lunes, 31 de julio de 2017

Okja - 2017


Director: Bong Joon-ho

Esta semana veremos títulos recientes o de estreno. Por qué no comenzar con "Okja", lo nuevo de Bong Joon-ho, el producto audiovisual (aunque Tarantino se haya conseguida LA copia de 35mm para exhibirlo en su cine, no lo vamos a llamar "película") que Netflix le ha metido por el culo a medio mundo y el primero de su camada que cuenta con nombres prestigiosos (también había una comedia bélica con Brad Pitt, pero no la tomemos en cuenta), porque si se fijan bien todos los largometrajes previos son puras basuras malolientes. Acá me tienen de nuevo, comentando los productos para niños que hace Netflix: estoy enojado, vaya que sí lo estoy. Hiervo en rabia. Exploto. Comienzo esta semana con ira.


No diré que "Okja" es un largometraje entretenido, porque lo que muestra no es entretenido (aunque el director se lo tome todo muy a la ligera, incluso teniendo presentes el par de escenas "fuertes"... para los domesticados, claro), pero sí diré que es ágil, fluido y dinámico, el producto perfecto para que el populacho no se quede dormido, incluso para que se conmocione un momento y luego pueda continuar con su tranquila y afortunada vida de privilegios.
"Okja" es de estos engañosos productos que aparentan sostener un complejo y crítico discurso en contra de tal o cual cosa, cuando en verdad no ofrece ningún tipo de sincera ni concienzuda reflexión sobre el tema que presuntamente aborda. "Okja" se aprovecha sin asco del problema medioambiental y de la lucha por los derechos de los animales para perpetrar el enésimo caramelo predecible y suavizado, meloso y lleno de lugares comunes de todo tipo, que, más que instalar una discusión y ofrecer información a través de la narrativa, termina banalizando el tema del que abusa, reduciéndolo a un inocuo telón de fondo. El argumento nos presenta a una empresa agro-química que le inventa a la gente y a los medios (los cuales aceptan la mentira sin oponer resistencia, después de todo ¿quién les va a pagar la publicidad si no siguen el juego?) que descubrió, nada más y nada menos que acá en Chile, un supercerdo eco-amigable cuya huella contaminante no le llega ni a los talones a la que causan los millones de cerdos, vacas y gallinas que son asesinados diaria e impunemente por la industria de la carne y la obsecuencia de la población. Sobre esto, no hay que ser genio para saber (1) que el supercerdo no es una nueva especie descubierta en un "exótico" país sudamericano sino que el producto de la aberrante y repugnante práctica de la experimentación genética en animales o (2) que los maravillosos beneficios medioambientales también son puro humo.
A propósito, por si no lo notaron debido a la simpática y entretenida ejecución formal del director, acá hay un problema expuesto: si el maltrato animal no les importa en lo más mínimo, quizás les pueda interesar el hecho de que los mataderos suponen una gran fuente de contaminación de aire y de agua y de tierra (en los informes serios, ésta es la parte en que se cita la fuente de información, pero yo no les voy a hacer el puto trabajo). ¿No? Oh, bueno...
El asunto es que uno de los supercerdos es entregado a un granjero coreano para que lo críe y en diez años la empresa se los lleve gorditos y bonitos para descuartizarlos y transformarlos en comida, para convertir un ano lleno de mierda en una sabrosa hamburguesa. El problema es que la hija del granjero entabla una amistad con el supercerdo, llamado Okja, y hará todo lo posible para salvarlo de su injusto destino, lo que trae a colación el hecho, el cual no debería ni discutirse porque es una santa verdad comprobada científicamente (no sean flojos, literalmente hay miles de estudios que prueban que los animales son seres que pueden sentir -dolor, miedo, afecto- y desarrollar complejas conductas sociales y cognitivas), que no es ético asesinar a un ser vivo por el motivo que sea. Pero qué importa, todo queda simplificado bajo un pueril despliegue narrativo que sólo busca epatar al espectador poco exigente, goloso de productos estrafalarios y reticente al hecho de verse interpelado moralmente, un espectador que incluso se sigue riendo como tonto cuando el mismo director se burla despiadadamente de ellos (por ejemplo, en la escena del desfile, con todas estas lindas modelos lanzando productos de carne a una masa consumida por el marketing corporativo y hambrienta del nuevo producto estrella del establishment) y que, luego de sufrir un poquito, queda feliz de la vida porque nada salió tan mal y, tranquilamente luego de finalizado el producto, puede sacar su celular para intercambiar un par onanistas y monosílabas impresiones con otros igual de impresionables que ellos y luego hablar del bigote de Henry Cavill, de "Game of Thrones" y de la milésima película de Star Wars. Desde luego, ni se enteran que Bong Joon-ho los trató como una manada de imbéciles sin cerebro que solo siguen al resto mientras las grandes compañías se cagan en sus tazas de Starbucks.
"Okja" no es más que el leve impacto del momento, una experiencia fugaz sin nada de contenido, el perfecto símbolo de cómo se encuentra la industria audiovisual hoy en día. El mismo director es ejemplo de ello: mientras rodaba su producto se hizo vegano, luego se devolvió a Corea, no se pudo aguantar y volvió a comer carne. Luego debió darse cuenta de lo poco consecuente que eso era y se hizo pescetariano (conveniente, en un país de gran variedad de productos marinos). Eso es "Okja": preocupación sin convicción, lágrimas de cocodrilo, palabras falsas y acomodaticias ("sí, es triste, pero me gusta comer carne"). Los mismos que hoy tildan a los luchadores por los derechos de los animales de histéricos o que dicen que los padres que crían a sus hijos bajo una dieta vegetariana o vegana son irresponsables y no deberían tener hijos son los mismos que antes (incluso hoy en día) clamaban al cielo que hogares homoparentales son antros de perversión, que las mujeres no merecían derecho a voto y que sólo protestaban porque les faltaba sexo o que los negros sólo servían para limpiar la mierda de los inodoros de pulcra loza blanca.
Dudo que "Okja" logre que el populacho adquiera conciencia ecológica y animalista (o especista, para ser precisos), después de todo no se le puede pedir integridad y empatía a una obsecuente masa que no hace más que seguir la corriente y que vendería sus dudosos valores por unos minutos de fama, pero de verdad espero que su ridícula e inverosímil trama haya podido conmover verdaderamente a alguien, a varios, que hagan algo con sus inquietudes (como dejar de comer carne). Y si creen que la secuencia del matadero es dura... ay, dios, es que no han visto nada. Yo les recomiendo "Earthlings", esto es, claro, si es que quieren cambiar hacia un estilo de vida más armonioso y saludable (aunque para ello deban ver registros realmente crudos y gráficos de tortura y sufrimiento animal y maldad humana).
Y aprovechando el tema... Lo voy a dejar escrito aquí mismo y que quede escrito con fuego: me limpio el trasero con las tradiciones y las culturas y las religiones, por más exóticas y amenazadas e incluso "valiosas" que sean, que naturalicen el maltrato animal y todo tipo de conductas violentas en contra de quien sea. A la mierda con una cultura o una tradición que mutile genitales de niños y niñas por cualquiera puta razón, que menosprecie a mujeres o minorías sexuales y raciales o que, tal como en numerosas provincias de China y de varios países asiáticos, sea una práctica aceptada eso de secuestrar perros y gatos ajenos (o abandonados) para someterlos a toda clase de brutales torturas, aún estando vivos (cosas que ustedes no serían capaces de imaginar), que tienen como fin lograr una carne más sabrosa, porque esta gente piensa que mientras más sufra el animal, mejor es la carne, así que bueno, a despellejarlos vivos, a hundirlos en barriles llenos de agua hirviendo, a mutilarlos y romperles los huesos, etc., total, ¡es la puta tradición, comer carne está bien, los animales no sienten dolor, las mujeres son tontas y los negros, inferiores! Y menciono lo de los perros porque está claro que a ustedes les importa una mierda la situación de gallinas asfixiadas de lo hacinadas que se encuentran, de cerdos bebés que son castrados sin anestesia y luego machacados de cabeza contra el piso, de vacas que mueren intoxicadas gracias a los químicos que les inyectan para que engorden de manera más rápida (carne que luego ustedes gozan en todo su putrefacto esplendor)... En fin, hasta hace bien poco era tradición y signo de elegancia tener esclavos de color. Hoy es elegante pagar un ojo de la cara por un buen lomo de represión dispuesta en tu mesa (referencia a Despiértame cuando termine septiembre, de Disonancia, cuyas letras espero que sigan siendo cantadas con la misma furia y convicción de entonces).
Y ustedes creían que "Okja" era cruda y fuerte. Netflix sigue haciendo de las suyas...
Si no se cambian al vegetarianismo, todas sus palabras y lamentos fueron de mentira. ¿Cómo se puede vivir bajo una dieta vegetariana o vegana? Fácil: ¡con EDUCACIÓN!
Sí señor, comienzo esta semana con ira. Con furia. Con rabia. Y nunca me la van a quitar.

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