martes, 25 de julio de 2017

Post Mortem - 2010


Director: Pablo Larraín

¿Comentar "Post Mortem" después de "Tony Manero"? ¡Pero qué sorpresa, amigas y amigos! ¿Qué sigue, "No"? Hablando de cosas inesperadas, anoche tuve un sueño bien extraño en donde parece que yo era parte de una especie de reality en donde participaban compañeros de universidad y de todos los colegios a los que fui, entre los cuales había una familiaridad que me causaba un poco de náuseas. Los que más me hablaban eran unos gemelos de los que fui amigo, primero, cuando tuve seis y ocho años, y con los que me encontré después a los trece o catorce en otro colegio. Hace unas semanas me encontré con uno de ellos en el supermercado y a mí me dio la impresión de que estuvo a punto de ponerse a llorar, pero no porque estuviera emocionado de verme (aunque claramente fue un agrado para él) sino que debido a que lo estaba pasando medio mal en su vida. ¿De qué creen que trata el sueño? ¿Será un llamado místico, de conciencia a conciencia, un grito de ayuda trascendental?, ¿o simplemente, muy en el fondo de mi ser, siento que debí retomar el contacto con él en vez de dejar ese encuentro en algo casual y aislado? ¿O lisa y llanamente fue un puto sueño y nada más, pues soñamos con las cosas que vemos recientemente y no hay que pasarse rollos? Da lo mismo. Lo importante es que me gusta tener este tipo de sueños y despertar extrañado y pensativo. En cualquier caso debería preocuparme más de cómo dejar de morderme las uñas, que ahora me están doliendo un poco.


En "Post Mortem", Larraín vuelve a construir una atmósfera sombría y opresiva, aciaga y alevosa, la cual no sólo es provocada por la inestabilidad política del contexto en que se sitúa la acción (los días previos y posteriores al 11 de septiembre de 1973), pues también proviene de la ejecución formal del director, que en esta ocasión no recurre al feísmo y al mal gusto de "Tony Manero", a esa mugre visible y su podredumbre ambiental, sino que a una pulcritud fuera de lugar: una sobriedad en extremo impropia de la convulsa época y la anómala, demencial personalidad de los personajes; un tempo y una imagen cuyo hermetismo progresivamente incomoda y desespera a medida que, claramente, todo parece estar a punto de explotar... a propósito, excelente uso del fuera de campo, tanto a nivel de encuadres como de guión, con este protagonista siendo un testigo pasivo de los drásticos cambios que el país sufre alrededor suyo mientras él está concentrado únicamente en el personaje de Antonia Zegers, su interés amoroso/sexual. Y he acá el pilar fundamental del relato: no se puede decir, en estricto rigor, que "Post Mortem" es una película sobre la dictadura, pues el motor narrativo es la obsesión que tiene el protagonista en Antonia Zegers, a su vez obsesionada con su decadente carrera como vedette, a partir de la cual hará lo que pueda para conquistarla y estar con ella a como de lugar. El Golpe de Estado ciertamente influye, y a lo grande, en la relación de ambos, sin embargo, no importa cuán de frente se halle el protagonista con la brutalidad de la dictadura en ciernes (como cuando presencia la autopsia de Allende), ésta sigue siendo una obscena y sucia película de espíritus rotos y personas fallidas, incompletas, decepcionadas y al borde del abismo... del abismo propio, personal. Esto era lo que más me interesaba, gustaba e incluso fascinaba de "Post Mortem": cuando el contexto político era casi un telón de fondo y, en cambio, Larraín desarrollaba la extraña dinámica sentimental entre estos dos inadaptados; después, con el Golpe, el contexto se hace mucho más presente y siento que la compleja relación de Antonia Zegers y Alfredo Castro se simplifica, deviene en simple hilado de causalidades y acciones más que una honda exploración en la psiquis humana, craso error ya que era el gran soporte dramático de la película, razón que, por lo demás, hace que las imágenes pierdan potencia y sordidez y que su hermetismo se torne cansino y repetitivo, o si no vean el plano final. Yo pienso que si el personaje de Zegers no se hubiera visto tan directamente afectada por el Golpe, más bien a un nivel secundario (como perder por segunda vez su trabajo en el Bim Bam Bum, esta vez por haber sido arrasado por los soldados), habría resultado un tramo final más coherente y satisfactorio, teniendo personajes igual de indiferentes a su contexto pero, aún así, profundamente dañados y condenados, pero por lo que ellos mismos son: seres frágiles y autodestructivos. Afuera, el país se mata a sí mismo... por dentro, estos dos se consumen lentamente en una espiral de locura.
El caso es que "Post Mortem" goza de una excelente primera parte y luego, más allá de un par de escenas turbadoras y violentas, se vuelve discreta y regular. Sin embargo, Larraín no pierde ni una pizca de personalidad y actitud, de riesgo y arrojo, lo cual no es nada desdeñable e importa muchísimo más que si el montaje deliberadamente rompe el eje de miradas o si el encuadre corta la cabeza del personaje a la mitad. Mientras Larraín siga meando en la cara de los puristas y los ñoños, de los hipócritas y los domesticados, que por lo demás es algo colateral a su estilo frontal y libre (hacer algo sólo para mear en la boca de esas cucarachas sería bastante menos meritorio que hacer una película cuya integridad y férrea coherencia, precisamente, moleste a los correctitos), yo le garantizo mi voto.
Se necesitan más cineastas como él... y menos profesores y estudiantes como los otros...
Y casi lo olvido: soberbia actuación de Antonia Zegers. Impresionante, diría yo.

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