Director: Mike Leigh
Ja, ja, ja, vaya cabreo que tuve ayer con... bueno, con esa cosa. Hoy vi "All or Nothing" de Mike Leigh y ya me siento mejor; las películas del británico son excelentes para el espíritu; de paso, me dieron ganas de ver otra vez "Naked", parece que en efecto esa es y será mi película favorita suya. Tiene una furia en su interior, una cierta oscuridad, una desesperación, un toque de esperanza, una mezcla de ferocidad y delicadeza, fragilidad. Hoy también vi el trailer de una película que se llama "Terminal", cuyo estreno está programado para mayo de este año y en cuyas filas encontramos a Margot Robbie (no es la protagonista pero tanto el trailer como el poster así como básicamente toda promoción la utiliza a ella como gancho), razón por la cual le eché una mirada al avance, el cual no tiene ninguna gracia, salvo mostrar un mundo extraño y lleno de luces de neón. El director es un novato, debutante, tan desconocido que ni su nombre aparece en el trailer. Por lo tanto, "Terminal" es una película que no tengo el más mínimo interés en ver.
Mike Leigh registra la cotidianidad de varias familias londinenses de clase media, adentrándose en la intimidad familiar y personal de sus personajes, así como explorando en las distintas problemáticas que las personas de dicho estrato social deben enfrentar día a día.
La familia principal está compuesta por Timothy Spall (magnífica interpretación la suya), un taciturno y melancólico taxista, y Lesley Manville, una triste y apocada cajera de supermercado; ambos, aparte de compartir cierto abatimiento que nubla cada aspecto de sus vidas (personal, familiar, social...), tienen dos hijos obesos, una trabaja como auxiliar de aseo en un hogar de ancianos, el otro es un maleducado cabrón que literalmente no hace nada con su vida, y el hogar que conforman es sombrío y solitario.
En el mismo edificio de apartamentos encontramos a Ruth Sheen (a ella pudimos verla en "High Hopes": es la bonachona mujer del motociclista marxista) y su hija, atrapada en una relación tóxica y violenta, sin mencionar la sorpresa que guarda en su vientre. Finalmente, Sally Hawkins es otra chica desempleada que mata el tiempo aquí y allá, hija de una mujer alcohólica y de un taxista, compañero de Spall. Deseosos de una vida mejor, distintos acontecimientos que trastocan esta grisácea cotidianidad puede que contribuyan a despejar un poco el ambiente, cuanto menos a arrojar un poco de claridad a los problemas, o, por último, a descubrir una nueva perspectiva desde la cual afrontar futuras tribulaciones. En la unión está la fuerza, dicen.
Así, qué se puede decir: con esa óptica diáfana y sencilla, pero por lo mismo profundamente conmovedora y cruda en cierto sentido, Mike Leigh nos entrega otra de esas pequeñas maravillas suyas en donde no sólo destacan la escritura y la puesta en escena, esa atmósfera existencial que rodea las vivencias de los personajes, sino que también la potente labor del reparto, la fotografía de Dick Pope y la banda sonora de Andrew Dickson. Ya lo he dicho: pedazos de realidad.
Pequeñas historias de catarsis y vidas que continúan, de frente y sin miedo a llorar. Todo o nada: que no haya espacio para la mediocridad, el conformismo o la pusilanimidad.
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