miércoles, 17 de octubre de 2018

Janghwa, Hongryeon - 2003


Director: Kim Jee-woon


Ahora estoy convencidísimo de que Kim Jee-woon es mucho mejor director de las películas que hace, y eso que me gustan sus películas ("The Quiet Family", ya lo vimos hace un par de días, es una entretenida comedia negra de horror tan festiva como ulteriormente anecdótica; "The Age of Shadows" es una excelente película de espías, pero ubicada en un poco perdurable sitial de cine comercial que, por lo demás, limita ciertos riesgos que pudieron haberse dado; "The Last Stand" es un divertimento bien hecho, desenfadado y descomedido, pero eso, sólo eso; de "I Saw the Devil" podría cambiar de opinión porque la vi hace largos años ya, pero en todo caso me pareció un sólido y contundente thriller que funciona la mar de bien sin tener que recurrir tanto a su mensaje/dilema moral; sólo "A Bittersweet Life" me parece una genialidad con todas sus letras que desmarco de las otras, un clásico contemporáneo, película de culto, como quieran llamarla, por la que pondría las manos al fuego, digna obra de su director, quien vierte todo el cine que posee en esa historia de amores, traiciones y venganzas), películas que, sin importar el género, cumplen su cometido, que al parecer no es más que entretener, propósito al que el director coreano se ha confinado a lo largo de su carrera no sé si por comodidad o porque pretenda "elevar" la calidad de los productos mainstream promedio, y yo estoy seguro que Kim Jee-woon tiene los sesos y los huevos suficientes como para ir más allá, romper moldes, crear algo nuevo, dar un golpe a la cátedra, porque el hombre sabe dirigir, su conocimiento y dominio de las herramientas cinematográficas es notorio, es un notable creador de imágenes, un narrador tan excesivo y exagerado como sobrio, elegante, pulcro, rasgos palpables a lo largo de todo el metraje de "A Tale of Two Sisters", y sin embargo, ¿por qué estamos ante una película tan... fallida, tan... sí, lo diré, mala?
Y miren que comenzaba bien, con dos hermanas (una de ellas, la más importante, se le puede identificar por la forma de los labios, interpretaba a la chica que se cree cyborg en la película de Park Chan-wook, de la que hablamos ayer) que llegan a su casa, en donde viven el padre y la madrastra, que se esfuerza un montón por ser amigable aunque las hermanas no la quieran (están enojadas con el padre, además, así que bonito clima familiar, oye tú), y si bien el director, a través de esta puesta en escena elegante, que recuerda un poco al sentido del suspenso de un Shyamalan (en las antípodas del suspenso irónico y paródico de "The Quiet Family"), logra crear una sugerente atmósfera de extrañeza que bien indica que estamos viendo una película de terror, todo el primer tercio se desarrolla como un incómodo melodrama familiar sobre rencillas y rencores, lo cual resulta bastante trillado (personajes trillados, diálogos trillados, conflictos trillados, escenas trilladas), pero la atmósfera creada por el director lograba captar tu atención, era prometedora. Pero poco a poco la trama va perdiendo sentido y coherencia, tirando para el horror de tintes sobrenaturales por un lado y hacia el horror psicológico por el otro, como si la cosa tratase de una casa embrujada, habitada por fantasmas que por alguna razón se ensañan con la familia de turno, o de gente medio loca que se imagina toda clase de maldades en su contra y que también tiene visiones fantasmales, todo lo cual hace que reaccionen de manera tan extrema. Así, entre lo uno y lo otro, sin que el director decida el enfoque, vemos a la familia pelear y gritar y sangrar, recriminarse cosas, hasta que se nos explica todo el drama de fondo en un giro que se veía a kilómetros de distancia y que después se vuelve a revelar, esta vez de manera aún más clara y explícita. Para peor, Kim Jee-woon olvida el delicioso suspenso que ensayaba en la primera mitad y no tarda en sucumbir al macabro lirismo de los coreanos, lirismo que ya pasa a ser lugar común. En realidad lo peor es que, a pesar de que el relato se convierte en algo inenarrable e insalvable, el director aún así ofrece escenas muy bien resueltas, con un excelente sentido del espacio, del t(i)empo y del ritmo, con muy buen ojo para los encuadres y buena mano para la cámara, pero son pequeños y fugaces oasis dispersos en un despropósito sin apelaciones cuyos últimos veinte minutos los dedica a explicar ese episodio que dio pie a tanto desequilibrio mental y familiar, y son casi dos horas que no daban para más de ochenta-noventa minutos.
Respondiendo a la pregunta del primer párrafo: el guión es el malo y Kim Jee-woon no puede salvar lo que él mismo escribe. Con un mejor guión (con otro argumento, ciertamente) a lo mejor daba para buena película de horror. Una verdadera lástima, Kim Jee-woon desaprovecha el talento que tiene, aunque si fuera a Hollywood les daría a todos una lección de cómo rodar entretenimiento inteligente y con integridad.

...¿Cómo se dice Ich seh, Ich seh y Fight Club en coreano?...

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