Director: Toshio Masuda
Mitad de semana y me pregunto, ¿qué ha pasado? Nada realmente, muy aburrido todo si no fuera por el cine, claro, siempre acompañándonos. Oh, eso y que hoy es el concierto de Pearl Jam en el estadio que no está muy lejos de mi casa y que me permite escuchar, no con tanta nitidez pero suficiente distinción, las canciones de los de Seattle. Banda sonora para escribir comentarios a altas horas de la noche, maldita sea mi indisciplina. "Rusty Knife" es la opera prima de Toshio Masuda y tercera parada en esta semana criminal japonesa que encuentra su primera y fea caída con una historia trillada, predecible y plana, y una ejecución débil. Una decepción, a todas luces.
En la ciudad de Odaka el jefe criminal se da la gran vida: todos saben de sus malos hábitos, pero nadie puede probarlos, por eso cada vez que el fiscal lo detiene, sale libre de inmediato. Pero cuando un criminal de poca monta sufre un revoltijo de conciencia y saca a la luz un antiguo pero importante caso de asesinato, entonces se librará una batalla para esconder o liberar la verdad, aunque el camino, como es de esperar, no estará exento de violencia.
Entonces, ¿qué más queda por decir? Veamos...
El inicio de "Rusty Knife" es interesante, más que interesante: una guerra entre la ley y el crimen, pero más dialéctica que por la fuerza: todo se centra, o eso parece por momentos, en demostrar la culpabilidad de uno y sacar a flote la verdad, mucho más compleja de lo que al principio se muestra (porque siempre es así). El protagonista al parecer era el fiscal que con intachable proceder intenta apresar al jefe criminal. Con este planteamiento, la aparición de un tercer involucrado, un criminal de aún más baja categoría que pretende jugar a ambos bandos (o contarlo todo al fiscal, o chantajear al jefe criminal para que le pague por su silencio), promete mantener el relato prendido y con permanente capacidad de inventiva en lo que uno anticipa como un estimulante juego de ajedrez. Pero no, todo esto del fiscal versus el jefe criminal es el contexto de la verdadera historia del verdadero protagonista: uno de los colegas matones del soplón/chantajista, que también se ve arrastrado a esta contienda, mucho más íntima con su propia historia de lo que en realidad creía. Porque verán, la trama nos cuenta los dramas de este sujeto, quien luego de dejar el crimen abre un bar para pasar las penas amorosas que ya verán detalladas en la cinta, y que se debate entre si dejar de lado la violencia o seguir el camino de la venganza una vez descubre ciertas desagradables sorpresas relacionadas al caso de asesinato traído a colación por su ex-colega soplón. El gran problema es que pasar de un relato eminentemente causal, de acción/reacción, a uno en donde el conflicto es moral e independiente de la acción de manera tan brusca genera un abismo irreparable en el relato, incluso cuando la historia de este infeliz es la pieza central del conflicto fiscal-jefe criminal. ¿Por qué? No pretendo dármelas de teórico, pero pienso que la respuesta es sencilla: al cambiar al protagonista (lo que me parece interesante) también se cambia, de paso, el conflicto y el tratamiento conceptual, lo que en la presente ocasión no fue ejecutado con fluidez y pericia narrativa, pues el enfrentamiento entre el fiscal y el jefe criminal es relegado a un plano secundario casi terciario que se vuelve sólo un telón de fondo, un cúmulo de hechos circunstanciales que se enredan entre sí de maneras predecibles y poco convincentes, y que dan cuenta de un guión tramposo pero falto de contenido y personalidad. Dicho de otra forma, nos cambian la película prometida.
Esto no estaría del todo mal (comenzar con una historia para abrir más la verdadera historia) si no fuera porque la gran red argumental es obvia y plana y cliché, con "sorpresas" que uno ve venir desde la mitad del metraje, o incluso antes. En vez de ser una aceptable cinta de "acción dialéctica", nos ponemos reflexivos y tristones sin razón alguna. Está claro que los personajes son una basura si es que nada nos importa... Por si fuera poco, se intenta incluir una crítica social que apenas se hace presente en el relato, que queda como un simple enunciado. Y para los noventa minutos que dura, uno sigue pensando que le sobra, digamos, la mitad de metraje. Digo, si el director no es capaz de generar atmósfera (de acción, de melancolía, etc...) o darle fuerza a la imagen, ¿entonces como sobrevivir a un relato mal hilado y estructurado, lleno de puntos muertos y jugadas argumentales cansinas y débiles? En fin, "Rusty Knife" es plana, obvia y, descontando un par de contadas escenas y un par de interesantes movimientos de cámara, no tiene nada promisorio que destacar. Al final "la verdad" era mucho más simplona y facilona de lo que prometía.
Al menos la película de mañana nos devolverá la alegría al cuerpo...
Entonces, ¿qué más queda por decir? Veamos...
El inicio de "Rusty Knife" es interesante, más que interesante: una guerra entre la ley y el crimen, pero más dialéctica que por la fuerza: todo se centra, o eso parece por momentos, en demostrar la culpabilidad de uno y sacar a flote la verdad, mucho más compleja de lo que al principio se muestra (porque siempre es así). El protagonista al parecer era el fiscal que con intachable proceder intenta apresar al jefe criminal. Con este planteamiento, la aparición de un tercer involucrado, un criminal de aún más baja categoría que pretende jugar a ambos bandos (o contarlo todo al fiscal, o chantajear al jefe criminal para que le pague por su silencio), promete mantener el relato prendido y con permanente capacidad de inventiva en lo que uno anticipa como un estimulante juego de ajedrez. Pero no, todo esto del fiscal versus el jefe criminal es el contexto de la verdadera historia del verdadero protagonista: uno de los colegas matones del soplón/chantajista, que también se ve arrastrado a esta contienda, mucho más íntima con su propia historia de lo que en realidad creía. Porque verán, la trama nos cuenta los dramas de este sujeto, quien luego de dejar el crimen abre un bar para pasar las penas amorosas que ya verán detalladas en la cinta, y que se debate entre si dejar de lado la violencia o seguir el camino de la venganza una vez descubre ciertas desagradables sorpresas relacionadas al caso de asesinato traído a colación por su ex-colega soplón. El gran problema es que pasar de un relato eminentemente causal, de acción/reacción, a uno en donde el conflicto es moral e independiente de la acción de manera tan brusca genera un abismo irreparable en el relato, incluso cuando la historia de este infeliz es la pieza central del conflicto fiscal-jefe criminal. ¿Por qué? No pretendo dármelas de teórico, pero pienso que la respuesta es sencilla: al cambiar al protagonista (lo que me parece interesante) también se cambia, de paso, el conflicto y el tratamiento conceptual, lo que en la presente ocasión no fue ejecutado con fluidez y pericia narrativa, pues el enfrentamiento entre el fiscal y el jefe criminal es relegado a un plano secundario casi terciario que se vuelve sólo un telón de fondo, un cúmulo de hechos circunstanciales que se enredan entre sí de maneras predecibles y poco convincentes, y que dan cuenta de un guión tramposo pero falto de contenido y personalidad. Dicho de otra forma, nos cambian la película prometida.
Esto no estaría del todo mal (comenzar con una historia para abrir más la verdadera historia) si no fuera porque la gran red argumental es obvia y plana y cliché, con "sorpresas" que uno ve venir desde la mitad del metraje, o incluso antes. En vez de ser una aceptable cinta de "acción dialéctica", nos ponemos reflexivos y tristones sin razón alguna. Está claro que los personajes son una basura si es que nada nos importa... Por si fuera poco, se intenta incluir una crítica social que apenas se hace presente en el relato, que queda como un simple enunciado. Y para los noventa minutos que dura, uno sigue pensando que le sobra, digamos, la mitad de metraje. Digo, si el director no es capaz de generar atmósfera (de acción, de melancolía, etc...) o darle fuerza a la imagen, ¿entonces como sobrevivir a un relato mal hilado y estructurado, lleno de puntos muertos y jugadas argumentales cansinas y débiles? En fin, "Rusty Knife" es plana, obvia y, descontando un par de contadas escenas y un par de interesantes movimientos de cámara, no tiene nada promisorio que destacar. Al final "la verdad" era mucho más simplona y facilona de lo que prometía.
Al menos la película de mañana nos devolverá la alegría al cuerpo...
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