Director: Rainer Werner Fassbinder
Luego de tres días comentando cortometrajes (cinco en total, nada más y nada menos) ya era hora de volver con el gran Rainer Werner Fassbinder, cuya filmografía en este pequeño y humilde blog estaremos comentando casi en su totalidad (por desgracia, hay seis obras suyas que o son imposibles de encontrar íntegras o de entender por mi parte, al no encontrar subtítulos ni en español ni en inglés, sumado al hecho de que lamentablemente no sé hablar alemán... aún). El año 1970 Fassbinder realizó (o estrenó... una mezcla de ambas, me imagino) cinco películas, de las cuales comentaremos cuatro, pues "Das kaffeehaus" es una de esas obras que no encontré entera. Ahora mismo iremos con "Götter der Pest", naturalmente, otra excelente película de este legendario cineasta alemán.
Franz Walsch es un sujeto que, recién salido de la cárcel, vuelve a su antiguo estilo de vida, lo que lo reunirá con su novia, su familia y gente nueva en su vida. La búsqueda de un tal "Gorila" parece indicar que Franz no se trae nada bueno entre manos...
Los dioses de la peste... Nuevamente Fassbinder escribe y dirige una historia sobre la peste de la sociedad, aquellas personas que en las sombras de la ciudad, aquellos parásitos que no hacen nada por nadie salvo ellos mismos, y a duras penas... Criminales de poca monta, personas que apenas tienen para pagar el arriendo, mujeres en horas bajas, hombres condenados a perecer bajo el poder de una bala... Curiosamente ahora vemos a un Fassbinder igualmente cruel pero algo más esperanzado, o por lo menos abriendo brechas en donde se percibe una relativa paz y plenitud, un perdón a esa pestilencia como estilo de vida, un borrón y cuenta nueva: una posibilidad, una oportunidad. En cualquier caso, esta ilusión de libertad hace aún más fuerte el contraste entre esa añoranza, esos sueños, y la dura y cruenta realidad que el director siempre construye a través del fotograma, filmado con un expresivo blanco y negro, y con una austeridad y desnudez casi documental, como si de verdad lo filmado no fuese ficción sino la misma realidad sacada directamente de las calles, los rincones y los sucios recovecos. Esta coherencia estético-narrativa es, denlo por seguro, a prueba de espectadores desatentos y ávidos de entretención... Fiel a esa desoladora visión que Fassbinder tiene de la sociedad y la ciudad, la atmósfera no puede ser más cruda y pesada (en el buen sentido), en donde todo está como muerto, desde los actores, más sobrios e impasibles que en anteriores casos (esa impasibilidad me recuerda un poco a la de "Calamari Union", de Aki Kaurismäki, que de todas formas apunta hacia otros lados a pesar de compartir una crítica a lo insensible que la sociedad ha hecho de nosotros), hasta la ejecución de la cámara y la banda sonora, que aunque es más ágil que "Katzelmacher", por ejemplo, sigue expresando desde el fondo de su ser ese trágico desamparo y futuro inexistente, lo que la liga más estrechamente con "Liebe ist kälter als der tod". Es como si Fassbinder hiciera un blues de personas condenadas por su entorno y su propio nihilismo, personas muy queridas por el director, sin embargo, que siempre busca encontrar el destello de vida en sus apagados ojos y una señal amable en sus rostros, comprenderlos en su soledad y contenida (y hasta olvidada) desesperación, abrazarlos. En esta ocasión, el trío que se forma a lo largo del metraje es el destello que Fassbinder parece añorar, lo único del filme que tiene algo de felicidad y esperanza en sus minutos, lo único verdaderamente auténtico dentro de tanta miseria. Recién a partir de la conformación del trío es que la emoción, aunque sea en muy pequeñas dosis, escapa de un par de personajes. Por lo demás, me ha gustado mucho la manera en que Fassbinder complementa a la perfección el tempo de la imagen, esa densa y potente atmósfera de desconsuelo y muerte en vida (la que por sí sola podría sostener el flujo de la narración, el desarrollo del relato), con una trama inteligentemente hilada y que mediante un ritmo pausado pero decidido hace de la búsqueda del "Gorila" una suerte de misterio que involucra tanto al protagonista como a los policías, finalmente dos fuerzas que poco a poco se atraen hacia un conflictivo encuentro, que es otra de las constantes fassbinderianas: la confrontación hacia la autoridad; la independencia de todo orden establecido o, cuanto menos, el directo cuestionamiento a normas socio-morales impuestas y aceptadas ciegamente... No por nada el protagonista demuestra más afecto a sus amigos que a sus familiares, gente con la que apenas comparte hastiadas palabras (aunque se note un dejo de cariño, claro). El director siempre plantea la reflexión y la comprensión de la realidad, para así poder encontrar la propia personalidad, honestidad y autenticidad, que de todas formas nunca se verán arrodillados ante la máquina que los asfixia y censura... Aunque eso tenga un precio...
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