sábado, 24 de septiembre de 2016

Kreuzweg - 2014


Director: Dietrich Brüggemann

Ahora que ya nos liberamos de las películas de habla no inglesa nominadas a los premios oscar, vamos con una que, claramente, no fue nominada, pero que ganó unos cuantos premios en un par de festivales de cierto renombre. Me sorprende que me demore tanto tiempo en ver algunas películas. Como dicen, misteriosos son los caminos de dios...



Primero que todo: los extremistas islámicos de "Timbuktu", entre otras cosas, prohíben la música. La protagonista de "Kreuzweg" piensa, instruida por su madre y el padre de la parroquia a la que asiste, que casi toda la música es mala porque sus ritmos y/o letras provienen de la influencia de satán, por lo que es mejor no escucharla en pos de mantener la pureza. Finalmente el fanatismo exacerbado conduce a los mismos terribles destinos, sin importar la procedencia y las supuestas lógicas que la amparen. El fundamentalismo religioso, en definitiva, mata.
"Kreuzweg" y "Timbuktu" tienen mucho más en común de lo que aparentan. Ambas son películas duras de ver; desafiantes, complejas y profundas en su contenido; tremebundas en su relato y en su puesta en escena. En ambas vemos cómo la sinrazón y la fe mal entendida se apoderan de la vida de la gente; cómo contamina, en este caso, la inocencia de la protagonista, quien comienza a tomarse demasiado en serio las enseñanzas y las simbologías cristianas que recibe en la iglesia a raíz de su inminente confirmación, lo que la conduce a una dañina dualidad moral-personal. En ambas, el respectivo director se posiciona desde dentro de los fundamentalistas, al interior de sus círculos y su esfera privada, en su intimidad, con la intención de exponer con tenebrosa transparencia y certeza la naturalidad con que estas personas viven y aplican sus conservadores y represivas ideas, evadiendo caricaturas y prejuicios contraproducentes para mostrar las cosas como son y no manipular el núcleo de la cuestión: que sea éste en todo su espeluznante esplendor el que nos aturda, nos golpee. "Kreuzweg" es ambigua y de matices tan grises como asfixiantes; una película que no toma partido al momento de retratar tal o cual personaje/prototipo-de-persona, entendiendo que, tristemente y en cierta forma, todos somos culpables de la miseria y la muerte que vemos, intuimos, ignoramos. Acá no hay ni buenos ni malos, ni tontos ni listos, ni equivocados ni acertados... tan sólo víctimas. Dietrich Brüggemann no nos ofrece salida ni alivio alguno: nos hace caer junto con la protagonista, asistir a su debacle, a su espiral de autodestrucción estructurada en catorce estaciones/episodios referentes al viacrucis (camino de la cruz) que se supone hizo Jesús desde que fue condenado a muerte hasta que fue crucificado y sepultado. Catorce estaciones, catorce planos secuencia (en su mayoría fijos, en todo caso): el agobio, la inmovilidad, la claustrofobia, la imposibilidad de escape (tanto de la protagonista como del espectador). Fabulosa e impecable apuesta formal la del director, qué duda cabe: si ya de por sí el contenido y el relato de la película son potentes a rabiar, la decisión de recurrir a planos únicos refuerza la idea de cautiverio que desprende cada fotograma. A fin de cuentas, ¿qué significa cargar la cruz?
Dura, violenta, necesaria. "Kreuzweg" les dolerá y les indignará, pero sus imágenes quedarán grabadas en sus retinas y en sus memorias. Imprescindible.

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