Creadores: David Lynch & Mark Frost
Hace poco más de un mes comentamos la primera temporada de "Twin Peaks" con la esperanza, miren ustedes, de que alcanzaría a ver la segunda antes de que la tercera llegase a su fin. Finalmente, la tercera temporada terminó hace una semana más o menos y yo recién les comento la segunda. La buena noticia es que mi vida no dependía de cumplir plazos tan irresponsable e ingenuamente impuestos. La otra buena noticia es que, ahora sí, estamos preparados para enfrentarnos a los nuevos dieciocho episodios. Por ejemplo, Fire, de Fire walk with me, hace alusión al diablo, ergo: el diablo camina conmigo... Vamos, adentrémonos en lo oscuro...
Esta segunda temporada se puede dividir en tres partes.
La primera parte, que dura nueve episodios, continúa el misterio del asesinato de Laura Palmer. Si bien la primera temporada hacía perfecta gala de una envolvente atmósfera onírica y surreal, gracias a las secuencias del salón rojo y la presencia del malvado Bob sobre todo, el conjunto se mantenía, aún, a un nivel terrenal de las cosas, con extrañeza y todo, pero todavía terrenal. Esta segunda temporada comienza de lleno con lo sobrenatural, amén de la aparición del gigante, y sigue esta senda hasta dar con la solución al misterio en tanto este asunto de los espíritus malignos guardaba las claves del caso, claves metafóricas, obsesiones lynchianas: la dualidad de las cosas, la deslumbrante superficie y la putrefacción subyaciente: la bella Laura Palmer carcomida por vicios, la apacible Twin Peaks estremecida por el espanto de sus células. Estos episodios no sólo mantienen la calidad de la primera temporada sino que la potencia, la refuerza, haciéndola más enfermiza, más conmovedora, más intensa, más oscura, más onírica, más salvaje..., logrando magníficas cotas de calidad, como lo visto en el episodio siete, dirigido por el mismo Lynch, o el noveno, la escena del bar o aquella donde, digamos, el asesino se enfrenta a sí mismo. En resumen, un caso cerrado de manera devastadora pero brillante y sensacional. Lo mejor de todo es que, a pesar de que uno pueda hacerse una idea de quién es el asesino (hay ciertos cambios drásticos que claramente respaldan dicha hipótesis), lo valioso y potente, lo impactante en términos dramáticos e incluso humanos, radica no tanto en el dato en sí como en su trágico subtexto, cuestión expresada claramente por Dale Cooper, quien, ante la perplejidad del sheriff Harry S. Truman, mezclada con cierta incredulidad (paráfrasis: "es difícil creer, a pesar de experimentar las cosas de primera mano, que cosas así -espíritus malignos, monstruos- existen realmente"), le responde con un, ¡alerta de spoilers, malditos llorones!: "Harry, ¿es más fácil creer que un padre violaría y mataría a su propia hija?". ¿Qué me dicen ustedes?
La segunda parte, de más o menos cuatro o cinco episodios (¡cuanta claridad por mi parte!), es un intermedio en donde se atan algunos cabos sueltos dejados a lo largo del caso Laura Palmer a la vez que se introducen los elementos principales de la tercera parte, tales como la inminente llegada del infame Windom Earle, gran enemigo de Dale Cooper. La trama principal de este intermedio, con Dale Cooper y Jean Renault (interpretado por Michael Parks) a la cabeza, está bastante bien resuelta y nos ofrece cuatro episodios fluidos y entretenidos, con escaramuzas criminales sobre todo. El resto de personajes parece recuperarse del misterio de Laura Palmer y se enrola en nuevos propósitos, los cuales tampoco serán tan puros, miren que habrán venganzas y chantajes y más asesinatos. Muchos reprochan cierta comicidad en el tono del conjunto, pero a mí no me parece tal cosa; quizás se note el contraste ahora que no hay algo tan oscuro como el misterio de Laura Palmer, pero la serie no amplifica su saludable cuota de blanco sentido del humor.
Concluidos los problemillas del intermedio, se instala el gran antagonista de esta tercera parte: Windom Earle, quien quiere vengarse de Dale Cooper tanto como encontrar la entrada del Black Lodge. Debo decir que esta tercera parte me entusiasma menos que las anteriores. Será lo empalagoso e insoportable de Windom Earle, típico y exagerado villano de siniestra mente maestra, excéntrico hasta la náusea. Será lo repetitivo del juego entre el gato y el ratón que se inicia entre Cooper y su enemigo. Será que el conflicto central carece de la calidad magnética del misterio de Laura Palmer, será que carece de la humilde pero efectiva honestidad y simpleza del intermedio. Será que tardan mucho en revelar las verdaderas intenciones de Earle, pues recién en el penúltimo o antepenúltimo episodio nos enteramos que, por fin, todo lo relacionado al Black Lodge cobra verdadera importancia en la trama. Será que al final Windom Earle y su vendetta carecían de peso. El caso es que el maldito Windom Earle es un maldito lastre para la serie y su único "valor rescatable" es que conduce a Cooper al Black Lodge, pero es que podrían haberse inventado una trama mejor... Y para qué hablar de algunas otras, como el soso romance entre Audrey Horne y el empresario que llega y se va de la nada o el colapso mental de la señora con el parche en el ojo que ahora se cree adolescente o la fugaz telenovela de James el motorista tristón o la locura confederada de Ben Horne. Pero, para terminar con algo bueno, digamos que los últimos tres episodios repuntan y se acercan más a lo que "Twin Peaks" realmente es: un desaforado y desquiciado relato lynchiano. El último episodio es de locos...
Y eso es todo. Ahora hay que ver la tercera temporada. Me doy dos semanas...
Esta segunda temporada se puede dividir en tres partes.
La primera parte, que dura nueve episodios, continúa el misterio del asesinato de Laura Palmer. Si bien la primera temporada hacía perfecta gala de una envolvente atmósfera onírica y surreal, gracias a las secuencias del salón rojo y la presencia del malvado Bob sobre todo, el conjunto se mantenía, aún, a un nivel terrenal de las cosas, con extrañeza y todo, pero todavía terrenal. Esta segunda temporada comienza de lleno con lo sobrenatural, amén de la aparición del gigante, y sigue esta senda hasta dar con la solución al misterio en tanto este asunto de los espíritus malignos guardaba las claves del caso, claves metafóricas, obsesiones lynchianas: la dualidad de las cosas, la deslumbrante superficie y la putrefacción subyaciente: la bella Laura Palmer carcomida por vicios, la apacible Twin Peaks estremecida por el espanto de sus células. Estos episodios no sólo mantienen la calidad de la primera temporada sino que la potencia, la refuerza, haciéndola más enfermiza, más conmovedora, más intensa, más oscura, más onírica, más salvaje..., logrando magníficas cotas de calidad, como lo visto en el episodio siete, dirigido por el mismo Lynch, o el noveno, la escena del bar o aquella donde, digamos, el asesino se enfrenta a sí mismo. En resumen, un caso cerrado de manera devastadora pero brillante y sensacional. Lo mejor de todo es que, a pesar de que uno pueda hacerse una idea de quién es el asesino (hay ciertos cambios drásticos que claramente respaldan dicha hipótesis), lo valioso y potente, lo impactante en términos dramáticos e incluso humanos, radica no tanto en el dato en sí como en su trágico subtexto, cuestión expresada claramente por Dale Cooper, quien, ante la perplejidad del sheriff Harry S. Truman, mezclada con cierta incredulidad (paráfrasis: "es difícil creer, a pesar de experimentar las cosas de primera mano, que cosas así -espíritus malignos, monstruos- existen realmente"), le responde con un, ¡alerta de spoilers, malditos llorones!: "Harry, ¿es más fácil creer que un padre violaría y mataría a su propia hija?". ¿Qué me dicen ustedes?
La segunda parte, de más o menos cuatro o cinco episodios (¡cuanta claridad por mi parte!), es un intermedio en donde se atan algunos cabos sueltos dejados a lo largo del caso Laura Palmer a la vez que se introducen los elementos principales de la tercera parte, tales como la inminente llegada del infame Windom Earle, gran enemigo de Dale Cooper. La trama principal de este intermedio, con Dale Cooper y Jean Renault (interpretado por Michael Parks) a la cabeza, está bastante bien resuelta y nos ofrece cuatro episodios fluidos y entretenidos, con escaramuzas criminales sobre todo. El resto de personajes parece recuperarse del misterio de Laura Palmer y se enrola en nuevos propósitos, los cuales tampoco serán tan puros, miren que habrán venganzas y chantajes y más asesinatos. Muchos reprochan cierta comicidad en el tono del conjunto, pero a mí no me parece tal cosa; quizás se note el contraste ahora que no hay algo tan oscuro como el misterio de Laura Palmer, pero la serie no amplifica su saludable cuota de blanco sentido del humor.
Concluidos los problemillas del intermedio, se instala el gran antagonista de esta tercera parte: Windom Earle, quien quiere vengarse de Dale Cooper tanto como encontrar la entrada del Black Lodge. Debo decir que esta tercera parte me entusiasma menos que las anteriores. Será lo empalagoso e insoportable de Windom Earle, típico y exagerado villano de siniestra mente maestra, excéntrico hasta la náusea. Será lo repetitivo del juego entre el gato y el ratón que se inicia entre Cooper y su enemigo. Será que el conflicto central carece de la calidad magnética del misterio de Laura Palmer, será que carece de la humilde pero efectiva honestidad y simpleza del intermedio. Será que tardan mucho en revelar las verdaderas intenciones de Earle, pues recién en el penúltimo o antepenúltimo episodio nos enteramos que, por fin, todo lo relacionado al Black Lodge cobra verdadera importancia en la trama. Será que al final Windom Earle y su vendetta carecían de peso. El caso es que el maldito Windom Earle es un maldito lastre para la serie y su único "valor rescatable" es que conduce a Cooper al Black Lodge, pero es que podrían haberse inventado una trama mejor... Y para qué hablar de algunas otras, como el soso romance entre Audrey Horne y el empresario que llega y se va de la nada o el colapso mental de la señora con el parche en el ojo que ahora se cree adolescente o la fugaz telenovela de James el motorista tristón o la locura confederada de Ben Horne. Pero, para terminar con algo bueno, digamos que los últimos tres episodios repuntan y se acercan más a lo que "Twin Peaks" realmente es: un desaforado y desquiciado relato lynchiano. El último episodio es de locos...
Y eso es todo. Ahora hay que ver la tercera temporada. Me doy dos semanas...
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