domingo, 13 de enero de 2019

The Life and Times of Judge Roy Bean - 1972


Director: John Huston


Sí, se habla de "The Misfits" como si fuera un ocaso, o un crepúsculo, y para mí es como contemplar el alba, un amanecer, luego de una larga y densa noche que te devora como el vagabundo que eres...
Bueno, bueno, pero hoy toca hablar de otra película. De John Huston también. No soy muy bueno con las etiquetas pero supongo que "The Life and Time of Judge Roy Bean" podría ser o tener algo de western revisionista, quizás rompí demasiado el orden que estaba siguiendo, a lo mejor debí haber esperado para llegar con más terreno a eso que llaman western revisionista, aunque estoy hablando desde un punto de vista "académico", porque no me arrepiento de haber visto esta película, por favor, si bien, como dije, en tema de westerns estamos siguiendo un cierto orden un tanto arbitrario pero completamente lógico (para mí, claro está). Al Juez Roy Bean ya lo habíamos visto antes por acá, en la película "The Westerner", de William Wyller, protagonizada por Gary Cooper, que interpreta a un vaquero que llega a un pueblo, digamos, gobernado por el tal Juez Roy Bean, interpretado por Walter Brennan, con quien entrará en conflicto, aunque para ser honesto no recuerdo mucho de esa película más que una sensación de haber visto una buena, solvente y efectiva película, y que me gusta más el Gary Cooper "viejo", pero es que tampoco he visto mucho de sus primeros años. Si tienen curiosidad pueden leer qué demonios escribí sobre aquella película.
Este Roy Bean es otro, es el de Paul Newman y John Huston, es un western decididamente extraño y singular, no sabría definir o explicar su propuesta, o su concepto, pero es una película en donde renombrados actores tienen pequeños pero memorables roles, como Anthony Perkins como un irónico y mordaz pero devoto cura (o padre, o sacerdote), el mismo Huston haciendo de hombre oso (adelantado al Grizzly Man) y, ya por el final, la aparición estelar de toda una gran Ava Gardner; una película en donde tan pronto como Paul Newman le da el bajo (es decir, masacra a balazo limpio) a toda la escoria de un bar de mala muerte lleno de prostitutas que uno preferiría no lo tomaran en cuenta luego disfruta de un cuasi virginal picnic con un oso al que seguidamente columpia en las ramas de un árbol para después alimentarlo con uvas como si fuera todo una viciosa deidad griega, de esas que saben que la vida está en que te atiendan bellas ninfas de sol a sol, porque hay que tener talento para eso: algunos, escuchen bien, ¡se aburren de tanto placer y tanta atención! Una película tan festiva y libre de estructuras que, aún manteniendo una base argumental coherente (el auge y caída del citado Juez, hombre justo para algunos -los pobres, seguramente; los mexicanos, los analfabetos, los negros incluso, incluso los animales como los burros, los perros, los osos, los caballos-, déspota y criminal para otros -los ricos, los empresarios, los comerciantes, los abogados, los políticos-), cierta linealidad dramática, se siente como una fluida y arbitraria y gozosa recapitulación de los episodios más curiosos y extravagantes de tan fabulada existencia, porque existió un Juez Roy Bean aunque el mito, como suele ocurrir en estos casos, llega a ser más delirante que la realidad, pero quién demonios dice que la ficción deba ser realista y cien por ciento verídica, que una historia deba contarse exactamente igual a la primera y a la milésima vez, qué problema hay con que en una versión el oso haya muerto de alguna enfermedad venérea y que en otra haya muerto, se haya despedido de este mundo tan emborrachado, como uno de esos siempre adorados héroes grabados en la posteridad, o que los ayudantes del Juez sean cinco y luego o antes sean dos o siete o hasta seis coma nueve porque a uno le falta un meñique, y así, entre anécdota y anécdota, casi casualmente, nos enteramos de los inicios, del esplendor, de la decadencia, de la ruina definitiva, y del recuerdo conviviendo con el polvo.
Una película desvergonzada y orgullosamente desmesurada, desaforada, libre y carente de todo sentido del pudor, también extraña pero genuinamente lírica, como no podía ser de otra forma tratándose de un director tan condenadamente iconoclasta como Huston. No me extrañaría que los hermanos Coen se hayan inspirado en esta película para su "The Ballad of Buster Scruggs", sin embargo yo les recomiendo infinitamente más ésta, la de Roy Bean, perdón, el Juez Roy Bean de Paul Newman. Y si no me hacen caso ¡los condeno a besarme el trasero! (broma, ji, ji, ji).

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