Director: Arthur Penn
Bubber Reeves se ha fugado de la cárcel... ¿Bubber Reeves se ha fugado?... ¡Bubber Reeves se ha escapado!
Sí, por un pequeño y rancio pueblo estadounidense corre la noticia de que Bubber Reeves se ha escapado de la cárcel, mientras Val Rogers, el magnate local, prepara la celebración de su cumpleaños, una celebración a lo grande, invitados de lujo, ropa bonita y gente bonita y cosas bonitas todo reunido en un sólo lugar, mientras algunos otros empleados (pareciera que todos trabajan para el val Tal Rogers, perdón, el tal Val Rogers) hacen sus propias fiestas en sus lindas casas suburbanas, blancas como ellos y como la gente que puede caminar por el barrio sin ser molestada, bailando muy apegados, bebiendo, es sábado por la noche qué otra cosa se puede hacer un sábado por la noche en un pueblo tan rancio como este, al lado también hay fiesta, unos muchachitos (y muchachitas, claro, no es que no las tomemos en cuenta queridas) imberbes pero buenos para tomar y crear algazara y manejar en cuestionables estados etílicos, alguien dijo que Bubber Reeves mató a alguien durante su fuga pero al otro no le importó y siguió bailando, Bubber Reeves puede hacer lo que quiera mientras no molesté a Val Rogers porque ahí sí que el sheriff entrará en acción, todos dicen que el sheriff está en el bolsillo del magnate ese, lo curioso es que todos desprecian al sheriff ese, otrora un simple granjero de mala muerte, de esos que prefieren morir con sus sucias granjas en vez de mudarse acá a la ciudad a bailar y beber y vivir la vida como corresponde, como sale en las revistas, tú un playboy y ella una cosmopolita, parejas perfectas, tan perfectas que se separan y tampoco importa porque encajan a la perfección con otras personas igualmente casadas, igual calzan, pero bueno, sí, despreciamos al sheriff no porque esté en el bolsillo del magnate (o eso dicen; el sheriff dice que no pero a nadie le importa) sino porque fue elegido por el magnate para estar en su bolsillo, ¿porqué no me elige a mí que soy empleado modelo y todo un ciudadano modelo y hasta podría ser un modelo si no fuera vicepresidente de este banco ingrato que ni siquiera me invita a su fiesta de cumpleaños, pero demonios, cuándo se acabó la pregunta?
El caso es que "The Chase" me ha causado muchas cosas: me ha dado rabia, asco, repugnancia, impotencia, un poco de desaliento, algo de miedo, no sólo por lo que cuenta, pues estamos ante una película que es una feroz y contundente y enfurecida crítica contra la superficial y frívola sociedad estadounidense, al menos esa sociedad de las apariencias y de los gastos y del poder adquisitivo y del clasismo salvaje que bajo su capa de maquillaje y vestidos chillones e impecables trajes de algún elegante material (¡mira su camisa!, debe ser alguien importante... vamos, acércate y dile algo, a lo mejor nos incluye en su círculo) flota una podredumbre moral apocalíptica, un vacío moral, un agujero negro moral, un abismo moral reemplazado con modas, con bebidas alcohólicas, con las maravillas del capitalismo anti-rojo anti-marxista anti-soviético, la libertad, señores, la posibilidad de elegir, qué marca, qué reloj, qué auto, qué canción, I love rock'n'roll / Drop another dime in the jukebox baby, y no sólo eso, ojo, porque "The Chase" es un tremebundo y brutal thriller, violento, seco, áspero, dirigido por un Arthur Penn cuya fuerza cinematográfica ya nos deslumbró en "The Left Handed Gun", y que acá es todo una asfixiante y terrible escalada de nervios, desde que escuchamos que Bubber Reeves se ha fugado de la cárcel, frase que resuena débilmente, como un moribundo eco, a lo largo de una primera parte en donde conocemos las dinámicas y mecánicas sociales del pueblo, el magnate, las esposas y esposos que se engañan a vista y paciencia suya (y eso que no han abrazado la filosofía swinger, oh), ese racismo latente, esa putrefacción a fin de cuentas, que palpita y palpita, con más intensidad y descontrol a medida que el Bubber Reeves se ha escapado deja de ser un eco y se vuelva un murmullo, algo dicho en sordina, luego un grito y, en fin, una escalada de nervios que explota y desnuda lo peor, sí, lo peor de la gente, un festival, una espectacular fiesta oda a la bajeza de los valores.
El inmenso Marlon Brando interpreta al sheriff, sujeto cansado y aburrido de esa superfluidad e hipocresía circundantes, mordaz en todo caso, sólo puede responder con ironías a las hostilidades de la gente (nota mental: en una escena Brando le dice a un tal Damon, sujeto que lo está molestando, ¿sabes?, cada año en mi cumpleaños pienso 'Calder, hazte un regalo y dale un puñetazo a Damon', y este año, dentro de ocho días creo que me voy a consentir un poco, o sea, lo que digo, es que le voy a robar la frase para cualquier situación similar), que hará lo posible por capturar al reo fugado con vida aunque deba enfrentarse a un pueblo sediento de sangre, perdón, sediento de diversión. El lujoso reparto lo completan Robert Redford, Jane Fonda, Robert Duvall, James Fox (poco antes de mandarse toda una Performance, ah), Angie Dickinson (a quien hemos visto por acá últimamente, la semana pasada en "Man with the Gun", aunque en un papel menor) y Janice Rule, a quien también hemos visto antes ("Gun for a Coward" y "Invitation to a Gunfighter") pero ahora en un registro radicalmente opuesto, en un rol tan sensual como viperino, y demonios, qué manera de apoderarse de la pantalla. Demás está decir que Arthur Penn demuestra una gran y poderosa dirección de actores, y que no estamos ante una película amable: es exagerada, excesiva, casi desvergonzada en su retrato, así es, tal cual, esa clase de foto cuando la gente no alcanza a posar y se les ven con horribles muecas, labios chuecos, ojos a medio cerrar, una cara auténtica en su poco decoro, es decir, por más que queramos, no veremos a Marlon Brando, humillado y maltratado, matar a todos los hijos de puta ni a Angie Dickinson pateando vaginas adolescentes. "The Chase" no deja títere con cabeza, no le da en el gusto a nadie.
Gran, tremenda, impresionante película. Arthur Penn manifestó cierta disconformidad años después, pero qué le vamos a hacer, acá disfrutamos (y sufrimos, claro) con esta rotunda genialidad. Genialmente escrita, interpretada y dirigida. Imperdible.
Sí, por un pequeño y rancio pueblo estadounidense corre la noticia de que Bubber Reeves se ha escapado de la cárcel, mientras Val Rogers, el magnate local, prepara la celebración de su cumpleaños, una celebración a lo grande, invitados de lujo, ropa bonita y gente bonita y cosas bonitas todo reunido en un sólo lugar, mientras algunos otros empleados (pareciera que todos trabajan para el val Tal Rogers, perdón, el tal Val Rogers) hacen sus propias fiestas en sus lindas casas suburbanas, blancas como ellos y como la gente que puede caminar por el barrio sin ser molestada, bailando muy apegados, bebiendo, es sábado por la noche qué otra cosa se puede hacer un sábado por la noche en un pueblo tan rancio como este, al lado también hay fiesta, unos muchachitos (y muchachitas, claro, no es que no las tomemos en cuenta queridas) imberbes pero buenos para tomar y crear algazara y manejar en cuestionables estados etílicos, alguien dijo que Bubber Reeves mató a alguien durante su fuga pero al otro no le importó y siguió bailando, Bubber Reeves puede hacer lo que quiera mientras no molesté a Val Rogers porque ahí sí que el sheriff entrará en acción, todos dicen que el sheriff está en el bolsillo del magnate ese, lo curioso es que todos desprecian al sheriff ese, otrora un simple granjero de mala muerte, de esos que prefieren morir con sus sucias granjas en vez de mudarse acá a la ciudad a bailar y beber y vivir la vida como corresponde, como sale en las revistas, tú un playboy y ella una cosmopolita, parejas perfectas, tan perfectas que se separan y tampoco importa porque encajan a la perfección con otras personas igualmente casadas, igual calzan, pero bueno, sí, despreciamos al sheriff no porque esté en el bolsillo del magnate (o eso dicen; el sheriff dice que no pero a nadie le importa) sino porque fue elegido por el magnate para estar en su bolsillo, ¿porqué no me elige a mí que soy empleado modelo y todo un ciudadano modelo y hasta podría ser un modelo si no fuera vicepresidente de este banco ingrato que ni siquiera me invita a su fiesta de cumpleaños, pero demonios, cuándo se acabó la pregunta?
El caso es que "The Chase" me ha causado muchas cosas: me ha dado rabia, asco, repugnancia, impotencia, un poco de desaliento, algo de miedo, no sólo por lo que cuenta, pues estamos ante una película que es una feroz y contundente y enfurecida crítica contra la superficial y frívola sociedad estadounidense, al menos esa sociedad de las apariencias y de los gastos y del poder adquisitivo y del clasismo salvaje que bajo su capa de maquillaje y vestidos chillones e impecables trajes de algún elegante material (¡mira su camisa!, debe ser alguien importante... vamos, acércate y dile algo, a lo mejor nos incluye en su círculo) flota una podredumbre moral apocalíptica, un vacío moral, un agujero negro moral, un abismo moral reemplazado con modas, con bebidas alcohólicas, con las maravillas del capitalismo anti-rojo anti-marxista anti-soviético, la libertad, señores, la posibilidad de elegir, qué marca, qué reloj, qué auto, qué canción, I love rock'n'roll / Drop another dime in the jukebox baby, y no sólo eso, ojo, porque "The Chase" es un tremebundo y brutal thriller, violento, seco, áspero, dirigido por un Arthur Penn cuya fuerza cinematográfica ya nos deslumbró en "The Left Handed Gun", y que acá es todo una asfixiante y terrible escalada de nervios, desde que escuchamos que Bubber Reeves se ha fugado de la cárcel, frase que resuena débilmente, como un moribundo eco, a lo largo de una primera parte en donde conocemos las dinámicas y mecánicas sociales del pueblo, el magnate, las esposas y esposos que se engañan a vista y paciencia suya (y eso que no han abrazado la filosofía swinger, oh), ese racismo latente, esa putrefacción a fin de cuentas, que palpita y palpita, con más intensidad y descontrol a medida que el Bubber Reeves se ha escapado deja de ser un eco y se vuelva un murmullo, algo dicho en sordina, luego un grito y, en fin, una escalada de nervios que explota y desnuda lo peor, sí, lo peor de la gente, un festival, una espectacular fiesta oda a la bajeza de los valores.
El inmenso Marlon Brando interpreta al sheriff, sujeto cansado y aburrido de esa superfluidad e hipocresía circundantes, mordaz en todo caso, sólo puede responder con ironías a las hostilidades de la gente (nota mental: en una escena Brando le dice a un tal Damon, sujeto que lo está molestando, ¿sabes?, cada año en mi cumpleaños pienso 'Calder, hazte un regalo y dale un puñetazo a Damon', y este año, dentro de ocho días creo que me voy a consentir un poco, o sea, lo que digo, es que le voy a robar la frase para cualquier situación similar), que hará lo posible por capturar al reo fugado con vida aunque deba enfrentarse a un pueblo sediento de sangre, perdón, sediento de diversión. El lujoso reparto lo completan Robert Redford, Jane Fonda, Robert Duvall, James Fox (poco antes de mandarse toda una Performance, ah), Angie Dickinson (a quien hemos visto por acá últimamente, la semana pasada en "Man with the Gun", aunque en un papel menor) y Janice Rule, a quien también hemos visto antes ("Gun for a Coward" y "Invitation to a Gunfighter") pero ahora en un registro radicalmente opuesto, en un rol tan sensual como viperino, y demonios, qué manera de apoderarse de la pantalla. Demás está decir que Arthur Penn demuestra una gran y poderosa dirección de actores, y que no estamos ante una película amable: es exagerada, excesiva, casi desvergonzada en su retrato, así es, tal cual, esa clase de foto cuando la gente no alcanza a posar y se les ven con horribles muecas, labios chuecos, ojos a medio cerrar, una cara auténtica en su poco decoro, es decir, por más que queramos, no veremos a Marlon Brando, humillado y maltratado, matar a todos los hijos de puta ni a Angie Dickinson pateando vaginas adolescentes. "The Chase" no deja títere con cabeza, no le da en el gusto a nadie.
Gran, tremenda, impresionante película. Arthur Penn manifestó cierta disconformidad años después, pero qué le vamos a hacer, acá disfrutamos (y sufrimos, claro) con esta rotunda genialidad. Genialmente escrita, interpretada y dirigida. Imperdible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Vamos, dime algo, así no me vuelvo loco...