uno con sus propios personajes y mini-tramas, esto es verdaderamente digno de elogio: no perder el hilo, por el contrario, mantener el interés firme y sin rasguño alguno.
Como dije, una gran narrador que nos entrega una historia muy bien relatado, con gran sentido de la intriga, mucho sentido del humor, su precisa cuota de desolación y crítica -y vaya crítica, que no es poco lo que se dice-, y una sensación permanente de que el director está disfrutando, gozando, el solo acto de contarnos una grandiosa historia estupendamente filmada. ¿La pelea en el bar? Probablemente una de las mejores que he visto en mucho, mucho tiempo. ¿Ese encuentro en Buenos Aires? Sin palabras... ¿Esa discusión en el yate? Verdaderamente incómoda. ¿Jurar que se hará honor y justicia al padre? Más auténtico imposible. Y podría seguir...
Poco más he de decir: "Four men and a prayer" es una película que no sólo se defiende con su argumento muy bien construido y desarrollado -y culminado como era debido- y filmado, sino por el contenido de fondo que sólo unos pocos logran imprimirle a sus historias sin dejar que el ego se interponga en su camino, sólo el amor al cine. Encantadora, hilarante, directa, honesta, menos inofensiva de lo que podría aparentar..., les recomiendo a ojos cerrados esta sensacional película. Les garantizo un gran, saludable y reconfortante visionado.
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