lunes, 23 de julio de 2018

Tres tristes tigres - 1968


Director: Raúl Ruiz


La verdad es que hace tiempo que quería hacer lo que, ojalá, pueda hacer durante esta semana. Pero me entusiasmaba poco ver (de nuevo) "Tres tristes tigres" en la versión de poca calidad que guardaba. Hace poco me encontré con esta, una versión restaurada (¿quién dice que el celuloide, pasados los años, se vuelve obsoleto? ¡Películas de la década de 1910 se restauran y quedan pero que im-pe-ca-bles!), así que nuevos bríos se allegaron a mi alma. Y qué agradable es ver una película como debe ser: sin ruidos, sin molestias. Y bellamente restaurada. Una auténtica delicia.
"Tres tristes tigres" está basada en una obra de teatro escrita por el actor y dramaturgo Alejandro Sieveking. Dicha historia es una fuerte y punzante crítica social que apunta, por ejemplo, al arribismo del chileno medio y, en general, al clasismo cotidiano y normalizado que parece mover los engranajes de la sociedad. Los personajes son Tito, un provinciano que trabaja como secretario para Rudi, pequeñoburgués dueño de una pequeña tienda de venta de autos que abusa del buen Tito (que lo encuentra un muy buen tipo, siendo propietario de negocio y todo), y que para rematar el cuadro, se aprovecha del patetismo de la hermana de su empleado, una emocionalmente vulnerable bailarina de cabaret y prostituta ocasional que se enamora del pije (su salvación), aunque éste no la vea sino como una vulgar y triste mujerzuela. Y no es de extrañar que un hipócrita y sinvergüenza como Rudi sea apurado por la hija de la dueña del departamento que arrienda, luego de que uno de sus cheques rebotara... En efecto, varios personajes arruinados y aplastados por sus ilusorias expectativas vitales, económicas, personales...
Ruiz complementa perfectamente la obra de Sieveking (que pude disfrutar cortesía de la biblioteca de mi abuelo) pero mantiene el núcleo central y potencia la de por sí feroz mirada de Sieveking. La película nos cuenta, paralelamente, el día a día y el perpetuo trasnochar de, por un lado, Tito, ingenuo provinciano, su hermana Amanda y otro amigo con quienes recorrerá bares, cantinas, fondas, tugurios y hoteluchos de mala muerte, cual espiral autodestructiva en donde se habla de política, de sueños rotos, de la vida a fin de cuentas, esa vida movida por apuros financieros. Rudi, por su parte, que se las da de avezado hombre de negocios, intenta sellar un trato con un empresario mucho más rico que él (a quien debe mostrarle unos papeles que justo los tiene Tito, el que anda parrandeando por ahí) y que no lo toma muy en serio porque a Rudi se le va la cara de charlatán a kilómetros de distancia. Y eventualmente Tito, Amanda y Rudi chocan, se juntan, se mezclan y revuelven, y surge, reluce y destella el patetismo, la humillación, la frustración, las canalladas, la mediocridad, la rabia, la estupidez, la hipocresía, la decepción, la violencia... Todos, atrapados en esta espiral hacia ninguna parte, hacia el fracaso, hacia la derrota... Cada uno, desbandado por su lado...
"Tres tristes tigres" es una película genial, magnífica, magistral; crudo, cruel y tristemente lírico retrato de la sociedad chilena, de sus luces y sombras, de sus aspiraciones y su realidad. Maravillosamente escrita (qué manera de construir y desarrollar personajes; de perfilar personalidades y psicologías, además llevando a cabo observaciones sociales; de empujar a Tito a ese estallido final que en el fondo no es sino un desesperado grito de ayuda). Una película rodada, en locaciones (sientan esa autenticidad en el aire, en la textura), como lo haría un John Cassavettes, por ejemplo (se me viene a la mente "Shadows"), con una grandiosa dirección de fotografía a cargo de Diego Bonacina, y un sensacional reparto en donde brillan con luz propia un Nelson Villagra que ya volveremos a ver, Shenda Román, Jaime Vadell (la paliza que se come, ¿eh?) y el gran Luis Alarcón.
En pocas palabras, una verdadera joya. ¿Obra maestra? ¡Obra maestra!
¡Y salud!

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