Director: David Lowery
Creo que esto nunca se los he preguntado y es obvio que no van a saber la respuesta porque ni siquiera la gente a la que le he preguntado en persona tiene idea de lo que le hablo, además es imposible que ustedes sepan si no son de este país. Pero bueno, si aún queda algún chileno que se pase por acá, ¿recuerdan un spot televisivo de campaña anti-drogas que presentaba las siguientes situaciones?: jóvenes sentados alrededor de una mesa, en una fuente de soda seguramente, charlando y riendo de lo más bien, y en eso uno de ellos agarra una botellita de ají y se tira un chorro de ají en el ojo, la botellita de ají va pasando de mano en mano y todos se echan ají en el ojo, así porque sí. La situación es desconcertante y, claramente, estúpida. Unas letras dicen "ÉCHATE AJÍ EN LOS OJOS". No recuerdo como seguía, pero el mensaje era claro (en teoría): no porque te digan que hagas algo, algo que parezca genial así a simple vista, vas a hacerlo, en otras palabras, "si te ofrecen drogas, ¿qué vai a hacer?, ¿seguir el juego?". Había otro de unos jóvenes sentados en una plaza, charlando y riendo de lo más bien, y en eso llega un perro, hace caca, se va, queda la caca ahí, uno de los jóvenes agarra una rama, pincha la caca con la rama y ¡se echa la caca en la boca!, le da asco y la escupe, y los jóvenes se van pasando el pedazo de caca pinchado en la rama, y todos se la echan en la boca y la escupen, y luego ríen y siguen charlando de lo más bien. "COME CACA DE PERRO". Si te ofrecen caca de perro (o drogas), ¿qué vai a hacer? Claramente las autoridades veían el problema de la drogadicción juvenil como un ocioso juego y no como un problema de índole social. Los de "Caluga o menta" no se drogaban por juego. Los de verdad tampoco. La angustia no es un juego. El caso es que... ¡¿alguien los recuerda?!, y más importante, ¿estarán por ahí para verlos otra vez?, porque viejo, me encantaban esos spots, tan cerdos y exagerados. Les voy a robar la idea. Los voy a convertir en lema generacional. Y seré un genio entre genios. Oh, sí.
"A Ghost Story" es una película arriesgada y valiente. No cualquiera la hace. Es un salto al vacío. Pocos lo harían. Me recuerda a "mother!", de Darren Aronofosky. "A Ghost Story" no es solamente una película sobre el luto y la pérdida. Es una película sobre toda la existencia. Sobre lo pequeño del ser humano. Sobre la grandeza, lo eterno de la intimidad. Sobre el tiempo. Sobre las relaciones. Sobre muchas cosas. Y la apuesta no queda ahí, porque Lowery se atreve, por ejemplo, a otorgarle protagonismo a un Casey Affleck (o cualquier persona, quién sabe) disfrazado de fantasma con una sábana encima. ¡Una sábana que se pasea por la casa!, ¡y por el tiempo, por el universo contenido en ese pequeño lugar! Hay que ser un genio para lograr que de unos agujeros negros (los ojos del fantasma) emerjan emociones humanas: rabia, dolor, soledad, felicidad. Es curioso, pero poniendo una sábana encima de una persona, Lowery logra incrementar la emoción, hacerla más real, liberarla del cuerpo humano y fundirla en el paisaje, en el aire, en el suelo, en las paredes, en los árboles, en los copos de nieve, en las gotas de lluvia, en el ambiente, en la atmósfera. Y qué atmósfera. Belleza onírica; belleza surreal. Parsimonia, ritmo pausado, quietud. Otra apuesta, otro riesgo. Lowery, a través de la imagen quieta ("estática", "inmóvil": falacias, caricaturas), logra que de esa "nada" surja esa presencia, esa entidad fantasmagórica. No estoy jugando con ustedes. Y por presencia fantasmagórica no me refiero necesariamente, aunque de todas formas sea así, al fantasma de Casey Affleck, que es mucho más que el personaje de Casey Affleck. Por presencia fantasmagórica me refiero a esa vida escondida de las cosas, a lo inasible, a lo que no está pero está a la vez. Las sensaciones. Narración sensorial. Gran tratamiento sonoro: sentido de la expectación, la imagen no se mueve pero escuchamos algo, hay algo, hay muchas cosas, las cosas se unen, todo se une, pasamos de un lugar a otro, de un tiempo a otro, el sonido nos guía, el sonido nos transporta, el sonido une, el sonido crea una línea de tiempo. Un viaje. Viaje espiritual, existencial, temporal, un despertar, una despedida... una catarsis. Es la historia de Rooney Mara y Casey Affleck. Es la historia de una familia latina. De unos fiesteros buenos para monologar (porque están borrachos, pero sobrios nadie habla de estas cosas). Es una historia con muchas historias, con muchos sentimientos, muchas reflexiones. Es todo sin poder verlo todo. Es una oportunidad. Preguntar. Qué somos. Quiénes son los otros, qué soy yo sin otros, qué son los otros sin mi. No somos nada. No es Casey Affleck el que viaja por todo esto: es un espíritu, es un símbolo. Una alegoría. Cautivadora, hipnótica. Y es Casey Affleck encontrando paz: encontrando intimidad dentro de la inmensidad y eternidad de las cosas, de la humanidad misma. Es alguien. Sólo le tomó siglos. Y nosotros seguiremos deambulando otros tantos más. Ojalá pueda verlo todo.
"A Ghost Story" es una película arriesgada y valiente. No cualquiera la hace. Es un salto al vacío. Pocos lo harían. Me recuerda a "mother!", de Darren Aronofosky. "A Ghost Story" no es solamente una película sobre el luto y la pérdida. Es una película sobre toda la existencia. Sobre lo pequeño del ser humano. Sobre la grandeza, lo eterno de la intimidad. Sobre el tiempo. Sobre las relaciones. Sobre muchas cosas. Y la apuesta no queda ahí, porque Lowery se atreve, por ejemplo, a otorgarle protagonismo a un Casey Affleck (o cualquier persona, quién sabe) disfrazado de fantasma con una sábana encima. ¡Una sábana que se pasea por la casa!, ¡y por el tiempo, por el universo contenido en ese pequeño lugar! Hay que ser un genio para lograr que de unos agujeros negros (los ojos del fantasma) emerjan emociones humanas: rabia, dolor, soledad, felicidad. Es curioso, pero poniendo una sábana encima de una persona, Lowery logra incrementar la emoción, hacerla más real, liberarla del cuerpo humano y fundirla en el paisaje, en el aire, en el suelo, en las paredes, en los árboles, en los copos de nieve, en las gotas de lluvia, en el ambiente, en la atmósfera. Y qué atmósfera. Belleza onírica; belleza surreal. Parsimonia, ritmo pausado, quietud. Otra apuesta, otro riesgo. Lowery, a través de la imagen quieta ("estática", "inmóvil": falacias, caricaturas), logra que de esa "nada" surja esa presencia, esa entidad fantasmagórica. No estoy jugando con ustedes. Y por presencia fantasmagórica no me refiero necesariamente, aunque de todas formas sea así, al fantasma de Casey Affleck, que es mucho más que el personaje de Casey Affleck. Por presencia fantasmagórica me refiero a esa vida escondida de las cosas, a lo inasible, a lo que no está pero está a la vez. Las sensaciones. Narración sensorial. Gran tratamiento sonoro: sentido de la expectación, la imagen no se mueve pero escuchamos algo, hay algo, hay muchas cosas, las cosas se unen, todo se une, pasamos de un lugar a otro, de un tiempo a otro, el sonido nos guía, el sonido nos transporta, el sonido une, el sonido crea una línea de tiempo. Un viaje. Viaje espiritual, existencial, temporal, un despertar, una despedida... una catarsis. Es la historia de Rooney Mara y Casey Affleck. Es la historia de una familia latina. De unos fiesteros buenos para monologar (porque están borrachos, pero sobrios nadie habla de estas cosas). Es una historia con muchas historias, con muchos sentimientos, muchas reflexiones. Es todo sin poder verlo todo. Es una oportunidad. Preguntar. Qué somos. Quiénes son los otros, qué soy yo sin otros, qué son los otros sin mi. No somos nada. No es Casey Affleck el que viaja por todo esto: es un espíritu, es un símbolo. Una alegoría. Cautivadora, hipnótica. Y es Casey Affleck encontrando paz: encontrando intimidad dentro de la inmensidad y eternidad de las cosas, de la humanidad misma. Es alguien. Sólo le tomó siglos. Y nosotros seguiremos deambulando otros tantos más. Ojalá pueda verlo todo.
...ojalá pudiera verlo todo...
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