Director: Don Coscarelli
A este director no lo conocí hasta que, por allá por el 2012, poco antes del estreno de "John dies at the end", sale el trailer de ésta película, última que ha dirigido a la fecha el buen Don Corle... digo, Coscarelli. Me prometí que iba a ver esta cinta, que lucía muy interesante, pero no sé muy bien por qué finalmente no la vi durante todos estos años. Bueno, acá estamos, cumpliendo promesas demasiado tarde. Por fin...
Dave Wong y John son dos sujetos metidos en el negocio de lo paranormal o sobrenatural, y la cosa es tan turbia y extraña que al primero le entran imperiosas ganas de contarle al mundo lo que pasa debajo de sus narices, y para ello se junta con un periodista, y la historia comienza...
Al principio pensaba que "John dies..." tenía toda la pinta (mejor dicho la estructura y los mecanismos narrativos) de la típica narrativa juvenil bizarra y enloquecida, y luego compruebo que estaba en lo cierto, que la cinta está basada en el libro (o novela gráfica, no recuerdo) de Dave Wong. Nada malo; al contrario, estaba disfrutando como enfermo mental, como poseso desprejuiciado. Don Coscarelli construía muy verosímil y convincentemente un fantasioso mundo en donde una droga abre portales inter o transdimensionales y te entrega grandes poderes que, ojo, deben ser usados con gran responsabilidad. Era una locura, pero te la creías y la disfrutabas, pues además el ingenio, el delirio, el sentido del humor y la atmósfera enfermiza se encargaban de atraparte en una historia, o varias mini-historias, pero sobre todo en una mitología que no era puro ruido y efectismo. Más importante: aunque claramente acá no hay ínfulas metafísicas, filosóficas y existenciales, hay preguntas y reflexiones planteadas con tacto y sentido del género, o del contexto (juvenil). Cosas sobre el tiempo, los sueños, las realidades, etc., eran presentadas con absoluta ligereza y fugacidad, como un juego trivial, pero no por ello perdían sustancia o seriedad, a decir verdad ganaban un montón gracias a ello; a todas luces es un interesante y hasta fascinante caso de polos opuestos atraídos incontestable y sensualmente... dichos polos, por lo demás, son el fondo y la forma. Es como mezclar todo el rollo místico de Alan Moore (un tipo muy jocoso, por lo demás: las primeras veces que lo leía me sorprendía su cáustico sentido del humor) con todo el rollo estético de Lynch (deben haber más referencias, claro, sólo que se me escapan), pero en formato serie B, y no del serie B estúpido y hueco que cree que ser serie B es hacer cualquier mierda, sino de aquel que usa la ironía y el absurdo con inteligencia. Viejo, si ya les digo que el inicio era un auténtico festín de tripas, fantasmas y conspiraciones ilógicas pero atrapantes, amén de una festiva y surreal atmósfera de extrañeza e inquietud.
Ahora bien, llega un punto en que la trama, más o menos a la hora de metraje, decide irse más al extremo y convertirse en un absurdo total, y no del bueno; quizás gracioso para algunos, pero alevoso y contradictorio para mí. Y, está bien, la cosa es serie B, trata sobre adolescentes que deben enfrentarse a monstruos transdimensionales en realidades paralelas, tampoco es que me vaya a poner denso y estirado, pero vamos, comparen la hora inicial con la media hora final y estoy seguro que notarán que lo segundo es una tontería del tamaño de una catedral. Coscarelli triunfaba porque, dentro de todo, apostaba por la austeridad narrativa, es decir, jugaba con lo que no conocemos, con lo que no vemos, con lo que no comprendemos, pero luego tira todo por la borda, lo explicita, y finalmente pierde interés, misterio, extrañeza, especialmente cuando cruzamos el portal y que el perro héroe y que el monstruo de un solo ojo y la bomba atómica o qué sé yo. ¿Qué es más interesante: la conversación que tiene el protagonista con el dealer jamaicano, o el tonto y bochornoso intercambio de monosílabos de los héroes juveniles con el monstruo transdimensional? O mejor comparen el acertijo del inicio con la explicación de Marconi terminada la desventura.
"John dies at the end" tiene buen espíritu y un inicio memorable y sensacional (lo que completa la hora buena es notable), pero pienso que no supo mantenerlo intacto y cedió al frikismo simplón y barato. Es como si Alan Moore, por una que otra razón, no hubiese podido terminar, digamos, los últimos seis o diez números de Promethea, y en su lugar lo reemplazara el inefable y dudoso Mark Millar. Como sea, ésta es para pasarlo bien y volarse la cabeza un rato; mientras es inteligente, digo... a mí las explosiones baratas y los efectos cutres (que se pudieron haber evitado, claro) ya no me hacen efecto... Hay encanto, pero ¿cuál es el límite? ¿Hay límites? ¿Estamos solos en el universo? Imposible... La verdad está muy cerca...
Dave Wong y John son dos sujetos metidos en el negocio de lo paranormal o sobrenatural, y la cosa es tan turbia y extraña que al primero le entran imperiosas ganas de contarle al mundo lo que pasa debajo de sus narices, y para ello se junta con un periodista, y la historia comienza...
Al principio pensaba que "John dies..." tenía toda la pinta (mejor dicho la estructura y los mecanismos narrativos) de la típica narrativa juvenil bizarra y enloquecida, y luego compruebo que estaba en lo cierto, que la cinta está basada en el libro (o novela gráfica, no recuerdo) de Dave Wong. Nada malo; al contrario, estaba disfrutando como enfermo mental, como poseso desprejuiciado. Don Coscarelli construía muy verosímil y convincentemente un fantasioso mundo en donde una droga abre portales inter o transdimensionales y te entrega grandes poderes que, ojo, deben ser usados con gran responsabilidad. Era una locura, pero te la creías y la disfrutabas, pues además el ingenio, el delirio, el sentido del humor y la atmósfera enfermiza se encargaban de atraparte en una historia, o varias mini-historias, pero sobre todo en una mitología que no era puro ruido y efectismo. Más importante: aunque claramente acá no hay ínfulas metafísicas, filosóficas y existenciales, hay preguntas y reflexiones planteadas con tacto y sentido del género, o del contexto (juvenil). Cosas sobre el tiempo, los sueños, las realidades, etc., eran presentadas con absoluta ligereza y fugacidad, como un juego trivial, pero no por ello perdían sustancia o seriedad, a decir verdad ganaban un montón gracias a ello; a todas luces es un interesante y hasta fascinante caso de polos opuestos atraídos incontestable y sensualmente... dichos polos, por lo demás, son el fondo y la forma. Es como mezclar todo el rollo místico de Alan Moore (un tipo muy jocoso, por lo demás: las primeras veces que lo leía me sorprendía su cáustico sentido del humor) con todo el rollo estético de Lynch (deben haber más referencias, claro, sólo que se me escapan), pero en formato serie B, y no del serie B estúpido y hueco que cree que ser serie B es hacer cualquier mierda, sino de aquel que usa la ironía y el absurdo con inteligencia. Viejo, si ya les digo que el inicio era un auténtico festín de tripas, fantasmas y conspiraciones ilógicas pero atrapantes, amén de una festiva y surreal atmósfera de extrañeza e inquietud.
Ahora bien, llega un punto en que la trama, más o menos a la hora de metraje, decide irse más al extremo y convertirse en un absurdo total, y no del bueno; quizás gracioso para algunos, pero alevoso y contradictorio para mí. Y, está bien, la cosa es serie B, trata sobre adolescentes que deben enfrentarse a monstruos transdimensionales en realidades paralelas, tampoco es que me vaya a poner denso y estirado, pero vamos, comparen la hora inicial con la media hora final y estoy seguro que notarán que lo segundo es una tontería del tamaño de una catedral. Coscarelli triunfaba porque, dentro de todo, apostaba por la austeridad narrativa, es decir, jugaba con lo que no conocemos, con lo que no vemos, con lo que no comprendemos, pero luego tira todo por la borda, lo explicita, y finalmente pierde interés, misterio, extrañeza, especialmente cuando cruzamos el portal y que el perro héroe y que el monstruo de un solo ojo y la bomba atómica o qué sé yo. ¿Qué es más interesante: la conversación que tiene el protagonista con el dealer jamaicano, o el tonto y bochornoso intercambio de monosílabos de los héroes juveniles con el monstruo transdimensional? O mejor comparen el acertijo del inicio con la explicación de Marconi terminada la desventura.
"John dies at the end" tiene buen espíritu y un inicio memorable y sensacional (lo que completa la hora buena es notable), pero pienso que no supo mantenerlo intacto y cedió al frikismo simplón y barato. Es como si Alan Moore, por una que otra razón, no hubiese podido terminar, digamos, los últimos seis o diez números de Promethea, y en su lugar lo reemplazara el inefable y dudoso Mark Millar. Como sea, ésta es para pasarlo bien y volarse la cabeza un rato; mientras es inteligente, digo... a mí las explosiones baratas y los efectos cutres (que se pudieron haber evitado, claro) ya no me hacen efecto... Hay encanto, pero ¿cuál es el límite? ¿Hay límites? ¿Estamos solos en el universo? Imposible... La verdad está muy cerca...
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