domingo, 14 de febrero de 2016

Los viajes del viento - 2009


Director: Ciro Guerra

  Con la esperanza de que "El abrazo de la serpiente" aparezca por ahí para así poder verla, decidimos ponernos al día con la obra previa de su director, que consta tan sólo de dos películas: "La sombra del caminante", comentada hace unas horas, y "Los viajes del viento", que es comentada en estos mismos instantes, tal como ven. Si no fuera por los oscar a mejor película de habla no inglesa, es más que probable que nos hubiésemos quedado sin conocer a Ciro Guerra y su contundente y fascinante cine, entre otras notables piezas como "Theeb". Si la opera prima de Guerra era una fuerte muestra de intenciones y habilidad cinematográfica, "Los viajes del viento" reafirma y potencia dicha impresión con creces. Me atrevo a decir que Ciro Guerra es de lo mejor que le ha pasado al cine latinoamericano en lo que va de siglo, su importancia queda patente en cada fotograma y, ciertamente, en la experiencia completa.


  Ignacio es un acordeonista que tras la muerte de su esposa decide emprender un largo viaje a lo largo de Colombia para devolver el acordeón que tanto tiempo ha usado, del cual se dice que originalmente perteneció al mismísimo diablo (de ahí sus atractivos cuernos), a su legítimo dueño, un anciano llamado el maestro Guerra. En el viaje se le une Fermín, un joven admirador de Ignacio que quiere aprender lo máximo posible sobre el acordeón y la música en general. El viaje, desde luego, será una etapa crucial en la vida de ambos.


  Al igual que en "La sombra del caminante", Ciro Guerra se vale de una (excelente) excusa para poner en movimiento a sus personajes y hacerlos transitar por los más remotos (o ni tanto) rincones de Colombia, cada uno con su historia, su impronta, sus costumbres, su gente. Lo que diferencia a "Los viajes del viento" de la primera es que en aquélla el viaje no eran tan ambicioso y extendido en cuanto a distancia y tiempo como el de ésta, y aunque pudiésemos decir que las caminatas dentro de la ciudad también suponen un viaje, me parece más apropiado señalar que para los dos personajes principales el viaje que alguna vez emprendieron (y por motivos más "abstractos" que el de la presente) en cierta forma ya había acabado, pero sin dejarles nada sólido, pues seguían vagando en busca de respuestas, perdones y oportunidades. Si nos ponemos más metafóricos, claramente la intención del director, el viaje no termina nunca, ni para el hombre de la silla y Mañe ni para el acordeonista y el joven que lo acompaña, sólo que éstos dos se mueven por todo el país: por ríos, lagos, desiertos, montañas, valles, bosques, etc., y para devolver un objeto "embrujado", ¿un símbolo de horrores y culpas pasadas? El viaje de estos dos es intemporal; transcurre en 1968 pero tal dato es insignificante y apenas se vislumbra si ponen atención (es una trivia en realidad: la primera versión de un importante festival de la zona, el cual sigue hasta hoy, si me informé bien), lo que de verdad importa es el trazado que marcan, el trayecto efectuado y su significación para ellos mismos y la tierra que pisan. Aunque está claro que Guerra no descuida la trama (cada lugar es una posibilidad para indagar su espacio cultural e histórico, pero también es una apropiada decisión narrativo-argumental en tanto construcción de personajes y desarrollo dramático: nada se deja al azar), nuevamente el gran propósito de la función es generar una experiencia, arrojar al espectador a las entrañas del país y la gente, fundiendo a la persona con el paisaje, creando una sola entidad, un gran y poderoso retrato. A Guerra le interesa lo que hay adentro, lo que hay afuera, lo que no se ve, lo que sí se ve...; la interacción entre estas posibilidades, su resultado y las consecuencias de ello, a un nivel tanto social como individual. ¿Se es parte de algo mayor, se tiene algún vínculo con lo que te rodea, o en realidad uno está abandonado a su suerte, a vagar sin rumbo fijo ni propósito vital claro? Más allá de lo anterior, es difícil describir lo que nos ofrece "Los viajes del viento", simplemente deben verlo para dejarse llevar, pues como buena experiencia, abierta y ambigua casi por definición, ustedes son los que ponen palabras a lo que entienden y extraen de la película; puede que Ciro Guerra tenga una intención clara y precisa, pero al fin y al cabo es un punto de partida para el resto.
  En terrenos más formales, Guerra depura su estilo de manera exquisita, ofreciéndonos una realización francamente impecable, carente de todo vacuo ornamento pero de innegables y potentes facultades expresivas y poéticas, reafirmando y validando la existencia de la cámara, despojada de valores preconcebidos y predisposiciones, que indaga en lo que la realidad intemporal ofrece más que en lo que alguien en particular busca específicamente, generando hechos que hablan por sí solos y en todo su esplendor. Ésta es una verdadera inmersión, diáfana y libre. Por lo demás, hay secuencias fascinantes a más no poder, como la entretenida e ingeniosa batalla de acordeones y la más cruda y desolada lucha de machetes, sin mencionar ese memorable y bello final.
  Para que no me digan que no les avisé, aunque es de esperar de una propuesta tan poco convencional, la trama progresivamente gira hacia la quietud y la contemplación, algo bastante coherente considerando lo espiritual y cuasi místico de la experiencia del acordeonista y el chico, pues cuando estamos cerca del fin, como que el resto poco a poco se desenfoca y pierde poder frente a aquello que tanto se estuvo buscando. En otras palabras, es una película que se hace "lenta", aunque esto es una estupidez dado que desde el comienzo que se caracteriza por un tempo sereno y parsimonioso que le permite a la imagen respirar y expresar todo lo que contiene, como buen cine conceptual que es. En cualquier caso, ya verán ustedes. Yo sólo les digo que "Los viajes del tiempo" es una excelente película, pero excelente en sentidos alejados del típico cine mainstream. En fin... Hasta que las serpiente nos abrace...

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