Directora: Naomi Kawase
Hola, como estamos, como va la vida... Oh, bueno, mañana termina Cannes 2017 y, de paso, este incompleto repaso a los directores que participaron de la Selección Oficial. Supongo que las palabras de cierre vienen mañana; de momento, seguimos con nuestra amiga la japonesa Naomi Kawase, esta vez con "Sharasoju", más conocida como "Shara", que según veo es su película más famosa o al menos lo era hasta que, no sé, hizo otra más famosa; a propósito, "Shara" estuvo en Cannes 2003 compitiendo por la Palma de Oro. Me pregunto qué haremos el lunes...
Aunque como conjunto "Shara" sea una película bastante redonda y lograda, no es menos cierto que Naomi Kawase es ambiciosa en sus intenciones y busca abarcar más circunstancias de las que puede realmente tratar (o apretar), lo cual finalmente hace que la presente película no pueda alcanzar todo su potencial.
Y es que tras el sensacional arranque de la película, una brillante transición desde la inocencia y candidez infantil hacia el miedo y la incertidumbre, el relato, sin abandonar del todo la sugerente propuesta inicial, también se lanza a desarrollar otro tipo de relato no totalmente contraproducente ni excluyente del principal pero tampoco complementario. El asunto es que la primera secuencia de la película nos muestra a dos hermanos jugando y corriendo por las calles de su tranquilo barrio, nada fuera de lo común ocurriendo, hasta que uno de los dos desaparece, así sin más, sin dejar rastro, y de repente el tono se ensombrece, se oscurece, se ve invadido por ese miedo al que me refería. Luego de ello, Kawase mantiene esta inquietante atmósfera mientras vemos al hermano no desaparecido salir del colegio, ir a su casa, ver las reuniones de los padres, etc., como si una inclemente e inminente amenaza fuera a consumarse, o, más bien, como si la fantasmagórica presencia del hermano desaparecido inundara cada rincón del fotograma, del espacio, del paisaje, de los personajes... como si la cámara fuese él observando a su familia. En este punto uno piensa que la propuesta de Kawase es una certera y potente combinación entre un drama familiar y un relato de fantasmas, con la directora poniendo especial énfasis en el tratamiento de la imagen, en su capacidad ambiental como generador de otros mundos, otros auras. Sin embargo, no tardamos en darnos cuenta que este supuesto conflicto inicial pasa a un segundo plano en detrimento de todas las otras historias que ocurren alrededor del hermano no desaparecido, que revolotean entre sí a modo de crónica "neorrealista", con una comunidad que se prepara para un festival y personajes que hablan cosas íntimas, propias, que reflexionan, dinámicas familiares, mecánicas sociales, etc., y como pueden imaginar, Kawase ejecuta este ángulo del relato de manera tan "naturalista", con esa cámara de aires documentales, tan respetuosa de esta cotidianidad que busca reflejar, de la espontaneidad o autenticidad de las relaciones humanas, de sus nuevas tradiciones, del cuadro costumbrista, que contraviene el otro rasgo más atmosférico, fantasmagórico: la imagen limpia y transparente versus la imagen simbólica. Y ya digo que ambas vertientes no se anulan completamente entre sí, pero tampoco se complementan ni logran formar una sola entidad narrativa y dramática, mucho menos pueden disimular las esenciales diferencias que las separan (además, por alguna razón, Kawase reabre la herida de la desaparición con una trama circunstancial que, luego de introducirse en el relato, apenas es mencionada de nuevo otra vez... entonces, ¿cuál es el eje del relato?). Así, nos encontramos en un constante limbo narrativo, estilístico, que nos impide abordar la película en todo su esplendor.
Entonces ¿qué tenemos? La historia de una familia que todavía vive el duelo de la desaparición de un miembro cuya dinámica se enmarca dentro de una celebración comunitaria que involucra a varios amigos y cercanos a la familia. A veces el enfoque es más o menos neorrealista (al estilo Kawase, claro, y digo neorrealista por decir algo, para ilustrar mi punto de manera más fácil), a veces el relato apunta a lo social y lo cotidiano, a veces se vuelve íntimo e introspectivo, incluso místico y trascendental. ¿Kawase busca capturar la vida de las personas o las vidas ocultas dentro de las personas, de los objetos, del ambiente? Quizás no haya respuesta para ello; quizás no sea necesario ni útil buscarla.
¿Es mala película? Para nada. Desafortunadamente, sus muchas virtudes no logran fundirse con total fluidez ni fuerza en un cojo conjunto que no está a la altura de sus múltiples partes. De todas formas, "Shara" es una experiencia la mar de interesante y recomendable. Y Naomi Kawase es una directora arriesgada y muy segura de sí misma, qué duda cabe.
Aunque como conjunto "Shara" sea una película bastante redonda y lograda, no es menos cierto que Naomi Kawase es ambiciosa en sus intenciones y busca abarcar más circunstancias de las que puede realmente tratar (o apretar), lo cual finalmente hace que la presente película no pueda alcanzar todo su potencial.
Y es que tras el sensacional arranque de la película, una brillante transición desde la inocencia y candidez infantil hacia el miedo y la incertidumbre, el relato, sin abandonar del todo la sugerente propuesta inicial, también se lanza a desarrollar otro tipo de relato no totalmente contraproducente ni excluyente del principal pero tampoco complementario. El asunto es que la primera secuencia de la película nos muestra a dos hermanos jugando y corriendo por las calles de su tranquilo barrio, nada fuera de lo común ocurriendo, hasta que uno de los dos desaparece, así sin más, sin dejar rastro, y de repente el tono se ensombrece, se oscurece, se ve invadido por ese miedo al que me refería. Luego de ello, Kawase mantiene esta inquietante atmósfera mientras vemos al hermano no desaparecido salir del colegio, ir a su casa, ver las reuniones de los padres, etc., como si una inclemente e inminente amenaza fuera a consumarse, o, más bien, como si la fantasmagórica presencia del hermano desaparecido inundara cada rincón del fotograma, del espacio, del paisaje, de los personajes... como si la cámara fuese él observando a su familia. En este punto uno piensa que la propuesta de Kawase es una certera y potente combinación entre un drama familiar y un relato de fantasmas, con la directora poniendo especial énfasis en el tratamiento de la imagen, en su capacidad ambiental como generador de otros mundos, otros auras. Sin embargo, no tardamos en darnos cuenta que este supuesto conflicto inicial pasa a un segundo plano en detrimento de todas las otras historias que ocurren alrededor del hermano no desaparecido, que revolotean entre sí a modo de crónica "neorrealista", con una comunidad que se prepara para un festival y personajes que hablan cosas íntimas, propias, que reflexionan, dinámicas familiares, mecánicas sociales, etc., y como pueden imaginar, Kawase ejecuta este ángulo del relato de manera tan "naturalista", con esa cámara de aires documentales, tan respetuosa de esta cotidianidad que busca reflejar, de la espontaneidad o autenticidad de las relaciones humanas, de sus nuevas tradiciones, del cuadro costumbrista, que contraviene el otro rasgo más atmosférico, fantasmagórico: la imagen limpia y transparente versus la imagen simbólica. Y ya digo que ambas vertientes no se anulan completamente entre sí, pero tampoco se complementan ni logran formar una sola entidad narrativa y dramática, mucho menos pueden disimular las esenciales diferencias que las separan (además, por alguna razón, Kawase reabre la herida de la desaparición con una trama circunstancial que, luego de introducirse en el relato, apenas es mencionada de nuevo otra vez... entonces, ¿cuál es el eje del relato?). Así, nos encontramos en un constante limbo narrativo, estilístico, que nos impide abordar la película en todo su esplendor.
Entonces ¿qué tenemos? La historia de una familia que todavía vive el duelo de la desaparición de un miembro cuya dinámica se enmarca dentro de una celebración comunitaria que involucra a varios amigos y cercanos a la familia. A veces el enfoque es más o menos neorrealista (al estilo Kawase, claro, y digo neorrealista por decir algo, para ilustrar mi punto de manera más fácil), a veces el relato apunta a lo social y lo cotidiano, a veces se vuelve íntimo e introspectivo, incluso místico y trascendental. ¿Kawase busca capturar la vida de las personas o las vidas ocultas dentro de las personas, de los objetos, del ambiente? Quizás no haya respuesta para ello; quizás no sea necesario ni útil buscarla.
¿Es mala película? Para nada. Desafortunadamente, sus muchas virtudes no logran fundirse con total fluidez ni fuerza en un cojo conjunto que no está a la altura de sus múltiples partes. De todas formas, "Shara" es una experiencia la mar de interesante y recomendable. Y Naomi Kawase es una directora arriesgada y muy segura de sí misma, qué duda cabe.
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