Director: Alfred Hitchcock
Primero que todo, y me van a perdonar, he terminado de leer Los detectives salvajes y voy a hablar de eso, y más tarde, o sea después, de "Marnie", la película de Hitchcock. El sujeto que me prestó el libro no lo recordaba mucho (ahora me prestó 2666, pero no empezaré a leerlo sino dentro, quién sabe, de tres o cuatro semanas, pues la Biblioteca Nacional, sección Préstamo a domicilio, también me está prestando libros de Bolaño y tampoco soy un superhombre, por Dios) pero para eso estamos acá, ¿o no, contertulios? A ver, de qué hablar entonces. La primera parte, Mexicanos perdidos en México, para qué estamos con cosas, me encantó y por varios motivos (quizás ni nos refiramos al modo en que la novela está escrita, digo la prosa, digo el estilo, digo la estructura, qué digo), primero porque tengo debilidad, lo he dicho, por las historias de perdedores irredentos que, en cierta forma, triunfan siendo unos perdedores, unos parias, unos vagabundos, unos sacos de huesos marginales, porque pertenecer y ser aceptados e incluso respetados por lo convencional y lo establecido sería perder la esencia de su ser, aunque lo importante es que estos tipos se la pasan de café en café, de bar en bar mientras no trabajan y apenas estudian, leyendo poesía y libros, escribiendo poesía y novelas, hablando de literatura, teniendo sexo maravilloso y animal, es decir, dándose la gran vida libre, pero atormentadamente libre, porque siempre es difícil ser un individuo y todo está hecho para que te sientas culpable por no tener dinero, por no tener trabajo, por ser un parásito inútil cuyos intereses valen menos que un cero a la izquierda, utilitarista como es nuestra sociedad. Lo otro, la sensación de pandilla, eso: el grupo de amigos, que no andan ni juntos ni revueltos pero que en cierta forma no pueden separarse porque su unión es profunda y arraigada más allá del vínculo social, débiles como son, como lo sabemos, como suele verse. Pero luego da comienzo Los detectives salvajes, y su lectura es demoledora, a mi me dio pena leer todo esto, primero porque queda clarísimo que nadie se tomó en serio a los realvisceralistas ni como movimiento ni como miembros del mismo, es más, se reían de ellos, los escupían, los ignoraban, los olvidaban, pero esta es la impresión inicial porque lo más triste es que, en teoría, los protagonistas de esta parte son Ulises Lima y Arturo Belano, ¡pero en realidad son unos fantasmas!, no están ahí, están perdidos, en cualquier lado y en ningún lado, existen y no existen, son almas en pena incluso, sueños errantes, decepciones errantes, es como si buscaran algo pero sin saber qué (ciertamente, no a Cesárea Tinajero, no más), primando la búsqueda a lo buscado, la aventura al objetivo, pero qué hay debajo de esa aparente impasibilidad o desenfado con que se desenvuelven, ¿será su desprendimiento material lo mismo que abulia o pusilanimidad?, como si tuvieran una maldición, la maldición de ser quienes quieren ser, o tal vez quieren otra cosa, total, los años pasan y yo todavía tengo la edad que estos sujetos tenían en su época realvisceralista, bueno qué importa, los vemos desintegrarse en el aire, en la materia, convertirse en polvo y elevarse con el viento y perderse, perderse nuevamente, en un cielo que nadie mira y que nadie reconoce, y qué pasó, qué sucedió con la pandilla, muertos algunos, también perdidos otros, madurados otros, ¿tan poco importante y significativo es lo que sucede durante cierta edad, durante ciertos años?, me parece aterrador, pero miren qué contradicción, yo mismo digo que es inútil pensar en el pasado (aunque en términos históricos siempre debe estudiarse y rescatarse) y más inútil aún pensar en el futuro, sólo el presente importa como bien presente lo tiene el hijo de ladrón, el Aniceto Hevia de Manuel Rojas, que dice que el pasado es un tiempo irremediable, y como que ya me perdí. Los desiertos de Sonora, en fin, qué puedo decir... Tiene tanto de sueño como de final, de sueño como de cruda realidad... En fin...
"Marnie" es una obra maestra, a mí me lo ha parecido, una película genial y poderosa. Tiene una fuerza tremenda, no solo argumental sino que narrativa y cinematográfica. Sé que nos saltamos el orden que llevábamos con respecto a la filmografía de Hitchcock y que lo hecho en "Marnie" seguramente lo haya ido ensayando y perfeccionando y sublimando en los títulos que mediaron entre "Jamaica Inn" (que es donde habíamos quedado) y ésta. Me gusta su carácter inclasificable, su permanente pero decidida desorientación tonal o de género. Podría decirse que comienza siendo un thriller sobre una mujer que roba a sus jefes, haciéndose pasar por una santa secretaria que, en el momento menos esperado, ¡zas!, lanza el zarpazo y huye con su buen puñado de billetes, y que el conflicto debería ser un trabajo mal hecho, acaso una dinámica del gato y el ratón. Un melodrama, por qué no, sobre una ladrona enamorada de su nuevo jefe, he ahí el conflicto: cómo robarle a quien amas, ¿eh? Por sobre todo, "Marnie" es una profunda y compleja exploración de su protagonista, una maravillosa Tippi Hedren, que interpreta a la ladrona que, en todo caso, lleva una vida independiente, cuya conducta y personalidad son diseccionadas por Hitchcock, partiendo por su aversión a los hombres (y al color rojo). Tal es el pilar fundamental de la película, su eje central del cual se ramifican sus tramas, sus estilos y tonos, siempre elegantes, siempre rabiosa pero sugerentemente sexuales (aunque la escena de la violación presenta una crudeza particular que contrasta con la ambigüedad del resto de las interacciones entre Connery y Hedren), siempre con la maestría visual de su director, que además de una magnífica película ofrece una clase de puesta en escena, señoras y señores. La forma en que esconde la sordidez, incluso lo grotesco, bajo esa fachada de colores fuertes, brillantes y escenas luminosas, un tanto angelicales, algo que, imagino, influiría bastante en Lynch: la pesadilla y la belleza, enredadas en un abrazo sangriento y voraz. La forma en que sostiene el relato, aún con sus giros, múltiples giros, retorcidos giros, porque el hombre sabe qué demonios contar maldita sea. Y siempre ácido, siempre mostrando la hipocresía de la gente, siempre dispuesto a burlarse de todo y todos, a destruir o socavar las convenciones, las instituciones y las tensiones (en materia social, política y de género) de la sociedad estadounidense, pero también compasivo y tierno, al menos como narrador, con los individuos atrapados en la deshumanizada máquina en que han debido sobrevivir, no sin heridas ni traumas.
"Marnie" es una película de muchas capas así que tampoco vale la pena continuar hablando de ella, total, ya está dicho lo esencial: es un film magnífico, de una atmósfera magnética y cautivadora, brillantemente interpretada, cinematografía y banda sonora magistrales (la banda sonora es de una exquisitez notable), que no ha perdido un ápice de fuerza, vigencia y plasticidad. Habíamos dicho obra maestra al inicio, de nuevo lo reafirmamos: impresionante obra maestra.
"Marnie" es una obra maestra, a mí me lo ha parecido, una película genial y poderosa. Tiene una fuerza tremenda, no solo argumental sino que narrativa y cinematográfica. Sé que nos saltamos el orden que llevábamos con respecto a la filmografía de Hitchcock y que lo hecho en "Marnie" seguramente lo haya ido ensayando y perfeccionando y sublimando en los títulos que mediaron entre "Jamaica Inn" (que es donde habíamos quedado) y ésta. Me gusta su carácter inclasificable, su permanente pero decidida desorientación tonal o de género. Podría decirse que comienza siendo un thriller sobre una mujer que roba a sus jefes, haciéndose pasar por una santa secretaria que, en el momento menos esperado, ¡zas!, lanza el zarpazo y huye con su buen puñado de billetes, y que el conflicto debería ser un trabajo mal hecho, acaso una dinámica del gato y el ratón. Un melodrama, por qué no, sobre una ladrona enamorada de su nuevo jefe, he ahí el conflicto: cómo robarle a quien amas, ¿eh? Por sobre todo, "Marnie" es una profunda y compleja exploración de su protagonista, una maravillosa Tippi Hedren, que interpreta a la ladrona que, en todo caso, lleva una vida independiente, cuya conducta y personalidad son diseccionadas por Hitchcock, partiendo por su aversión a los hombres (y al color rojo). Tal es el pilar fundamental de la película, su eje central del cual se ramifican sus tramas, sus estilos y tonos, siempre elegantes, siempre rabiosa pero sugerentemente sexuales (aunque la escena de la violación presenta una crudeza particular que contrasta con la ambigüedad del resto de las interacciones entre Connery y Hedren), siempre con la maestría visual de su director, que además de una magnífica película ofrece una clase de puesta en escena, señoras y señores. La forma en que esconde la sordidez, incluso lo grotesco, bajo esa fachada de colores fuertes, brillantes y escenas luminosas, un tanto angelicales, algo que, imagino, influiría bastante en Lynch: la pesadilla y la belleza, enredadas en un abrazo sangriento y voraz. La forma en que sostiene el relato, aún con sus giros, múltiples giros, retorcidos giros, porque el hombre sabe qué demonios contar maldita sea. Y siempre ácido, siempre mostrando la hipocresía de la gente, siempre dispuesto a burlarse de todo y todos, a destruir o socavar las convenciones, las instituciones y las tensiones (en materia social, política y de género) de la sociedad estadounidense, pero también compasivo y tierno, al menos como narrador, con los individuos atrapados en la deshumanizada máquina en que han debido sobrevivir, no sin heridas ni traumas.
"Marnie" es una película de muchas capas así que tampoco vale la pena continuar hablando de ella, total, ya está dicho lo esencial: es un film magnífico, de una atmósfera magnética y cautivadora, brillantemente interpretada, cinematografía y banda sonora magistrales (la banda sonora es de una exquisitez notable), que no ha perdido un ápice de fuerza, vigencia y plasticidad. Habíamos dicho obra maestra al inicio, de nuevo lo reafirmamos: impresionante obra maestra.
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