Director: Antoine Fuqua
El otro día, mientras caminaba de la piscina a mi auto, me deleité con el sonido que las caricias de las hojas, suavemente mecidas por una fresca e inesperada brisa primaveral, producían al tocarse gentilmente entre sí. Hoy, mientras iba de mi auto a la piscina, creí escuchar el mismo sonido, sin embargo no había brisa alguna y las hojas no se movían; inmediatamente me di cuenta que lo que sonaba eran unos regadores automáticos haciendo su trabajo al unísono. Tan pronto supe esto, el sonido perdió su encanto. Me pregunto con qué puto término habrá acuñado el maldito Michel Chion tal fenómeno sonoro/psicológico. ¡Demonios!, seguramente sacó un libro completo del tema el desgraciado. En fin... En un caluroso lunes, es decir hoy, comento una película de esas que en realidad no vale la pena volver a ver. Me refiero a "Training Day", pero eso ya lo sabían por el encabezado y la captura.
"Es buena esa cochina película", dijo mi abuelo una vez cuando en la tele estaban anunciando "Training Day". Luego volvió a decir "es buena esa cochina película", supongo que esperando que alguien preguntara "¿por qué dices que es una cochina película?". Nadie preguntó. La frase se me quedó pegada, en todo caso. Y seamos serios: esta película no es cochina, a lo más es un poco soez, pero nada para escandalizarse ni elevarla a altares de transgresión; ni que estuviéramos ante un producto subversivo. Lo que pasa es que el personaje de Denzel Washington, a parte de corrupto, es tremendamente grosero y dice cosas como "te voy a cortar el pene y te lo meteré en el trasero", de vez en cuando suelta la palabra nigger o motherfucker, y en general tiene una actitud tan prepotente que pareciera que la película, y por ende la puesta en escena de Fuqua, llevara consigo una suerte de contundente declaración de intenciones: "voy a cambiar las reglas del juego, hermanos: voy a revolucionar el thriller policial, y si no te gusta, pues te puedes ir a la misma mierda".
Pero estamos hablando de Antoine Fuqua, por favor, un tipo efectivo cuando tiene entre manos un guión efectivo, pero siempre impersonal y demasiado convencional como para considerarlo un cineasta capaz de insuflar identidad y atrevimiento a la imagen, capaz de diferenciar sus productos de otros más o menos similares. Acá se salva porque tiene a Denzel Washington (de carácter tan avasallador que llega a irradiar algo de eso al resto de personajes secundarios), y es una lástima que se desaproveche a tan buen actor como Ethan Hawke, relegado a ser simplemente un niño bueno que pone mala cara cuando sus compañeros hacen lo contrario a lo que le enseñó la mamá. ¿De qué va esta inofensiva película? De un policía novato que quiere entrar a la división de narcóticos y que para ello debe pasar un día de entrenamiento con otro policía de mayor rango y experiencia, quien decidirá al final del día si tiene madera o no. El problema es que el policía experimentado no sólo utiliza cuestionables métodos para ejercer su labor policial, sino que, poco a poco, se irá revelando que el tipo es un corrupto de tomo y lomo, un criminal con placa de policía que pretende salvarse el trasero y reclutar a otro novato para su pandilla de corruptos. El novato, por su parte, deberá deliberar cuál es el límite que está dispuesto a cruzar para pertenecer a narcóticos, deberá cuestionarse si vale la pena pasar a llevar sus principios éticos fundamentales.
La película cumple lo que promete y lo hace bien, no nos vamos a engañar, sobre todo en las escenas interiores, resueltas con buen pulso por el director, pero se extraña un tratamiento más agobiante, tenso y crudo de un conflicto tan serio como la corrupción moral; de hecho, el relato, las acciones que va perpetrando Washington y las reacciones del novato más causan curiosidad y desconcierto que verdadero impacto, pero a grandes rasgos se entiende este blando descenso a los infiernos... ¡hasta!, sí señor, hasta que el guión lo arruina todo en unos veinte-treinta minutos finales que no tienen absoluto sentido. Después de que el novato convenientemente soluciona sus problemas con los pandilleros mexicanos la película cae en una espiral de inverosimilitud tras inverosimilitud... ¿De repente todos los pandilleros del barrio más peligroso de L.A. son amiguitos del novato sólo porque todos le tienen mala a Washington? No es lo único, pero es lo que más ruido me genera, y ya ni hablar de los trillados diálogos, los previsibles desenlaces y las cansinas lecciones morales de buena crianza. No señor, Antoine Fuqua no tiene ni el estilo de Tarantino o Scorsese, ni el nihilismo o fatalismo de Ferrara, ni tampoco la profundidad moral o la atmósfera asfixiante de James Gray. ¿Más referentes? Ahí tienen "Prince of the City", del gran Sidney Lumet. Oye, ¿y qué me dicen de la nueva de Bigelow, "Detroit"?, ¿la han visto? El sólo tráiler me hacía sudar de nerviosismo...
Si no han visto esta película, véanla teniendo en cuenta que no están ante el Santo Grial del thriller policíaco, aunque es cierto que deja una estimable (por no decir buena) primera impresión. Si ya la han visto, verla otra vez sólo mostrará cuán poco cochina y arriesgada en realidad es, y sobre todo, cuán poco peso e influencia tuvo en el género.
No es que quiera robar o malinterpretar conceptos, pero... ¿no sería bueno desengancharse de "Training Day"?
...no hay que hacerle caso a nadie...
"Es buena esa cochina película", dijo mi abuelo una vez cuando en la tele estaban anunciando "Training Day". Luego volvió a decir "es buena esa cochina película", supongo que esperando que alguien preguntara "¿por qué dices que es una cochina película?". Nadie preguntó. La frase se me quedó pegada, en todo caso. Y seamos serios: esta película no es cochina, a lo más es un poco soez, pero nada para escandalizarse ni elevarla a altares de transgresión; ni que estuviéramos ante un producto subversivo. Lo que pasa es que el personaje de Denzel Washington, a parte de corrupto, es tremendamente grosero y dice cosas como "te voy a cortar el pene y te lo meteré en el trasero", de vez en cuando suelta la palabra nigger o motherfucker, y en general tiene una actitud tan prepotente que pareciera que la película, y por ende la puesta en escena de Fuqua, llevara consigo una suerte de contundente declaración de intenciones: "voy a cambiar las reglas del juego, hermanos: voy a revolucionar el thriller policial, y si no te gusta, pues te puedes ir a la misma mierda".
Pero estamos hablando de Antoine Fuqua, por favor, un tipo efectivo cuando tiene entre manos un guión efectivo, pero siempre impersonal y demasiado convencional como para considerarlo un cineasta capaz de insuflar identidad y atrevimiento a la imagen, capaz de diferenciar sus productos de otros más o menos similares. Acá se salva porque tiene a Denzel Washington (de carácter tan avasallador que llega a irradiar algo de eso al resto de personajes secundarios), y es una lástima que se desaproveche a tan buen actor como Ethan Hawke, relegado a ser simplemente un niño bueno que pone mala cara cuando sus compañeros hacen lo contrario a lo que le enseñó la mamá. ¿De qué va esta inofensiva película? De un policía novato que quiere entrar a la división de narcóticos y que para ello debe pasar un día de entrenamiento con otro policía de mayor rango y experiencia, quien decidirá al final del día si tiene madera o no. El problema es que el policía experimentado no sólo utiliza cuestionables métodos para ejercer su labor policial, sino que, poco a poco, se irá revelando que el tipo es un corrupto de tomo y lomo, un criminal con placa de policía que pretende salvarse el trasero y reclutar a otro novato para su pandilla de corruptos. El novato, por su parte, deberá deliberar cuál es el límite que está dispuesto a cruzar para pertenecer a narcóticos, deberá cuestionarse si vale la pena pasar a llevar sus principios éticos fundamentales.
La película cumple lo que promete y lo hace bien, no nos vamos a engañar, sobre todo en las escenas interiores, resueltas con buen pulso por el director, pero se extraña un tratamiento más agobiante, tenso y crudo de un conflicto tan serio como la corrupción moral; de hecho, el relato, las acciones que va perpetrando Washington y las reacciones del novato más causan curiosidad y desconcierto que verdadero impacto, pero a grandes rasgos se entiende este blando descenso a los infiernos... ¡hasta!, sí señor, hasta que el guión lo arruina todo en unos veinte-treinta minutos finales que no tienen absoluto sentido. Después de que el novato convenientemente soluciona sus problemas con los pandilleros mexicanos la película cae en una espiral de inverosimilitud tras inverosimilitud... ¿De repente todos los pandilleros del barrio más peligroso de L.A. son amiguitos del novato sólo porque todos le tienen mala a Washington? No es lo único, pero es lo que más ruido me genera, y ya ni hablar de los trillados diálogos, los previsibles desenlaces y las cansinas lecciones morales de buena crianza. No señor, Antoine Fuqua no tiene ni el estilo de Tarantino o Scorsese, ni el nihilismo o fatalismo de Ferrara, ni tampoco la profundidad moral o la atmósfera asfixiante de James Gray. ¿Más referentes? Ahí tienen "Prince of the City", del gran Sidney Lumet. Oye, ¿y qué me dicen de la nueva de Bigelow, "Detroit"?, ¿la han visto? El sólo tráiler me hacía sudar de nerviosismo...
Si no han visto esta película, véanla teniendo en cuenta que no están ante el Santo Grial del thriller policíaco, aunque es cierto que deja una estimable (por no decir buena) primera impresión. Si ya la han visto, verla otra vez sólo mostrará cuán poco cochina y arriesgada en realidad es, y sobre todo, cuán poco peso e influencia tuvo en el género.
No es que quiera robar o malinterpretar conceptos, pero... ¿no sería bueno desengancharse de "Training Day"?
...no hay que hacerle caso a nadie...
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