Director: William Friedkin
Despierto y veo que Irlanda no puede dar vuelta el resultado ante Francia, sobre lo cual me siento un poco mal, pues quería que los irlandeses ganaran. Al menos hay buena comida para el desayuno, y de alguna forma habrá que hacer tiempo hasta que empiece la final entre Chile y Argentina, ya de noche, y que me tiene nervioso y tiritando. Despertar con fútbol e irse a dormir con fútbol, ojalá celebrando, contento. Qué importa que a la misma hora estén dando el episodio final de la sexta temporada de "Game of Thrones", que definitivamente ya no es lo que era; hace un par de años me habría cuestionado seriamente si ver el partido o la serie, pero con lo populista y mediocre que se puso el buque insignia de HBO ya no hay por dónde perderse, además no se juegan finales todos los días. ¿Supieron que cancelaron "Vinyl"? Al menos, mientra existió, la serie de Mick Jagger y Scorsese vivió y murió en su ley. Y hablando de vivir y morir, acá un genial thriller de los ochenta, dirigido por un tipo que sabe lo que hace, no por nada es el director de "The French Connection".
Un agente del servicio secreto está empecinado en destruir a un primerizo Willem Dafoe, que es un fabricante y traficante de billetes falsos con bastante poder y astucia, sólidas armas contra la impulsividad del protagonista. ¿Quién ganará? ¿Hay victorias cuando le gente abandona el camino del buen cristiano?
Y vaya que sabe este William Friedkin. "To live and die in L.A." está rodada con un dominio apabullante, con tremenda seguridad, con gran pulso, con una excelente mezcla de inquebrantable oficio e incontenible entusiasmo novel, con una potente energía. Además estamos en L.A., por favor, tratada y construida como un personaje, dotado con una entidad propia muy atmosférica y envolvente, y no como planos y prescindibles decorados. Y mientras caminamos, corremos y morimos en las calles de la ciudad californiana, nos veremos acompañados por una banda sonora lisa y llanamente espectacular, atractiva y pegadiza, electrizante y adictiva. Persecuciones a pie, en autos, tiroteos en espacios cerrados, asesinatos, peleas grupales, planes peligrosos, métodos cuestionables... en definitiva, sólo secuencias memorables encontrarán por acá. Además, nunca está demás decirlo, "To live and die in L.A." no es como cualquier otro thriller convencional y domesticado con historias ya vistas que sólo buscan impresionar someramente; la película, basada en una novela de un sujeto que efectivamente fue un agente del servicio secreto, tiene una pulsión ultraviolenta de lo más deliciosa y elogiable, expresada no sólo en lo explícito de su violencia (cráneos abiertos por escopetazos) sino que también en el descarnado retrato, nada muy profundo o complejo (tampoco debemos exagerar; además ello no significa necesariamente que todo sea plano y superficial, por favor), de estos personajes y sus entornos, sus intenciones y propósitos. Y es que entre tantas oficinas y organizaciones (que el FBI, que la DEA, que el Servicio Secreto, etc.) siempre hay recovecos podridos, rincones oscuros y caminos sinuosos. Es como un relato policial más o menos clásico pero pasado por un filtro ultraviolento y hard-boiled. Y bueno, que tampoco haya pudor es un punto extra, pues es bien cansino y aburrido encontrarse con los personajes castos y unidimensionales de siempre. En cualquier caso, "To live and die in L.A." es un thriller que atrapa desde el primer momento gracias a la excelente dirección de William Friedkin como a la notable trama cuyos derroteros nos conducen por los pasillos oxidados de un sistema realmente intrincado y extraño. Sólo les puedo decir que disfruten este pedazo de film, que vive y muere en su ley. Como debe ser, maldición.
Un agente del servicio secreto está empecinado en destruir a un primerizo Willem Dafoe, que es un fabricante y traficante de billetes falsos con bastante poder y astucia, sólidas armas contra la impulsividad del protagonista. ¿Quién ganará? ¿Hay victorias cuando le gente abandona el camino del buen cristiano?
Y vaya que sabe este William Friedkin. "To live and die in L.A." está rodada con un dominio apabullante, con tremenda seguridad, con gran pulso, con una excelente mezcla de inquebrantable oficio e incontenible entusiasmo novel, con una potente energía. Además estamos en L.A., por favor, tratada y construida como un personaje, dotado con una entidad propia muy atmosférica y envolvente, y no como planos y prescindibles decorados. Y mientras caminamos, corremos y morimos en las calles de la ciudad californiana, nos veremos acompañados por una banda sonora lisa y llanamente espectacular, atractiva y pegadiza, electrizante y adictiva. Persecuciones a pie, en autos, tiroteos en espacios cerrados, asesinatos, peleas grupales, planes peligrosos, métodos cuestionables... en definitiva, sólo secuencias memorables encontrarán por acá. Además, nunca está demás decirlo, "To live and die in L.A." no es como cualquier otro thriller convencional y domesticado con historias ya vistas que sólo buscan impresionar someramente; la película, basada en una novela de un sujeto que efectivamente fue un agente del servicio secreto, tiene una pulsión ultraviolenta de lo más deliciosa y elogiable, expresada no sólo en lo explícito de su violencia (cráneos abiertos por escopetazos) sino que también en el descarnado retrato, nada muy profundo o complejo (tampoco debemos exagerar; además ello no significa necesariamente que todo sea plano y superficial, por favor), de estos personajes y sus entornos, sus intenciones y propósitos. Y es que entre tantas oficinas y organizaciones (que el FBI, que la DEA, que el Servicio Secreto, etc.) siempre hay recovecos podridos, rincones oscuros y caminos sinuosos. Es como un relato policial más o menos clásico pero pasado por un filtro ultraviolento y hard-boiled. Y bueno, que tampoco haya pudor es un punto extra, pues es bien cansino y aburrido encontrarse con los personajes castos y unidimensionales de siempre. En cualquier caso, "To live and die in L.A." es un thriller que atrapa desde el primer momento gracias a la excelente dirección de William Friedkin como a la notable trama cuyos derroteros nos conducen por los pasillos oxidados de un sistema realmente intrincado y extraño. Sólo les puedo decir que disfruten este pedazo de film, que vive y muere en su ley. Como debe ser, maldición.
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