martes, 10 de octubre de 2017

The Lineup - 1958


Director: Don Siegel

Tres días sin ver películas, dios mío... Anteayer tuve un sueño la mar de interesante y lo iba a contar ayer, pero, muy a mi pesar, ayer no tenía ninguna película que comentar, así que les cuento el sueño ahora mismo: para empezar, era un sueño dentro de otro sueño; creo que es primera vez que me pasa algo así. En el sueño dentro del sueño me hallaba en un vasto prado de intenso color verde y un cielo azul igual de profundo y vivo, como si cada partícula se estuviese moviendo al son de vibraciones invisibles, pero lo más interesante es lo que había en este prado: incontables animales que nunca había visto en mi vida. Sus cabezas eran de animales comunes y corrientes, si mal no recuerdo en su mayoría perros de razas peludas, de estos a los que por lo general no se les ven los ojos. Sin embargo, sus cuerpos eran largos, como culebras, larguísimos, y ondulaban como si fueran agua; además, estos alargados cuerpos estaban cubiertos por típico pelaje perruno. Todo el paisaje se movía, y todo lo podía distinguir: cada cabello de los animales, cada viento que soplaba el césped y el pelaje, cada ondulación en el espacio mismo... Las criaturas se dirigían al infinito, enfilando al horizonte. Era como estar en un cuadro surrealista. Era un momento mágico, como de otro planeta. Los animales avanzaban y yo estaba ahí, contemplándonos. Luego estaba en otro lado y pensé "pero qué sueño más genial", momento en que aparece mi padre y me dice "esas imágenes fueron inolvidables: ahora entiendo porqué te gusta el cyberpunk". En ese momento comprendí que el sueño dentro del sueño, al parecer, había sido un especial televisivo sobre el cyberpunk en el que me perdí sin darme cuenta (o al menos eso me dijeron: podía ser mentira. Prefiero creer que era un sueño, además, ¿qué tienen que ver seres "de otro planeta" con el cyberpunk?). Después mi padre desapareció y ya no recuerdo mucho al respecto, salvo que el lugar en el que me encontraba era una de las tantas deformaciones de aquellos espacios por los que me muevo constantemente. Siempre sueño con lugares comunes a mi cotidianidad (mi villa, transformada en una pista de carreras, o en un sombrío vecindario por el que con angustia busco a mis perras perdidas, o una suerte de observatorio astronómico al aire libre; la calle que llega al metro convertida en una suerte de San Francisco, y así con otras calles, edificios, etc.), pero nunca había soñado con algo así, algo tan inexplicable e indescriptible. Parece que el único que puede soñar con esos lugares y esas criaturas, con esas sensaciones a fin de cuentas, es el "yo" de mis sueños: él tiene esa clase de imaginación onírica, una imaginación libre y desenfadada, pura y sin miedo alguno. En cambio yo, cada elemento de mis sueños se ve contaminado e influenciado, inevitablemente, por las emociones que vivo a diario: mis sueños siempre me retrotraen a la realidad (por lo general, con sensaciones desagradables), mientras que este sueño dentro de otro sueño parecía transportarme a un lugar más allá de toda lógica, de toda ley, de todo malestar: era como un santuario. Pero, en fin, ahora a hablar de "The Lineup", de Don Siegel. Después de tres días sin cine, así quería volver a disfrutar del séptimo arte...


"The Lineup" es una de esas contundentes y precisas películas que Don Siegel sabía hacer tan bien: una película que va directo al grano, que no se ramifica innecesariamente y que ejecuta la acción, la puesta en escena, tanto con elegante aspereza formal como desaforada e insobornable intención latente. A mí me parece una película más valiente y arriesgada de lo que aparenta: el tratamiento de la violencia y de la ambigua moralidad humana comienza a perfilarse hacia ese toque sucio, crudo, esa mirada agresiva y cínica, propia sobre todo de los setenta. En todo caso, "The Lineup" es, en esencia, una película de género, un thriller de acción: un vibrante relato policíaco a la vez que criminal que gira en torno a una red de tráfico de drogas en donde Siegel hace gala de su ya conocida  e incuestionable agilidad y habilidad narrativo-dramática (creación de atmósferas, dominio del suspenso y de la tensión, construcción de personajes, montaje potente e imágenes elocuents, etc.) ya vista en películas como "The Verdict", "The Big Steal", "The Duel at Silver Creek", "Riot in Cell Block 11" o "Invasion of the Body Snatchers", cada cual utilizando a su favor las bondades de sus respectivos géneros. Eso sí, a lo anterior, Siegel, siento yo, agrega insolente fuerza bruta y algo de desvergonzada malicia. Y si no me creen, nada más observen al impredecible personaje del gran Eli Wallach (en su segundo papel cinematográfico), un vil rufián más malo que el pan con aceite dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de, primero, cumplir con su trabajo (después de todo, un profesional es un profesional: hay éticas que no se transan), y, segundo, salvarse el pellejo. Pero bueno, no entiendo cuál es la historia, ¿alguien me la puede explicar? Ok, ok... Una bolsita de heroína es encontrada en la maleta de un músico de ópera, lo cual resulta algo extraño, aunque definitivamente hay gato encerrado, por lo que un par de policías se dedican a seguir el rastro de heroína para así dar con los culpables (si es que no lo es el distinguido músico), mientras Eli Wallach, acompañado por un colega cuyos métodos son radicalmente opuestos (es un tipo igual de malvado y amoral, pero reacio a ensuciarse las manos), se dedica a ir recolectando las bolsas de heroína repartidas entre los distintos "distribuidores" para después llevársela al desconocido Jefe, que podría ser cualquiera.
Así, Siegel nos narra esta historia como si fuera una bomba a punto de estallar, y además lo hace con su saludable cuota de mala leche.
Muy buena.

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