miércoles, 11 de enero de 2017

La Once - 2014


Directora: Maite Alberdi

Dejamos las películas argentinas por un par de días y retornamos a este lado de la cordillera de la mano de Maite Alberdi, ultra-galardonada documentalista que ya había recibido reconocimiento con "El Salvavidas", aunque fue "La Once" el trabajo que definitivamente la catapultó a niveles mayores, pero qué puedo saber yo, después de todo no soy su biógrafo oficial. En cualquier caso, vamos a lo que importa, que no es la comida precisamente...


Los pasajes más interesantes de "La Once" son los que tienen que ver con tiempos pasados. Pero creo que me adelanté.
"La Once" trata sobre un grupo de amigas que, desde que eran compañeras del colegio, esto es hace más de sesenta años, se reúnen de forma casi sagrada una vez al mes a tomar la once, con ricos pasteles y sándwiches y té, y conversar de lo humano y lo divino. Que conste que lo que vemos no es sólo una once, sino que varias a lo largo de unos tres o cuatro años (o al menos eso se da a entender). Entre los temas de conversación se encuentra la salud de las amigas que no pueden asistir, la memoria de las ya fallecidas, las anécdotas del colegio o la vida matrimonial, las opiniones en torno a las nuevas tendencias y un montón de cotilleo. Cuando más interesante es "La Once" es cuando se convierte en un reflejo de otros tiempos, lejanos y, tal como dicen un par de amigas, ya desaparecidos: las tradiciones, las costumbres, los principios, los valores... La virginidad mantenida hasta el matrimonio en contraposición a los noviazgos actuales, que sin sexo no se pueden tomar en serio; el mismo matrimonio como máxima y más sublime meta a alcanzar; la religión y la fe; las viejas cartas de amor llenas de un romanticismo puro e ingenuo; los viejos cuadernos del colegio con las clases en donde se les enseñaba cómo ser buenas mujeres y los peligros de trabajar descuidando el hogar y los hijos; las mecánicas sociales entre hombres y mujeres... Me gusta mucho el poder evocador de esos recuerdos, de esas opiniones vertidas, casi como si nos transportaran a esos decisivos instantes en blanco y negro.
El resto del metraje "La Once" consta de variados diálogos que van desde conmovedoras despedidas y homenajes hasta intercambios sin mayor trascendencia, aunque es cierto que sus casi setenta minutos se mantienen firmes y dinámicos gracias al carisma y la personalidad de estas señoras, cada una con su particularidad que le otorga a la, digamos, narración, una peculiar intensidad. Con un registro sobrio y hasta cierto punto "invisible", con una cámara (o como gustan decir los teóricos del cine, "dispositivo"... porque cámara es del populacho) que en apariencia no altera el flujo de opiniones ni interviene de ninguna forma, es curiosa la manera en que Maite Alberdi mezcla esa abstracción formal con una mirada y un lenguaje punzantes expresados de manera no tan sutil pero de igual forma semi-desapercibida, ejemplo, la presencia de las nanas, extranjeras, a las que el montaje deja ver justo cuando en la conversación se habla sobre "servidumbre" o extranjeros en tono de broma pero con cierto dejo despectivo, por muy menor que sea. Más allá de dicho ejemplo, me parece que no hay mayor intervención por parte de Maite Alberdi al momento de conformar un discurso, dejando que las mismas señoras sean las que se expongan y se explayen (de manera inconsciente, claro), en temas que abarcan tanto la política (en su acepción más simple de izquierdas-derechas, aunque de eso no discuten mucho) como las costumbres sentimentales y sexuales de los jóvenes, con curiosas teorías sobre por qué los gays son gays ("ahora las mujeres muestran tanto que los hombres se aburren y por eso buscan en otros lados"). Pero oigan, las señoras son simpáticas y son humanas, y la gracia de "La Once" es la rica carga de matices y el tratamiento desprejuiciado, evitando toda (o casi) simplista y arrogante posición de juez. En cierta forma también se muestran personas que viven en una época ajena, diferente...
En fin, para mí "La Once" tiene más valor por la historia que captura en tanto documento histórico que por su despliegue cinematográfico (una dualidad difícil de abordar en los documentales al momento de la realización), si bien no niego que está bien planteada y desarrollada, pero es un agradable, ameno, leve y correcto documental que bien puede tratar sobre el fuerte vínculo de la amistad o sobre los cambios sociopolíticos que ocurren a lo largo del tiempo y que se van quedando grabados en los ojos, las mentes y los espíritus de las personas. Estos son los documentales que gustan: los que no diciendo mucho logran que los espectadores y los medios saquen ampulosas y sentidas conclusiones. Sean bienvenidos.

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