miércoles, 19 de agosto de 2015

They were expendable - 1945


Director: John Ford

  Ayer me enteraba que mañana Warpaint estará en concierto en la Blondie, no sé con qué evento como telón de fondo, y más importante, de manera gratuita. Una noticia que me alegró bastante, pero que llegó a mis ojos demasiado tarde, pues averiguando por ahí, constaté que las entradas estaban agotadas. No es sorpresa, considerando que sólo faltaban dos días para el concierto en cuestión, además de ser gratuito, lo que sin duda aumentó la rapidez con que los fans acudieron al retiro de tickets. Cómo me hubiera gustado ver a Theresa Wayman en vivo... Una lástima, apuesto que la próxima vez que Warpaint venga a Chile no será gratis. Para cuando venga Rammstein estaré más atento, ya verán... Ahora, volviendo al cine, que es lo que nos convoca en este pequeño blog, es el turno de comentar "They were expendable", película que Ford rodó con ayuda de la marina una vez finalizada la segunda guerra mundial, y que supone un filme mucho más profundo y nada acomodado de lo que en su momento leí por ahí. Vamos, si hablamos de Ford, no es que el hombre deje que le controlen una película...


  La unidad del teniente John Brickley (Brick para los amigos) se caracteriza por su expertise en el manejo de unas lanchas armadas con torpedos y destacadas por su agilidad. Por desgracia, a los altos mandos de la marina no les fascina mucho los aparatos esos, así que relegan a la unidad de Brick a tareas nada emocionantes. Todo comenzará a cambiar cuando Pearl Harbor sea atacado y Estados Unidos se meta en la segunda guerra mundial declarándole la guerra a Japón, momento oportuno para que Brick y los suyos demuestren de qué están hechos ellos y sus máquinas.


  "They were expendable" podría ser la excusa perfecta para que los detractores de Ford (principalmente morales, me imagino) lo acusen nuevamente de patriotero y asesino de indios (¿?), pero poco y nada de patriotero tiene la presente película. Si bien no es una ácida y corrosiva crítica contra Estados Unidos y su rol en la guerra, tampoco es una apología ni un sentido homenaje a las instituciones militares y su sabiduría estratégica o comprensión humana. Ciertamente se ensalza el amor por la patria, el sentido del deber de unos hombres que dan la vida por su país, pero ello es una cualidad más propia de los marinos como individuos (o colectivo), aquellos que llevan enraizado en lo profundo de su ser el respeto y amor a la bandera, que no es más que el amor por sus familias y sus amigos, la protección del otro. Qué patriotero ni que nada... Ford nuevamente nos sumerge en la intimidad (aunque no en un sentido mustio e indie) de un grupo de hombres que llevan a cabo una misión, ya sea sobrevivir en un desierto rodeados de árabes invisibles, ya sea sobrevivir a los embates del mar en un barco de mala muerte, o como en el presente caso, demostrar la valía propia y de las armas a la hora de servir y defender; sortear dificultades, enfrentando al fiero enemigo o al (ni tan) disimulado desdén de altos y bajos cargos. Acá ya encontramos presente varios palos a los estrategas militares, de obtusa visión y que despiertan sólo cuando ven resultados claros (victorias que, eso sí, costaron cientos de muertos) y a la mano. Pero, aún así, la cosa sigue empeorando, pues seremos testigos de la caída de varios de los miembros de la unidad de Brick y cómo es que van siendo olvidados por su patria (representada en altos cargos bastante petulantes y déspotas, aunque muestren de vez en cuando algo de empatía), sin la gloria que sus actuaciones merecían; sólo los otros marinos sabrán quién está enterrado en determinado lugar, lo que hizo y lo valioso que fue; las condecoraciones serán para unos pocos, para los que más provecho puedan generar a los altos cargos. El resto, pues que se queden en las islas esas donde fueron destinados, observando a más compañeros irse con el viento y la marea. Sí señor, la guerra es una cosa ingrata: sólo quita, arrebata, olvida, no tiene sentido.
  Por lo demás, una magnífica puesta en escena de Ford, quien nos deja secuencias de acción alucinantes (no es de extrañar considerando ese terrorífico y crudo huracán con que nos azotó en "The hurricane") así como otras tantas donde sale a flote la calidad humana de los marinos, interpretados estupendamente por sus respectivos actores, aunque es natural que destaquen John Wayne y Robert Montgomery como los fuertes pero comprensibles líderes de la unidad o escuadrón. Guerra, amistad, amor, soledad, orgullo y deber, cualidades que rebosan cada fotograma, hilados en una narración llena de fuerza y personalidad. Y de esta forma, "They were expendable" es más que una película de guerra o bélica, es una de un grupo de hombres que no paran de pelear tanto en tiempos de paz como de guerra y que encuentran en el escenario bélico el lugar idóneo para demostrar su valía, lo que no deja de contener un hábilmente incrustado mensaje antibelicista, pues, ¿cómo demonios es que se necesita una guerra para que los que sirven un país demuestren lo que valen? Parece una pregunta estúpida, lo admito, y podría estar mucho mejor planteada, pero traten de mirarla desde mis ojos... así tiene algo más de sentido, ¿no? Como sea, mejor me dejo de rellenar: "They were expendable" es una estupenda película cuya mayor cualidad es equilibrar el sentido de la narración (llámenlo ritmo si quieren) con el fondo de las imágenes, y es que a veces las de guerra o son iterativas en sus masacres o empalagosas en sus discursos.

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