martes, 23 de junio de 2015

The prisoner of Shark Island - 1936


Director: John Ford

  Si he puesto atención a mi propio blog, ya debería ir en la séptima estación de este largo viaje llamado algo así como "puesta al día con el cine de John Ford". Admito que ando con una carencia de imaginación de aquellas en estos días, comenzando todas mis entradas con un "y ahora voy en la ...... parada de blablabla". Qué le puedo hacer, si al fin y al cabo, como en todo lo que hago -salvo la universidad o cualquier institución "educativa/pedagógica"-, hago lo mejor que puedo. Y, si me permito agregar, con muchas ganas toda vez que, créanlo o no, este blog es el mayor logro en lo que llevo de vida. Podría ser mejor, claro, aunque podría ser peor: si vieron las noticias, allá en Estados Unidos un loco racista de mi misma edad mató a nueve negros en una iglesia, por increíble que parezca que algo así siga sucediendo en estos días... En fin, admito que he escrito todo esto sólo por relleno, así que mejor dejo la cháchara y me pongo a comentar "The prisoner of shark island", otra buena película de Ford, aunque en esta ocasión intentaré mantener una posición más mesurada de lo acostumbrado a lo largo de la entrada, si bien tampoco estoy precisamente exaltado ni alucinado, así como que me fuera a costar un montón contenerme en los elogios.


  El doctor Samuel Mudd lleva una vida tranquila junto a su bellísima esposa y su inocente hija. Lamentablemente, todo se irá completamente al diablo cuando una noche cualquiera, digamos que aquella en la que mataron a Abraham Lincoln, el hombre atiende a un sujeto con una pierna rota, un sujeto llamado John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln. Naturalmente el doctor no sabía tal dato, y cuando la investigación lo alcanza, la "evidencia" y los oficiales lo inculpan  sin contemplaciones como un conspirador y cómplice de Booth. El hombre intentará recuperar su honor de doctor, ciudadano y padre de familia, pero la cosa es bien difícil.


  "The prisoner of shark island" es una película trepidante, dirigida con mano firme y gran capacidad para sostener tanto las secuencias más "movidas" -verdaderamente electrizantes, que te ponen nervioso o los pelos de punta, te mantienen atento y expectante- como aquellas en donde la acción se cuece, se desarrolla, a un nivel más subyacente y conceptual -y sin premuras-, que nunca pierde el norte: mantener un ente cohesionado y coherente en el uso de sus múltiples mecanismos narrativos en pos de sus intenciones sustanciales -tenemos aventura carcelaria, drama familiar y social (no en la acepción actual de desposeídos tristes, sino social de verdad: inmiscuirse en la idiosincrasia de una época y un lugar a través de su gente y sus relaciones), entre otros más sutiles y menos constantes-. Es decir, cuando Ford no nos mantiene pegados al asiento con sus potentes secuencias de persecuciones lluviosas, enfrentamientos violentos y demás cañonazos, lo está haciendo mediante una terrible injusticia que debe ser resuelta pero que, por el contrario, haya un camino fácil y expedito en su propósito de esconder la verdad -con o sin malas intenciones, el daño suele ser el mismo: alguien inocente paga las consecuencias-. ¿Y con qué fin? Con desarrollar una aventura cuya travesía no busca un tesoro, al menos no uno tangible y brillante, sino algo mucho más difícil de encontrar: el honor... el verdadero honor, la valía humana. Y dicha aventura se desarrolla de manera coherente porque establece el conflicto, que como ya se dijo no es puramente anecdótico -"SUJETO busca OBJETO, OTROS lo impiden"- sino esencialmente conceptual, y lo pone en movimiento siguiendo los códigos del género, retorciendo los mismos según sus propios fines. Lo de cohesionado viene porque, como ya dije, a Ford no se le desequilibra la mano poniendo más acción que dialéctica o viceversa: todo cumple su rol en función de lo principal, lo sustancial -que como bien sabe Ford, necesita un buen vehículo en el cual expresar sus planteamientos-.
  En esencia, "The prisoner of Shark Island" se estructura en dos partes -asimétricas en términos de metraje-: el honor arrebatado, primero, y luego la recuperación del mismo. La primera parte es sobrecogedora y potente, dramáticamente hablando: la injusticia es tremenda y Ford capta a la perfección la impotencia, el desamparo y la indefensión ante lo que es estar perdiendo todo por algo no cometido, y contemplar al resto gozar y pedir incluso más castigo. La segunda parte descansa más en lo intenso de la acción, aparentemente única forma de poner en imágenes el acto de demostrar la valía propia, literalmente contra viento y marea. No digo que no me guste, porque todo ese segmento está fenomenal -esa lluvia, ese mar, dios mio... yo que le temo al mar-, sólo que me parece muy simple y fugaz, pero sobre todo simple: las acciones relatadas no son para nada poca cosa, pero tampoco cierran ni aclaran las tribulaciones iniciales: es como tapar el sol con un dedo, lógicamente no hay sustento. Uno queda desconcertado: del ostracismo público al heroísmo hay una difusa y delgada línea, a menos que me esté perdiendo de algo: ¿se puede ser villano y héroe a la vez? Sabemos que Ford no obedece cánones morales, estéticos ni narrativos, pero su innegable carácter de autor no justifica esta contradicción dialéctica, que de todas formas no es culpa suya puesto que todo está basado en una historia real, adornada con muchas cosas, sí, pero historia real al fin y al cabo -lo que dice bastante de la sociedad y sistema judicial de la época-... Me cuesta describir mi sensación al respecto. Me estoy complicando demasiado, así que mejor voy terminando...
  En muy resumidas cuentas, "The prisoner of Shark Island" es una excelente película de aventuras que, además, contiene las ya conocidas reflexiones de su director, siempre en torno a la valía del ser humano y su capacidad para enfrentar la adversidad, ojalá manteniéndose firme en sus principios y actos. Es como el bien versus el mal, pero mucho más complejo y desafiante y contracorriente... Por último, nótese que el verdadero doctor Samuel Mudd no era precisamente un ángel, pues según ciertas fuentes, el hombre era férreo defensor de la esclavitud -al servicio del buen señor jesucristo-, y al parecer había tenido reuniones con el tal Booth -con el que compartía amistad y opiniones políticas, mas no plan alguno según se aclara-. Interesantes cambios, claro que sí, pero no estoy acá para analizarlos; sólo les digo que ésta es una película que merece el visionado, y con creces. Si se complican la cabeza es cosa de ustedes, ciertamente no es nada bonito...

2 comentarios:

Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...