martes, 23 de febrero de 2016

How the West was won - 1962


Directores: John Ford, Henry Hathaway & George Marshall

  En un inicio no tenía considerado ver "How the West was won", me imagino que debido al hecho de que no dirigía Ford en solitario, pero al rato me convencía de que sería bueno ver el aporte del maestro a esta grandilocuente iniciativa, filmada en Cinerama (como se puede notar), que me imagino planteaba erigirse como el gran western de la época, la experiencia definitiva dividida en cinco relatos centrados en hechos emblemáticos de la conquista del oeste. Una vez vista queda claro como el agua que ésta no es una película de Ford ni tampoco de Marshall, pues de los casi 160 minutos de metraje, el segmento de Ford apenas dura 20 minutos, mientras que el de Marshall es cinco minutos más largo. Uno se pregunta para qué demonios llamaron a ambos directores si se encargarían de tan ínfima parte. En cualquier caso, la película en cuestión fue un éxito arrollador de público y de crítica, más por lo que pretendía significar que por la calidad en sí misma, bastante normalita y poco impresionante a decir verdad. Pero para pasar el rato cumple lo suyo, si es que no esperan gran cosa tampoco.


  La historia de cómo se conquistó el oeste mediante cuatro generaciones de la familia Prescott, desde la llegada de los primeros colonizadores, pasando por la guerra civil y la construcción del ferrocarril, hasta la llegada definitiva de la ley y el progreso.


  Primero comenzamos con la narración en off de Spencer Tracy, quien nos introduce en los primeros años en que el oeste era visitado por solitarios hombres que iban a apreciar la naturaleza, cazar castores y demás, experiencias que generaban un boca a boca que, finalmente, comenzó a atraer familias y personas sedientas de nuevas riquezas. Tracy dice un par de cosas importantes: primero, que estos primeros exploradores solitarios estaban en paz con los indios y, más importante, que se encontraban en paz con la naturaleza, que su afán explorador no implicaba un interés dañino a la tierra y las aguas; segundo, que comenzada oficialmente la conquista del oeste, dos rivales de cuidado opondrían resistencia: la naturaleza y el hombre mismo. Uno pensaría que dichos enunciados obtendrán importancia capital con el correr del metraje, o que por lo menos supondrán una fuente reflexiva y discursiva seria y cuidada, pero tal cosa no es así; por el contrario, que lo primero pueda sugerir que la acción del hombre implica destrucción hacia lo propio y lo ajeno, y que por ende se pueda colar un discurso crítico y desencantado con la propia mitología, es algo que no se desarrolla ni se aprovecha en tanto posibilidades narrativas y discursivas, que es lo que nos lleva a la segunda frase apuntada, de la cual se "desarrolla" el hombre versus hombre, pues el conflicto entre hombre versus naturaleza es inexistente en tanto narración y sustancia. Uy, me repito. Digamos que lo expuesto se utiliza como algo meramente instrumental, de manera muy somera y simplona, por lo demás.
De ahora en adelante, cada relato depende de sus propias características al momento de interesar al espectador, pues como parte de un conjunto son bastante débiles y superficiales, como un libro de historia para niños. Así...

  El primer segmento, dirigido por Hathaway, corresponde a la llegada de los colonos, en este caso la familia Prescott, que lo hace todo con tal de llegar lo más lejos posible, de encontrar un hogar. Veremos que el viaje presenta dificultades como la fuerza de los ríos y la presencia de maleantes (el hombre y la naturaleza, vamos). James Stewart interpreta a un cazador o montañés que se encuentra con los Prescott y el resto de colonos, se enamora de la hija mayor, le dice que lo suyo no puede ser y luego se va, luego cuando se entera de los problemas de los Prescott vuelve, salva a la chica, se enamoran más y se dan besitos. Todo muy por encima, sí, pero relatado y ejecutado con solvencia, creo, a excepción de la llegada de los maleantes, mini-trama resuelta de manera tan apresurada y forzada que le resta credibilidad al resto. La historia no es la gran cosa, tampoco su "fondo", el de demostrar la fiereza del paisaje y del hombre. Pero como se ve sin mayores problemas...

  El segundo segmento, también dirigido por Hathaway, está protagonizado por una de las hijas Prescott (no la que se casa con Stewart para disfrutar de la vida natural, sino la que prefiere la ciudad y sus lujos), estrella de un espectáculo de danza que un buen día recibe la carta de quién-sabe-quién, la cual señala que acaba de heredar nada más y nada menos que una mina de oro. A propósito, éste es el segmento de cómo el oro atrajo más y más personas sedientas de riquezas. Con el sueño de ser millonaria, la chica emprende el viaje a California y en el camino la acompaña Gregory Peck, que hace de inescrupuloso e interesado galán cuyas intenciones no son nobles, claro, pues no es amor lo que conduce su corazón, sino oro. Ella intuye su descaro, pero él lo intenta todo con tal de conquistarla, meterse en su cama y su billetera, y lo logra cuando en el camino unos indios atacan a los viajeros y el codicioso sujeto arriesga su vida para salvar a unos pobres diablos. Luego resulta que la mina de oro quebró, el tipo se va, ella vuelve al baile y el canto, luego se reencuentran y se besan y colorín colorado este cuento se ha acabado. Esta historia, no sé si se nota, es mucho más mediocre que la anterior, pues el romance es impostado a más no poder (pues claro, pero ni en su falsedad logra encantar), el viaje es una anécdota mil veces contadas que no tiene nada nuevo que aportar en tanto narración (no hay peligro, los indios van y vienen...), y el supuesto fondo del segmento es una simple excusa para la inverosimil historia de amor. Las dificultades de ir en busca del oro y todas esas cosas brillan por su ausencia...

  Hasta acá van ochenta minutos...

  El tercer segmento, a cargo de John Ford, es el de la guerra civil. Protagonizado por el hijo de la Prescott que se casó con James Stewart, estamos ante un alegato antibelicista que no le llega ni a los talones a lo que Ford hizo en "The horse soldiers" (y es que en míseros veinte minutos, de los cuales la mitad se dedica a la guerra propiamente tal, no puedes hacer ni mierda). La cosa comienza con un soldado de la unión llegando a la casa de los Rawlings-Prescott para convencer al hijo mayor de ir a la guerra, muy a pesar de su madre, quien acepta con resignación. El chico se va, vemos unos muertos, el chico se siente mal, se hace amigo de un confederado, conversan de la vida y luego el chico mata al confederado cuando éste intenta matar a un oficial de la unión. El chico se pone a llorar y le espeta al cadáver que por qué lo obligó a matarlo, y ahí nos queda claro que la guerra es mala y no tiene sentido, que todos sufren y derraman lágrimas de sangre (el poeta del año acá, hermano). Aparece John Wayne, y atención a lo que hace: entra, detrás de un oficial superior, en una cabaña en donde hay heridos, mira el lugar y se va, sin mediar palabra; luego, cuando el oficial superior le dice que quiere renunciar, Wayne lo convence de lo contrario; entre medio, un confederado intenta matarlos y un valiente chico los salva. Eso es todo. Luego el chico vuelve a casa, su madre está muerta, decide irse a buscar una nueva vida...

  El cuarto segmento, dirigido por George Marshall, es sobre el ferrocarril. Volvemos a ver al niño Prescott, ahora un oficial a cargo de la seguridad del ferrocarril, amenazado por indios y liderados por el inescrupuloso (otro más) Richard Widmark, que viola todos los acuerdos con los nativos. El niño Prescott y Widmark discuten, etcétera, los indios atacan el ferrocarril, etcétera, el niño Prescott decide largarse del lugar ante lo repugnante de ver cómo se rompen acuerdos y se invaden las tierras de los amigos de piel roja. Aparece Henry Fonda como un montañés que trabaja cazando búfalos para que coman los del ferrocarril, ayuda al niño Prescott a hablar con los indios y luego, harto de tanta violencia, se larga a un aislado lugar a vivir de la naturaleza. El niño Prescott vuelve a tomar rumbo desconocido, el ferrocarril continúa con su marcha sin importar las muertes... ¿Qué significa todo esto?

  El último segmento, nuevamente a cargo de Hathaway, trata sobre los forajidos y el respeto de la ley. Con el ferrocarril terminado, ahora el niño Prescott es el sheriff de un pueblo, pero la historia no transcurre ahí sino en otro pueblo, en donde se encuentra con un maleante que lo molesta y todo eso, lo de siempre, pues hay malas vibras entre los dos. El sheriff decide enfrentarlos, pues también amenazan a su familia, y se da cuenta de que el malo quiere asaltar el tren, por lo que les prepara una emboscada y al final veremos un largo y costoso duelo que toma lugar en el tren en movimiento, donde casi todo se destruye y descarrila. Como se imaginarán, gana la ley, y el sheriff se vuelve a su pueblo cantando con su familia y dando lecciones a los niños, muy satisfecho de su victoria. Nada nuevo bajo el sol...

  Por último, nos despedimos con un meloso discurso de Spencer Tracy en donde nos señala que debemos estar orgullosos y agradecidos de todos estos hombres y mujeres que arriesgaron sus vidas para construir las autopistas y edificios que nos muestra la pantalla. Un aplauso, vamos...

  De esta forma, "How the West was won" es un conjunto de historias pobremente escritas y dirigidas sin mucho brillo (me imagino que Ford se dejó llevar por un buen cheque y las "buenas" intenciones de la producción), en donde todo está al servicio del gran mensaje y que por lo mismo fuerza cada trama hacia sus propios fines en vez de dejarlas dialogar y fluir con el escenario sociohistórico y todas esas cosas, que es lo que a mi entender debería hacer un buen western, aunque también me conformo con que nos cuente una entretenida historia, bien escrita y dirigida (no todas quieren ni deben ser obras maestras ultra-significativas, claro). El resultado final es regular y solvente, pero al contrario de lo que supongo se pretendía, no hará historia. A mí me ha dejado indiferente...

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