martes, 10 de julio de 2018

Isle of Dogs - 2018


Director: Wes Anderson


La verdad es que no tenía muchas intenciones de ver "Isle of Dogs", lo último estrenado por el pequeño Wes. Pero tampoco vamos a negar que el tipo es un director cuya obra, ciertamente, tiene personalidad propia y, en teoría, acomete interesantes propuestas. Más importante, siendo una historia con perros no podía resistirme, aunque la animación y el stop-motion, lo admito, poco me atraen en general (opinión que podría cambiar en un futuro, nunca se sabe, después de todo soy yo el primero en decir que no hay que negarse a -casi- nada en el ámbito fílmico).
No vamos a mentir: "Isle of Dogs" es tremendamente entretenida, está narrada con habilidad y agilidad; con un certero dominio del ritmo, certero equilibrio entre tensión/expectación y distensión, y básicamente funciona la mar de bien, con solvencia, en todo aspecto. Bueno, es que tampoco estamos ante la octava maravilla... Por lo demás, como se puede notar, aúna de manera lo suficientemente coherente, sin convertirse en un pastiche confeccionado a tontas y a locas, varios códigos (o mejor dicho, guiños) narrativos y visuales de diversos géneros, tales como el policial (japonés), la ciencia ficción, lo post-apocalíptico, incluso el western, todo, claro, bajo la amena y "entrañable" marca del pequeño Wes. Aparte de ello, la banda sonora compuesta por Alexandre Desplat, a base de potentes percusiones, es espectacular y aporta al relato toda una doña sensación de épica que supone gran parte del atractivo de esta historia. Y claro, ya por el final podríamos achacarle cierta liviandad y amabilidad a como soluciona el conflicto (con su reparto coral y personajes convenientemente situados en escenarios peliagudos, sin mencionar el aleccionador buenismo del conjunto... pero, sí, sería hilar fino quejarse del tono de esta película), aunque no hay que engañarse: hace bastante tiempo que el cine del pequeño Wes es liviano, cuasi infantil y meramente simpático, sólo que acá su película me gustó (y por momentos me encantó e incluso me pareció deliciosa) porque tiene perros, el mejor amigo del hombre (qué tiernos, por lo demás, los recién nacidos), y porque todo el enredo este, que algunos acusaron de "apropiación cultural" (increíble lo bajo que cae la gente en redes sociales...), resulta ser completamente pegajoso (en el buen sentido, claro).
¿La trama? En un cercano futuro en Japón, el alcalde de una ciudad, perteneciente a una dinastía con un ancestral feudo con los canes, decide exiliar a todos los perros a una isla llena de basura. Un niño, que resulta ser el sobrino del alcalde, acude a la isla para salvar a su perro. Y así, se desarrolla toda una trama de la que podríamos extraer lecturas socio-políticas y, por supuesto, pro-animalistas. Nada muy complejo, nada muy profundo ni desafiante, pero oigan, cuenta lo que quiere contar sin tropiezos ni altibajos... y, sí, sin tanta autocomplacencia.
Bah... tanta palabrería para recomendar una divertida y entretenida aventura perruna. No se la pierdan.

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