lunes, 21 de mayo de 2018

Kantoku · Banzai! - 2007


Director: Takeshi Kitano

La segunda parte de la trilogía autobiográfica surreal de Takeshi Kitano es "Glory to the Filmmaker!". Demonios, ando poco imaginativo últimamente con estos pequeños párrafos introductorios. Mi peldón, pol favol. (Sí, sí, échenle la culpa a "Los Simpsons").


No es algo nuevo el que Kitano analice y revisione su propio cine y su propia persona a través de sus películas, de hecho de eso hablamos un poco cuando comentamos "Ryuzo y sus siete secuaces" y "Outrage Coda", la primera, una película de yakuzas, sí, pero de yakuzas viejos que se rehúsan a aceptar que al mundo ya no le interesan los yakuzas y que deciden ser yakuzas hasta las últimas consecuencias, y la segunda, otra de yakuzas no necesariamente viejos, pero sí, en cierta forma, acabados: el crepúsculo de los yakuzas. Entonces, por un lado podría afirmarse que Kitano se despide una vez más de ese cine de gángsters, queriendo abarcar nuevos géneros y salirse del molde que los demás le han tirado encima, pero por otro lado podríamos decir que Kitano nos dice "al demonio, voy a seguir haciendo las películas que se me ocurran, sean yakuzas o no, ¿por qué debo venir a renunciar a mis intereses e inquietudes, ah?". Claro está que los dos títulos mencionados fueron estrenados después que esta trilogía, que a lo mejor es la que inicia esta etapa introspectiva en la filmografía de Kitano, sin embargo la presencia de dicho tema, que es como un fantasma que lo acecha incesantemente, era algo que quería mencionar en tanto leitmotif de la semana.
El caso es que si en "Takeshis'" Kitano se centra en su figura como actor, dándole el protagonismo a un Beat Takeshi que deambula, perdido e incluso hastiado, por un bucle colmado de absurdos y metanarrativos episodios de violencia prácticamente sacados de sus películas más emblemáticas y reconocidas, como queriendo salirse, escapar de esa espiral cargada de cadáveres, balazos y sangre, o simplemente dejándose llevar y aceptando la naturaleza de su cine, que tampoco es pura violencia (no en un sentido estrictamente estilístico, al menos), pues, como vemos en ese alucinado viaje, también hay espacio para escenas llenas de sensibilidad y poesía. En "Glory to the Filmmaker!", Kitano se centra en su faceta de director, con un planteamiento más simple pero, a priori, igual de interesante y potencialmente fascinante. La película comienza con Kitano paseando con un muñeco de sí mismo, "el Kitano director", sin saber exactamente qué hacer con él. ¿Debe deshacerse de ese muñeco director que sólo dirige violentas película de yakuza? Agobiado por esa sensación de estar encasillado en un sólo tipo de narrativa, ahogado creativamente, Kitano comienza a preguntarse qué clase de película debería hacer para conseguir un éxito de crítica y público, pero sobre todo, para emprender nuevos rumbos creativos y erigirse como un director digno de respetar. De esta forma, "Glory to the Filmmaker!" consta de un puñado de segmentos en donde Kitano, con su despiadada y aguda ironía, hace un repaso a lo que es el cine japonés y la industria cinematográfica japonesa (no necesariamente lo mismo), y a cómo él encajaría en cada tipo de relato. Por ejemplo, el primer segmento es una parodia al cine de Yasujiro Ozu, filmografía que a Kitano no le debe gustar mucho, porque a pesar de que el narrador nos dice que "volver al cine tradicional japonés" podría ser un buen primer paso para él, explorando historias humanísticas de gente de clase media, lo cierto es que "a quién demonios le interesa un coñazo de película en donde la gente se pasa media hora bebiendo sake y té". Y agrega, brutal, que "hoy en día términos como 'clase media' parecen valer muy poco; sólo parecen contar los asquerosamente ricos o los pobres de solemnidad". Y luego intenta hacer una película de amor, romántica hasta la médula, y luego una de terror, y luego un coming-of-age de época, y luego una de ciencia ficción... Así, Kitano no sólo entrega su visión del cine y de los géneros (a través de pequeñas historias que podrían ser consideradas corto y/o mediometrajes), sino que continúa enfrascado en esa lacerante pregunta de si deshacerse de ese muñeco encasillado que pesadamente carga en la espalda, o aceptar que ese muñeco es él y que no puede extirparlo de sí mismo para lanzarlo a los tiburones cada vez que le surgen dudas.
Los primeros cincuenta minutos son entretenidísimos, especialmente gracias a la punzante ironía con que Kitano va despachando cada género y, de paso, sumiéndose a sí mismo en una crisis existencial y vocacional cada vez mayor. Pero cuando comienza el segmento dedicado a la ciencia ficción, el cual se apodera y adueña de casi todo el metraje (específicamente, otros cincuenta y pico malditos minutos), la cosa pierde coherencia y sentido, se vuelve un despropósito sin pies ni cabeza. Todo autoconsciente, sí, pero maldita sea, eso no lo hace menos, debo decirlo, insufrible y condenadamente ridículo. Y sus posibles metáforas o alegorías (con referencias a "Matrix" y al cabezazo que Zidane le propinó a Materazzi en la final de Alemania 2006) se hacen ininteligibles. Yo creo que Kitano empezó a rodar lo primero que se le venía a la cabeza y ponerse raro por las puras. Sólo al final, con la llegada del meteorito, que desintegra por completo cada historia de cada género visitado (así como Thanos hace polvo a Spidey... ¿too soon?), parece indicar que este atribulado y ficticio Kitano se acepta como realizador, tal cual es y ha sido. O no, qué importa. A lo mejor el meteorito era una forma de celebrar su paso por cada género. Las lecturas pueden ser infinitas. El cine también. Todo es infinito, ¡gloria a los listillos!
En resumen: primera mitad genial, brillante; segunda mitad absolutamente gratuita y carente de sentido, lógica y coherencia. No obstante, no se pierdan esa primera mitad. Y la segunda, bueno, habrá que aguantarla.

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