Director: Terrence Malick
Yo soy de los que gustaron de "The tree of life", esa película que tanto revuelo causó cuando se estrenó allá por el 2011. También me gustan "Badlands" y "Days of heaven". "The thin red line" y "The new world" no se han aparecido por mi horizonte, al igual que "To the wonder", así que, muy a mi pesar, no pude ver de una manera continuada cómo se desarrolla el cine que ha estado haciendo Terrence Malick desde calculen ustedes qué cantidad de años. La conclusión general es que no me cae mal el director texano y que cualquier trabajo suyo será esperado con cierta expectación, como es el caso de "Knight of cups", cuyo tráiler me parecía tremendamente atractivo. La película como que medio me ha gustado (¿ah?), pero difícilmente puedo decir que sea buena o, para ser precisos, cualquier otra calificación o adjetivo determinado, pues el cine de Malick, sin que se tome esto como un sentido elogio/homenaje que lo exculpe de sus vicios, tics y fallos, es inclasificable: te gusta o no te gusta, pero por motivos ajenos a la calidad intrínseca del film. ¿O no?
Christian Bale es un actor que tiene una crisis existencial, y no me refiero al Christian Bale real, sino al personaje que interpreta, cuyo nombre no recuerdo, y que es un actor que tiene una crisis existencial.
Primero que todo, no considero que "Knight of Cups" sea gran cine, ni de lejos. Cierto es que tiene sensibilidad, no necesariamente estética, pero sí sobre la vida; cierto es que de complejo bien poco, pues a pesar de los intereses filosóficos y existenciales que uno pueda intuir de lo que vemos, lo que ofrece la película es más bien un (sustancialmente) limitado monólogo interno de Bale (acompañado de la voz en off de otros personajes, mayoritariamente femeninos, que funcionan como diálogos con Bale en vez de reflexiones propias) que trata sobre sus dolores y rencores para con su padre, su hijo, su ex-esposa, algunas ex-novias, su hermano, consigo mismo, el mundo entero y la vida misma, y por qué no, el universo y dios y todo lo que no conocemos. Lo anterior, resumido en frases comunes como la fe cristiana y ese tipo de cosas morales y espirituales, los que, no obstante, no van más allá de su categoría de simples enunciados, a la postre vagamente tratados narrativa y cinematográficamente, pues el "mi papá fue malo conmigo" o el "tengo un vacío en mi interior que no puedo llenar con nada" no son suficientes si es que la imagen no tiene valor, contenido, aunque las mismas aparenten mucha sustancia y reflexión e introspección. Volviendo a lo de sensibilidad estética, no llamaría de tal forma al grabar a lo loco imágenes bonitas (pero de poco calado en el espíritu) y luego montarlas igual a lo loco, aunque se siga una estructura medianamente lógica y aceptable. La cinta se divide en segmentos titulados como cartas del tarot (como el título mismo del film, "la luna", "el ermitaño", "juicio", "libertad", etc.), decisión que tendrá la justificación lógica que ustedes quieran, pero que al menos aporta cierto orden a un material que, sin dicha estructura, habría sido un sinsentido absoluto, más allá del "hilo conductor" que aporten ciertos personajes o algunas ideas y voces recurrentes. Eso sí, cualquier cosa puede salir en cada segmento, pues como bien sabemos, el significado de cada carta varía de persona a persona, ¿qué digo?, que lo de las cartas bien pudiera ser una mera excusa en vez de una decisión narrativa, es decir, la película pudo haber tenido el mismo montaje sin las cartas, o uno completamente distinto, vaya uno a saber... El punto es que no hay que embobarse así por las puras.
Sobre el montaje, recordé la charla que en "Ex Machina" tienen Oscar Isaac y el pelirrojo sobre el arte de Jackson Pollock, y no es que quiera comparar el montaje de Malick con la pintura de Pollock (por favor) como elucubrar sobre la reflexión que surge del intercambio dado (cuyo interés e importancia ulterior, eso sí, no es tanto sobre el arte mismo como del existir y su esencia, ¿no?), pues se podría argumentar que el caos de "Knight of Cups" no es ni deliberado ni aleatorio, más bien algo intermedio, no montar mecánicamente sino encontrar un montaje fluido y natural, inherente al sentir del director/montajista. No deja de ser una tontera, una teoría con la que no estoy de acuerdo por múltiples razones, primero, porque pintura y cine son dos cosas muy distintas en varios aspectos, fundamentalmente el soporte, sumado a que luego tenemos que en una película el guión en sí mismo puede ser un arte, lo mismo con el rodaje (calculado, improvisado) y luego el montaje, por lo que establecer dicha comparación es, además de inútil, reduccionista. Por lo demás pienso que Malick en sus últimos montajes es más racional que emocional, incluso con su estilo "corriente de la consciencia", pero en fin, sólo quería desvariar un poco...
Sobre la película en sí, debo decir que los primeros veinte minutos, con especial énfasis en los diez iniciales, se me hicieron insufribles y me hacían vaticinar un desperdicio de tiempo tremendo, todo por culpa de los típicos vicios del Malick más presuntuoso posible: aquel encantado con visiones del espacio exterior, escenarios eternos y metafóricos sobre los que el protagonista camina y camina hacia un sol brillante, "videos caseros" que buscan generar nostalgia fácil y, a grandes rasgos, ni el más mínimo indicio de coherencia o "argumento" (entendiendo que es Malick de quien hablamos), o dicho de otra forma, algún conflicto y drama que sustente e impulse el flujo de pensamientos/imágenes. Dicho período era un mar de personajes cliché, fugaces y sin entidad fundidos en unos acontecimientos que tampoco demuestran razón de ser más allá de sus asfixiantes lugares comunes. Por suerte, a los veinte minutos (con la sesión de tarot), comenzamos a entender mejor al protagonista, los lugares que visita y las cosas que dice/piensa/hace, así como los personajes con quienes se relaciona, pues las dinámicas se van esclareciendo y entonces es más sencillo dejarse llevar por sea lo que sea que pase, pues sabemos de dónde nace tanto sufrimiento. A partir de ahí, con unas cápsulas audiovisuales que serán mejores que otras (me gusta la fiesta, lo único sólido que recuerdo entre tanto humo), aporta a la fluidez general el montaje, que adquiere naturalidad (en forma de trance, leí por ahí, una palabra apropiada); una banda sonora impecable (probablemente lo mejor del film); y una atmósfera que a pesar de todos los artificios de Malick se me hizo bastante honesta, no tanto en sus pretensiones como en la ejecución misma, en teoría lo que definitivamente nos mueve y expresa en una película... Puede que hayan tramos que se hagan largos, sobrantes y se conviertan en tiempos muertos, pero luego de un rato a uno ya no le importa puesto que ya se encuentra inmerso en la corriente introspectiva. Curioso, porque la historia es nada y el mensaje es poco más: la película es el típico asunto de la opulencia versus la plenitud personal: un actor que, poseyendo tanta cosa material, se siente vacío y sólo busca amor, lo único que podrá regenerar el agujero que tiene en el pecho. El drama del padre y del hijo es puro adorno, vamos, y toda la psicología aplicada al porqué tiene tantas novias y tanto sexo es bastante obvio, ¿no?...
No es trascendental, no es entretenida, no es inteligente, no es compleja, no es bella, no es mala, no es simple, no es tonta... "Knight of Cups" es una cosa rara que se ve, así de simple. A estas alturas me da la impresión de que Malick no quiere hacer películas sino alguna especie de diario fílmico disfrazado de ficción, y es que al lado de ésta "The tree of life" es una obra maestra convencional y clarita como el agua. La de hoy puede ser insufrible, pero a mí me gustó lo suyo. No es gran cosa, pero es un buen rato. Ahora, a soñar con los angelitos...
Sobre el montaje, recordé la charla que en "Ex Machina" tienen Oscar Isaac y el pelirrojo sobre el arte de Jackson Pollock, y no es que quiera comparar el montaje de Malick con la pintura de Pollock (por favor) como elucubrar sobre la reflexión que surge del intercambio dado (cuyo interés e importancia ulterior, eso sí, no es tanto sobre el arte mismo como del existir y su esencia, ¿no?), pues se podría argumentar que el caos de "Knight of Cups" no es ni deliberado ni aleatorio, más bien algo intermedio, no montar mecánicamente sino encontrar un montaje fluido y natural, inherente al sentir del director/montajista. No deja de ser una tontera, una teoría con la que no estoy de acuerdo por múltiples razones, primero, porque pintura y cine son dos cosas muy distintas en varios aspectos, fundamentalmente el soporte, sumado a que luego tenemos que en una película el guión en sí mismo puede ser un arte, lo mismo con el rodaje (calculado, improvisado) y luego el montaje, por lo que establecer dicha comparación es, además de inútil, reduccionista. Por lo demás pienso que Malick en sus últimos montajes es más racional que emocional, incluso con su estilo "corriente de la consciencia", pero en fin, sólo quería desvariar un poco...
Sobre la película en sí, debo decir que los primeros veinte minutos, con especial énfasis en los diez iniciales, se me hicieron insufribles y me hacían vaticinar un desperdicio de tiempo tremendo, todo por culpa de los típicos vicios del Malick más presuntuoso posible: aquel encantado con visiones del espacio exterior, escenarios eternos y metafóricos sobre los que el protagonista camina y camina hacia un sol brillante, "videos caseros" que buscan generar nostalgia fácil y, a grandes rasgos, ni el más mínimo indicio de coherencia o "argumento" (entendiendo que es Malick de quien hablamos), o dicho de otra forma, algún conflicto y drama que sustente e impulse el flujo de pensamientos/imágenes. Dicho período era un mar de personajes cliché, fugaces y sin entidad fundidos en unos acontecimientos que tampoco demuestran razón de ser más allá de sus asfixiantes lugares comunes. Por suerte, a los veinte minutos (con la sesión de tarot), comenzamos a entender mejor al protagonista, los lugares que visita y las cosas que dice/piensa/hace, así como los personajes con quienes se relaciona, pues las dinámicas se van esclareciendo y entonces es más sencillo dejarse llevar por sea lo que sea que pase, pues sabemos de dónde nace tanto sufrimiento. A partir de ahí, con unas cápsulas audiovisuales que serán mejores que otras (me gusta la fiesta, lo único sólido que recuerdo entre tanto humo), aporta a la fluidez general el montaje, que adquiere naturalidad (en forma de trance, leí por ahí, una palabra apropiada); una banda sonora impecable (probablemente lo mejor del film); y una atmósfera que a pesar de todos los artificios de Malick se me hizo bastante honesta, no tanto en sus pretensiones como en la ejecución misma, en teoría lo que definitivamente nos mueve y expresa en una película... Puede que hayan tramos que se hagan largos, sobrantes y se conviertan en tiempos muertos, pero luego de un rato a uno ya no le importa puesto que ya se encuentra inmerso en la corriente introspectiva. Curioso, porque la historia es nada y el mensaje es poco más: la película es el típico asunto de la opulencia versus la plenitud personal: un actor que, poseyendo tanta cosa material, se siente vacío y sólo busca amor, lo único que podrá regenerar el agujero que tiene en el pecho. El drama del padre y del hijo es puro adorno, vamos, y toda la psicología aplicada al porqué tiene tantas novias y tanto sexo es bastante obvio, ¿no?...
No es trascendental, no es entretenida, no es inteligente, no es compleja, no es bella, no es mala, no es simple, no es tonta... "Knight of Cups" es una cosa rara que se ve, así de simple. A estas alturas me da la impresión de que Malick no quiere hacer películas sino alguna especie de diario fílmico disfrazado de ficción, y es que al lado de ésta "The tree of life" es una obra maestra convencional y clarita como el agua. La de hoy puede ser insufrible, pero a mí me gustó lo suyo. No es gran cosa, pero es un buen rato. Ahora, a soñar con los angelitos...
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