Director: Nicolas Roeg
Para acompañar el comentario de "Not quite Hollywood", documental sobre el cine de explotación australiano, acá va una coproducción entre Australia e Inglaterra dirigida por Nicolas Roeg, enmarcada en lo que la cinta de Hartley llamaría los inicios del ozploitation, cuando, aún sin industria, producciones extranjeras iban a Australia a grabar sus propias películas, dejando un preciado interés en los locales. Mi primera opción era "Wake in fright", pero ha sido una película difícil de encontrar en buena calidad, así que mejor me decidí por esta otra que igual llamaba poderosamente mi atención, ya sea por su director como por el hecho de que su argumento tiene que ver con los aborígenes, que es algo que me interesa bastante. Y, debo decirlo, "Walkabout" no decepciona en lo más mínimo.
Un padre lleva a su hija adolescente y su hijo infante a un picnic por el árido y desolado desierto australiano, aunque finalmente todo sale mal y los hermanos huyen hacia la nada, teniendo que sobrevivir como puedan al implacable clima de la zona, por no mencionar la inclemente naturaleza que se cierne sobre ellos.
Los aborígenes de Australia tienen un ritual o tradición que consiste en que, una vez cumplida la mayoría de edad, sus jóvenes son lanzados hacia la naturaleza, durante meses, para que sobrevivan como puedan y se transformen en personas íntegras, dignas de la tribu, algo así. A dicha tradición se le llama walkabout. Los protagonistas de la segunda película de Nicolas Roeg no son aborígenes, son dos ingleses viviendo en Australia, y su walkabout, que si bien en esencia es el mismo proceso de un aborigen, tiene connotaciones completamente distintas. Para empezar fue involuntario, inusitado, y toda intención de supervivencia apunta hacia la vida a la que intentan retornar, no hacia un definitivo aprendizaje vital; el aborigen, pienso, lo hace para probarse como persona o miembro de su tribu, o lo que sea importante para él y los suyos. El punto es que son culturas diferentes, sin embargo a lo que se enfrentan no parece distinguir procedencia ni color de piel: están en las mismas, pero reaccionan desde distintos prismas. ¿Qué los separa?
Significativo es el montaje, que al inicio del filme nos señala que, en cierta forma, la ciudad es el mismo escenario salvaje que el desierto australiano, o que la vida misma es un walkabout no asumido. La ciudad, símbolo de la decadencia humana y social, símbolo de la violencia ejercida contra la naturaleza y contra nosotros mismos. La cinta de Roeg, sin embargo, no me parece violenta discursivamente, más bien propone una reflexión que depende totalmente del espectador, aunque las imágenes y el montaje sí que sugieren temas particulares de discusión. Hasta cierto punto considero que es bastante compleja de comentar, aunque puede que mi cabeza esté, ahora mismo, algo desordenada. Puede que la película trate sobre la decadencia social pero no la humana, intacta en escenarios primigenios y en donde verdaderamente se muestra tal cual es; puede que trate sobre la interacción cultural entre aborígenes e ingleses, australianos, etc., inocente o conflictiva depende por completo de los involucrados (en este caso un niño, una adolescente y un joven aborigen, la relación es de sana y amigable curiosidad, de soporte también); puede que trate sobre que la vida es peligrosa sin importar el escenario, pues en todos lados tenemos que matar, dejar personas atrás, sacrificar cosas para permanecer vivos; puede que sea una sesuda deconstrucción de lo que entendemos por civilización, con sus costumbres, convenciones y símbolos. Francamente no lo sé, o mejor dicho, no puedo reducir todo lo que "Walkabout" ofrece en una sola enunciación; la gracia es la multiplicidad de posibilidades, cada una tan fascinante y compleja como la anterior y la que sigue. En eso ayuda la deliberada ambigüedad con que Roeg desarrolla la película, con un argumento apenas esbozado y más guiado por el arrojo mismo de la situación, que requiere apertura espiritual y cultural y grandes deseos de conocer, de admirar.
La dirección de Roeg y el montaje de Antony Gibbs, que me recuerdan a lo hecho en "Performance" (en donde también primaba lo sensorial como motor narrativo, la relación con el entorno inmediato como pilar fundamental del argumento), busca la simbiosis de los elementos. Me ha encantado que la inmensa belleza del paisaje esconda también mucha crudeza y crueldad (aunque no me han gustado las secuencias de caza y maltrato animal). La gran impresión, entonces, es que "Walkabout" no es para todos, pues hace de la extrañeza y la inquietud constante su gran herramienta narrativa, y si a ello le sumamos la mencionada ambigüedad (el final me confunde, pero miren, supone un interesante desafío) y su ritmo pausado, anticlimático, más concentrado en capturar y transmitir la esencia de la imagen (en exigir al espectador) que de generar un mar de estímulos vanos y seguir pautas predispuestas, pues menos "entretenida" se hace. Roeg dijo que quería hacer una película sobre la vida, la muerte y la mutabilidad, el resto corre por nuestra cuenta: sólo hay que dejarse llevar, adentrarse en nuestros propios walkabouts.
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