viernes, 10 de julio de 2015

The Walking Dead - Temporada 3


Creador: Frank Darabont

  Con paso firme he ido recuperando el terreno perdido con "The walking dead", ¿motivado por qué? , mejor me guardo eso para mí; hay que tener cuidado con lo que uno escribe, me han dicho. Y también me han dicho que la tercera temporada era mala, pero a decir verdad aún no me siento decepcionado y/o enojado con la serie que Frank Darabont trajo a la televisión -aunque lo despidieron terminada la primera temporada-, pues a pesar de que se siente el peso de los tres episodios agregados -de 13 a 16-, decisión claramente tomada con fines comerciales, debo decir que no me ha parecido una mala temporada. Es más, hasta "me ha gustado" -y con moderación, incluso para las comillas-, aunque no le haré la vista gorda a una narración que ya no tiene la fluidez ni precisión de su segunda temporada, y que demuestra síntomas de un agotamiento que no se materializó pero que puede hacerlo en la cuarta temporada. Uno termina con impresiones encontradas y raras, especialmente porque el final es demasiado malo, pero pienso que todavía no nos están robando el tiempo de manera descarada y desvergonzada.


  Luego de la granja de Herschel, Rick y los suyos llegan a una prisión abandonada que parece ser un buen refugio, de no ser porque tienen que limpiarla de los zombis que están adentro, que son muchos. En cualquier caso, estarán muy ocupados con eso... y, por supuesto, no muy lejos hay un maníaco que se hace llamar "el gobernador" que maneja una especie de utopía, la que planea defender y mejorar a costa de quien se cruce en su camino.


  Esta temporada recurre al gran antagonista, el villano a vencer: el gobernador, un sujeto sin carisma ni personalidad ni tampoco una construcción psicológica y narrativa medianamente decente. Sin duda, lo peor de la temporada; un personaje malísimo y que no logra resistir por sí solo el peso de los minutos que tan torpemente le regalan. Ciertamente sus dramas tampoco son en lo más mínimo interesantes ni útiles; entre ese romance con una vieja conocida, que es tan pero tan insípido y obvio en sus directrices argumentales -"¿de qué bando estás?"-, y su propio "granero de Herschel", que es básicamente la repetición de la misma estupidez -lo que le resta todo cimiento dramático, aunque como digo, el que el gobernador sea tan mal personaje ayuda a que sus dramas nos importen aún menos-, no sé cuál es más aborrecible. ¿Y por qué estamos hablando del gobernador y su utopía llamada Wayward Pines Woodbury? Pues porque los guionistas consideraron apropiado que a lo largo de los primeros ocho episodios llegásemos a conocer y comprender, si es posible aquello, qué sucede y cómo suceden las cosas en esa prisión disfrazada de salvación... ¡si hasta le dedican un episodio completo dejando de lado a nuestro Rick!
¿La raíz de todo mal? Pues claro: la inclusión de esos infames tres episodios. No hay otra forma de explicar esta división narrativa de tener por un lado al grupo de Rick y por el otro al gobernador: con lo del grupo de Rick, cuyos líos por hacer habitable la prisión son más que suficientes hasta que se encontraran con el gobernador -algo inevitable, por algo nos muestran a este nefasto personaje en primer lugar-, a los guionistas no les habría alcanzado para rellenar los primeros ocho episodios, que es cuando comienza esa pausa de dos o tres meses antes de terminar con los ocho posteriores. De esta forma, la primera mitad es errática y torpe, pues lisa y llanamente todo lo del gobernador sobra, o dicho de otra manera, no supo ser incluido y construido -su presencia no tiene ni misterio ni encanto ni ambigüedad... una superficie plana y vacía-.
  Sin duda, la segunda mitad es mucho mejor, pues ya no hay espacio para la especulación: comienza la batalla sin cuartel... la que, no obstante, pudo haber durado menos episodios; es notorio que aquellos en los que Rick, Michonne -pero qué personaje más malo, aunque gana puntos a medida que los episodios avanzan, si bien la etiqueta de "no es la gran cosa" no se la puede quitar nunca- y Carl van a buscar armas y más cosas, así como ese en el que nuestra vieja conocida que intima con el gobernador intenta entregar un mensaje a sus amigos de la prisión, son episodios relleno que, en todo caso, no me han desagradado en lo absoluto, pues se hacen interesantes conexiones psico-sociales entre ciertos personajes. Ahora bien, el final es francamente ridículo. ¿Tanto revuelo y escándalo para un tiro por la culata del porte de una catedral?, ¿un, en vocabulario actual, epic fail? ¡Es una estafa y un insulto hacia el espectador!, y no sólo por la resolución del gran conflicto per se, sino por el resto de despedidas melosas y reencuentros melosos y muchas más cosas melosas... pura corrección y falta de personalidad, si me preguntan.
  Ahora, ¿qué le habría hecho excelentemente bien a esta serie -y, de paso, disminuir la excesiva e injustificable cantidad de episodios-? El fuera de campo, las sorpresas argumentales. ¿Cómo hubiera sido todo si de repente, en una búsqueda de alimentos y medicamentos, aparece ese personaje que se tuvo que amputar la mano y secuestra a un par de los nuestros y los lleva donde el gobernador, líder de una segura fortaleza en la que, además, hay otro personaje que algunos daban por muerto? Sin duda que habría sido más interesante la manera en que dicha información nos habría abofeteado. ¡Tantas cosas por asimilar y tan poco tiempo para hacerlo!
  Diez episodios y esta temporada pudo haber sido realmente contundente y hasta memorable. De todas formas, hay otro problema que puede que siga creciendo: la grandilocuencia, síntoma visto tanto en la cantidad de personajes que se incluyen -pobremente escritos e interpretados- como en las dimensiones de los conflictos... aunque no es que alguien tire la casa por la ventana con tal de recuperar cinco esposas... pero en fin, mi punto es el siguiente: mantener las cosas sencillas debe ser lo principal, por algo la segunda temporada fue tan buena, porque todo conflicto y tensión nacía de las disputas internas y externas de los personajes, y no porque apareciera un villano de turno que tiene alto poderío militar y la cabeza seriamente arruinada: el poder está en la mente... por esto mismo pienso que el personaje de Rick es el que mejor futuro tiene; de hecho, su rol en los primeros episodios de la cuarta temporada me parece genial, aunque por desgracia la temporada en sí es incluso más errática que ésta, pues ni el conflicto es claro ni tampoco las previsibles y poco convincentes disputas internas -hay una clara diferencia entre tener discrepancias superfluas con alguien y construir una enemistad venenosa y sanguinolenta-. En cuanto a las diferencias entre cómic y serie televisiva, no me voy a referir, pues no he leído los cómics y, según dicen -la gente dice muchas cosas-, el gobernador original es verdaderamente genial y memorable. Algún día podré dar mi propio veredicto...
  Y bueno, así es la cosa: esta tercera temporada no tiene grandes personajes, no tiene grandes conflictos, tampoco una gran narración, pero funciona de manera más o menos efectiva, y su calidad no se ha derrumbado estrepitosamente. Para allá va al parecer, pero tampoco hay que perder la fe: todo puede pasar en la tierra del señor.

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