Director: John Ford
Ayer fue un día sin blog pero, por lo menos, fue por una buena causa. Si la semana hubiese acabado hoy viernes a medio día, entonces habría sido una semana sensacional, pero por desgracia los viernes en la tarde hay que ir a la puta universidad y, bueno, el típico bLaBLabLABLAbLaBLablA... Con todo, sigue siendo una semana digna de recordar, si bien ayer no dejé de pensar "ay, mi pobre blog que hoy se queda abandonado, snif". En fin, mejor no me alargo, después de todo esta cháchara sólo va a conseguir que me ma... ejem... mejor hablemos de "Just Pals", otra de las tempranas muestras del gran cine del gran Ford, y no, no me refiero al personaje de Anthony Hopkins en "Westworld" (aunque, no me malentiendan, es un excelente personaje).
"Just Pals" es un ameno y entretenido, pero profundamente bello y conmovedor relato sobre amores imposibles, amistades a prueba de balas, principios morales empujados al límite y sociedades anquilosadas que, sólo por poner atención a vacuas apariencias, serían capaces de aniquilar hasta el último gramo de bondad si es que éste tuviera pinta de muerto de hambre. El protagonista es Bim, el holgazán bueno para nada del pueblo que vive día a día, preocupándose de las cosas a medida que le hacen falta. Sin embargo, Bim está enamorado de una linda y esforzada profesora que, lamentablemente, parece ir en serio con el cajero de la estación de tren (o quizás él es quien va en serio con ella), un sujeto con dinero y cierto prestigio social. Pero por amor todo se puede, y Bim quizás tenga que cambiar algunas de sus costumbres con tal de impresionar a la profesora, aunque no contaba con que otro hecho crucial llegará a cambiarle la vida: la aparición de un niño polizón, expulsado del tren justo enfrente de sus narices, y quien quedará inesperadamente a su cargo. Pero nada es forzado y entre los dos desafortunados surge una estrecha y honesta amistad amenazada por convencionalismo sociales, y que también ayudará a Bim a encontrar su lado más noble y desinteresado, demostrando que bajo su apariencia de egoísta parásito yace una enorme solidaridad y honradez. Pero las apariencias engañan y tanto Bim como el chico tendrán que luchar contra los prejuicios de la ciudad y sus múltiples ramificaciones de pobre conducta social: la maldita gente, la maldita gente...
John Ford demuestra con contundencia amplio, certero y personal dominio dramático, y aunque toda la película está magistralmente construida y ejecutada (desde los personajes, complejos en su extrema sencillez, hasta la utilización de los elementos narratológicos), destaco especialmente la segunda escena del tren (la que ocurre en mitad de la noche), en la cual Ford, dotado de exquisita sensibilidad cinematográfica, hace brillante uso no sólo del suspenso y del giro argumental, sino que también de una fantástica construcción emocional (íntimamente ligado a lo anterior, por supuesto): es un vaivén de sentimientos que nos conducen por lo peor y lo mejor, lo más terrible y lo más reconfortante... Un genio, qué duda cabe.
Pero todo lo anterior ya lo sabíamos, o al menos lo intuíamos. Lo importante es que "Just Pals" no es sólo una entretenida y bonita historia de amor y amistad con conciliadora moraleja incluida, sino que también es la personal y, por sobre todo, honesta y genuina puesta en escena de un discurso tan libre como mordaz y ferozmente crítico. No es de extrañar viniendo de John Ford, un agudo e inteligente observador de la realidad que además es dueño de un ágil sentido del humor. Imperdible.
"Just Pals" es un ameno y entretenido, pero profundamente bello y conmovedor relato sobre amores imposibles, amistades a prueba de balas, principios morales empujados al límite y sociedades anquilosadas que, sólo por poner atención a vacuas apariencias, serían capaces de aniquilar hasta el último gramo de bondad si es que éste tuviera pinta de muerto de hambre. El protagonista es Bim, el holgazán bueno para nada del pueblo que vive día a día, preocupándose de las cosas a medida que le hacen falta. Sin embargo, Bim está enamorado de una linda y esforzada profesora que, lamentablemente, parece ir en serio con el cajero de la estación de tren (o quizás él es quien va en serio con ella), un sujeto con dinero y cierto prestigio social. Pero por amor todo se puede, y Bim quizás tenga que cambiar algunas de sus costumbres con tal de impresionar a la profesora, aunque no contaba con que otro hecho crucial llegará a cambiarle la vida: la aparición de un niño polizón, expulsado del tren justo enfrente de sus narices, y quien quedará inesperadamente a su cargo. Pero nada es forzado y entre los dos desafortunados surge una estrecha y honesta amistad amenazada por convencionalismo sociales, y que también ayudará a Bim a encontrar su lado más noble y desinteresado, demostrando que bajo su apariencia de egoísta parásito yace una enorme solidaridad y honradez. Pero las apariencias engañan y tanto Bim como el chico tendrán que luchar contra los prejuicios de la ciudad y sus múltiples ramificaciones de pobre conducta social: la maldita gente, la maldita gente...
John Ford demuestra con contundencia amplio, certero y personal dominio dramático, y aunque toda la película está magistralmente construida y ejecutada (desde los personajes, complejos en su extrema sencillez, hasta la utilización de los elementos narratológicos), destaco especialmente la segunda escena del tren (la que ocurre en mitad de la noche), en la cual Ford, dotado de exquisita sensibilidad cinematográfica, hace brillante uso no sólo del suspenso y del giro argumental, sino que también de una fantástica construcción emocional (íntimamente ligado a lo anterior, por supuesto): es un vaivén de sentimientos que nos conducen por lo peor y lo mejor, lo más terrible y lo más reconfortante... Un genio, qué duda cabe.
Pero todo lo anterior ya lo sabíamos, o al menos lo intuíamos. Lo importante es que "Just Pals" no es sólo una entretenida y bonita historia de amor y amistad con conciliadora moraleja incluida, sino que también es la personal y, por sobre todo, honesta y genuina puesta en escena de un discurso tan libre como mordaz y ferozmente crítico. No es de extrañar viniendo de John Ford, un agudo e inteligente observador de la realidad que además es dueño de un ágil sentido del humor. Imperdible.
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