Director: Ignacio Agüero
Diría que "Aquí se construye" es otro de los documentales emblemáticos de Ignacio Agüero, aunque también diría que su obra en general podría considerarse emblemática, ahora que hemos visto varios trabajos suyos.
Ignoro los planes o intenciones originales de Agüero con "Aquí se construye", pero me encantó el carácter mutable de este documental y la forma en que, parece, va enriqueciéndose a medida que el tiempo pasa y los hechos se desarrollan, ampliándose según la realidad misma se ramifica frente al lente y a la siempre certera mirada del director. Esto también logra que estemos ante una pieza de difícil clasificación. Inicialmente la intención pareciera ser, en tanto tema, registrar la demolición y destrucción de viviendas y edificios sobre los cuales se levantan modernos departamentos, algo que no ha dejado de suceder porque el mercado inmobiliario es voraz y, desde luego, controlado por los mismos, que hacen lo que quieren. Un registro que vendría siendo como la despedida al Santiago que se fue y que se va yendo, también la constatación del cruel avance del tiempo, la muerte inevitable en otra de sus múltiples caras, manifestaciones. Y, en tanto relato, registrar el cambio que produce en la vida de un hombre y su familia la construcción, literalmente al lado/detrás de su casa, de uno de esos edificios de departamentos: el temblor que producen las demoliciones y las excavaciones, el ruido, el polvo, etc. Supongo que la idea original era quedarse con esta familia el tiempo que durara la construcción de dicho edificio, rodaje que abarcó más o menos dos años y medio, pero quizás no imaginaba el director que durante esos dos años y medio tendrían lugar diversos acontecimientos, como lo son muertes y nacimientos, un cambio de perspectiva existencial por parte del dueño de casa (ubicada en el barrio alto), el seguimiento a varios obreros de esa construcción y sus trayectos hogar-trabajo y trabajo-hogar (bellas secuencias que muestran, de nuevo la palabra clave, la mutabilidad de la ciudad), en fin, toda una serie de cosas que suponen una suerte de ensayo fílmico sobre las dinámicas sociales e individuales de la gente, sobre el paso del tiempo, sobre el poder de las inmobiliarias, sobre las implicancias cuasi filosóficas de un cambio de casa, del tener que vender una casa, del tener que abandonar una casa, del ver invadida tu casa en diversas formas (el ruido, la falta de luz por el edificio, los vecinos de ese edificio mirando tu casa), etc. Por momentos, si bien nunca se pierde de vista la presencia devoradora del edificio en construcción, el documental demuestra saludable libertad al preocuparse más ya de la familia en sí, de lo que le sucede más allá o más acá de las molestias sufridas por la construcción, libertad expresada a su vez en cómo se observa la ciudad, a las personas, ciertos sucesos masivos de importancia (como el mundial del '98) que parecieran exceder el tema del documental, porque al fin y al cabo nada es tan rígido ni inflexible y vivir en una ciudad es, directa o indirectamente, relacionarse con lo que nos rodea en lo inmediato y en lo lejano, es vivir nuestras propias molestias y las rutinas de esos obreros que trabajan en eso que nos molesta tanto pero que para ellos es el sustento familiar.
Un documental inclasificable a pesar de lo simple que parece en su premisa y del que ya no sé muy bien qué decir, ja, ja, salvo que, aparte de todo lo anterior, está filmado con un gusto exquisito, muy cinematográfico (siempre da gusto ver documentales que vayan más allá del mero registro cuasi periodístico), montado de manera muy inteligente (proceso eminentemente cinematográfico, el montar, digo) y siempre muy pero que muy interesante, fijándose en las grandes cosas y en las pequeñas.
Otro imperdible de Agüero.
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